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El crédito bancario no será la solución a los desafíos de la crisis del coronavirus
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Se endurecen las condiciones

El crédito bancario no será la solución a los desafíos de la crisis del coronavirus

Fiar la salida de la crisis, sin más, al flujo crediticio probablemente se revelará como una estrategia fallida, tal y como se viene mostrando desde hace años

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El crédito bancario no sacará a España del atolladero en el que la ha sumido la crisis del coronavirus. La última encuesta de préstamos bancarios elaborada por el Banco de España evidencia que en el último trimestre de 2020 las entidades financieras endurecieron las condiciones para conceder financiación a empresas y a particulares (con la excepción del crédito hipotecario). El dato representa una evidencia más de que fiar la salida de la crisis, sin más, al flujo crediticio probablemente se revelará como una estrategia fallida, tal y como se viene mostrando desde hace años.

Desde que la pandemia comenzó a sacudir la región, tanto el Banco Central Europeo (BCE) como el Gobierno español han articulado distintas medidas encaminadas a lograr que la banca encuentre unas condiciones especialmente propicias para la concesión de crédito. Si el BCE ha puesto sobre la mesa una nueva ronda de subastas de liquidez (con condiciones recientemente mejoradas) por las que premia a los bancos más activos en la ampliación de sus carteras de préstamos, el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez ha hecho de los avales a los créditos de la banca a las empresas, a través del ICO, su principal herramienta de lucha contra los daños de la crisis.

Los bancos no están dispuestos a asumir más riesgos en un escenario tan incierto

No cabe juzgar como ineficaces ninguna de estas medidas. Y el 'boom' de préstamos que se registró en España en el segundo trimestre de 2020 es la mejor evidencia de su éxito. Pero transcurrido el primer embate del virus, en el que la lucha por la obtención de liquidez se convirtió en una cuestión crucial para miles de empresas de todas las condiciones y sectores, empieza a plasmarse en los datos que la oleada de crédito bancario es finita y que no será el pilar que soporte la recuperación de la economía.

Son dos las razones para llegar a esta conclusión. Por un lado, y como se refleja en la mencionada encuesta, los bancos no están dispuestos a asumir excesivos riesgos en un entorno económico tan incierto como el actual, en el que la amenaza de una avalancha de impagos sigue acrecentándose a medida que se aplaza la normalización de la actividad. El recuerdo de la pasada crisis y los sacrificios vividos en los años siguientes, con la carga que han supuesto en sus balances los excesos previos —en buena medida, aún sin purgar al completo— justifican la prudencia imperante entre los gestores del sector.

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Pero, incluso, cabe cuestionarse si un sector financiero más dispuesto a mantener abiertas de par en par las compuertas del crédito encontraría la suficiente demanda solvente. Pues una vez obtenidos los fondos necesarios para asegurar su supervivencia, es de prever que la mayor parte de las empresas (y de las familias) se muestren más remisas a solicitar nuevos créditos y pospongan sus planes de inversión, a la espera de un contexto que ofrezca mayor certeza sobre el futuro. Sobre todo, porque la situación generada por el coronavirus ya ha extremado los niveles de apalancamiento de empresas y familias, obligando a adoptar, a partir de ahora, posicionamientos más cautos.

Todos estos condicionantes subrayan la necesidad de los gobiernos de aproximarse a los desafíos de la crisis con un enfoque muy diferente al imperante hasta ahora. España ha sido, entre los países de su entorno, uno de los menos generosos a la hora de plantear medidas de respaldo a su tejido empresarial durante la crisis. Y más aún si se desgranan las ayudas directas de aquellas, basadas, como en la mayor parte de las medidas adoptadas por el Gobierno español, en garantías que solo supondrían un desembolso en circunstancias extremas.

La situación actual requiere ayudas directas más que al inicio de la crisis

La situación actual parece requerir ahora más que al principio de la crisis algún tipo de ayudas directas a unas empresas que, en muchos casos, se enfrentan a una nueva serie de restricciones sobre su negocio que amenazan con hacer caer a quienes ya sortearon el anterior mazazo con notables dificultades. Con la salvación que prometen las vacunas a varios trimestres vista, sería ciertamente perjudicial que los esfuerzos realizados hasta ahora para mantener vivo el tejido empresarial español acabaran descarrilando por la falta del respaldo necesario.

Son lógicos los reparos del Gobierno a encarar con recelos cualquier incremento sustancial de los gastos, dada la delicada posición financiera en que se encuentra el país. Pero las condiciones para afrontar esos gastos son hoy extraordinariamente favorables y tampoco puede pasarse por alto que llegar al momento de la recuperación con empresas y familias con unos balances lo más robustos posible supondría el mejor punto de partida para la esperada remontada de la economía nacional, una vez consigan aislarse los efectos del coronavirus. Y no conviene esperar que sea el crédito financiero el que cumpla esa misión.

El crédito bancario no sacará a España del atolladero en el que la ha sumido la crisis del coronavirus. La última encuesta de préstamos bancarios elaborada por el Banco de España evidencia que en el último trimestre de 2020 las entidades financieras endurecieron las condiciones para conceder financiación a empresas y a particulares (con la excepción del crédito hipotecario). El dato representa una evidencia más de que fiar la salida de la crisis, sin más, al flujo crediticio probablemente se revelará como una estrategia fallida, tal y como se viene mostrando desde hace años.

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