Santander y Morenés-Botín atienden a sus clientes afectados por la estafa de Madoff

Lunes de trabajo extraordinario. Los afectados por la estafa de Bernard Madoff no necesitarán movilizaciones colectivas por el Paseo de la Castellana para ser atendidos. Dos de los principales comercializadores del fondo para España, Banco Santander (a través de Optimal) y la boutique de banca privada Morenés y Botín, ya han comenzado a atender por turnos a sus clientes.

 

Durante toda la semana, los gestores de ambas entidades, controladas en los dos casos por la familia Botín, irán despachando con sus clientes, todos ellos pertenecientes a un perfil exclusivo, de muy altos patrimonios. Según han explicado algunos de los afectados a este diario, se han establecido turnos hasta el próximo lunes para explicar lo sucedido y las legales que se pueden emprender.

En el caso del Santander, la exposición de su plataforma comercializadora Optimal es de 2.300 millones de euros. De esta cantidad, sólo 17 millones afectan al balance del banco, de manera que las potenciales pérdidas por la estafa quedan ligadas directamente a la inversión de los clientes. Como ocurrió recientemente con la quiebra de Lehman, los clientes del banco, entonces de Banif, tendrán que negociar posibles compensaciones.

Algo parecido ocurre con Morenés y Botín, firma de asesoramiento creada por los financieros Guillermo Morenés (marido de Ana Patricia Botín) y Javier Botín (hijo menor de Emilio Botín) ha reconocido una exposición para sus clientes de 152 millones. En este caso, el perfil de clientes de estas boutiques suele circunscribirse al círculo de friends and family, y a su vez a los círculos de relaciones que estos generan.

Como ha ocurrido con Fairfield Greenwich, la firma dirigida por el colombiano Andrés Piedrahita que también comercializó el fondo de Madoff en España, algunos de los gestores o comerciales de Morenés y Botín (M&B) han sido otras víctimas de la estafa. Es el caso de Javier Soto y Fitz-James Stuart, representante de la boutique, que tenía gran parte de su fortuna invertida en este producto.

Al contrario que en otros casos, la estrecha relación social, bien de amistad o incluso familiar, entre los comercializadores del producto y los inversores finales ha creado una situación de extraordinaria tensión. “Es probable que no recupere mi millón de euros, pero desde luego ellos me han perdido como cliente y amigo”, explica uno de los afectados consultados por este diario.