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Al compás de las olas durante la marea baja en la playa de Matalascañas
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Al compás de las olas durante la marea baja en la playa de Matalascañas

Esta pequeña porción de litoral a salvo de las edificaciones es un auténtico paraíso natural para las aves marinas, que rebuscan alimento entre los guijarros sorteando el vaivén del mar

Foto: Correlimos en una playa. (Unsplash/@outtbdoors)
Correlimos en una playa. (Unsplash/@outtbdoors)

Correlimos, charranes y gaviotas recorren la línea mareal de la playa de Matalascañas. Tienen suerte, viven en uno de los pocos tramos de costa libre de edificaciones y carreteras. Treinta kilómetros de arenas limpias entre el océano y las dunas que delimitan las marismas del Guadalquivir, en Doñana.

Durante la marea baja, las aves costeras esquivan las olas en la estrecha franja en la que el agua va y viene. Los correlimos tridáctilos rebuscan con el pico entre los guijarros, bajo la arena empapada, caminan por una línea continua y sinuosa. Buscan y esquivan a la vez el frente de las olas y su marcha, acelerada, a saltos, parece impulsada por un mecanismo de cuerda.

En una barra de arena formada entre las olas y una charca mareal sestean unos charranes patinegros, mientras se acicalan el plumaje con su largo pico negro delicadamente rematado por una punta amarilla. Sus voces, como las de los correlimos, son una serie de silbidos y carraspeos líquidos, agudos, acústicamente diseñados para sobreponerse por encima del bramido permanente del mar.

Por toda la playa se escuchan las letanías de las gaviotas patiamarillas, de algunas sombrías y las voces más roncas de las gaviotas de Audouin. Un caso extraño el de estas últimas, de distribución más mediterránea, tan raras que, por no tener, no tenían ni nombre vulgar y los ornitólogos recurrieron a un cultismo. Por las razones que sean -y deben ser extraordinarias, dada la tendencia general de la mayoría de las aves-, la especie lleva ya varios años de crecimiento sostenido y estas elegantes aves de pico rojo y plumaje color perla sobrevuelan en gran número la playa de Doñana.

Correlimos, charranes y gaviotas recorren la línea mareal de la playa de Matalascañas. Tienen suerte, viven en uno de los pocos tramos de costa libre de edificaciones y carreteras. Treinta kilómetros de arenas limpias entre el océano y las dunas que delimitan las marismas del Guadalquivir, en Doñana.

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