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La gestión de los residuos nucleares es una clara hipoteca para las generaciones futuras
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La gestión de los residuos nucleares es una clara hipoteca para las generaciones futuras

La intención de la CE de considerar la nuclear (y el gas fósil) como energía verde ha desatado un gran debate. La peligrosidad de los residuos radioactivos y su elevado coste de almacenamiento refutan la propuesta

Foto: Central nuclear de Grohnde, en Alemania. (EFE/Focke Strangmann)
Central nuclear de Grohnde, en Alemania. (EFE/Focke Strangmann)

La propuesta de la Comisión Europea para incluir a la energía nuclear y al gas fósil en su nueva taxonomía verde está levantando ampollas en todos los países. No es para menos. Lo que se pretende es que esas dos tecnologías se consideren sostenibles o verdes y puedan recibir inversión para la transición ecológica. La propuesta es etiquetar de “verde” a las nucleares que reciban el permiso de construcción antes de 2045 y al gas fósil “con bajas emisiones” en 2035.

No es una decisión definitiva. El texto final deberá aprobarse a mediados de enero por mayoría simple en la Eurocámara y por mayoría cualificada en el Consejo, aprobándose al menos por 20 países de la UE y que representen al 65% de la población. Muchos expertos las apoyan como energías de transición hoy en día, pero no de futuro, siendo un riesgo promover inversiones en tecnologías extremadamente caras, con ciertos riesgos y contaminantes cuando el objetivo es alcanzar la descarbonización cuanto antes y con el menor coste económico posible.

En el caso de España, la nuclear tiene un largo recorrido en el debate político por su cierre programado para 2035, con posicionamientos tanto a favor y en contra de una tecnología que, actualmente, produce alrededor del 23% de nuestra electricidad. Lo que es una evidencia, más allá del elevadísimo coste de construir una nueva central nuclear (del orden de 4.000-5.000 millones de euros por 1 GW de potencia instalada), es la hipoteca que supone la gestión de sus residuos radioactivos.

La huella de los residuos radioactivos

La nuclear tiene una huella de residuos radioactivos nada desdeñable, así como la inversión realizada para su gestión por parte de Enresa, la entidad pública empresarial española que se hace cargo de la gestión, recogida, transporte y almacenamiento de los residuos radiactivos generados en España. Unos residuos extremadamente peligrosos para la salud, en función de su actividad radioactiva y periodos de desintegración.

placeholder Manifestación en Tarancón, contra el cementerio nuclear de Villar de Cañas (Cuenca). (EFE/Santiago Torralba)
Manifestación en Tarancón, contra el cementerio nuclear de Villar de Cañas (Cuenca). (EFE/Santiago Torralba)

Según su memoria anual de 2020, los residuos de muy baja, baja y media actividad (RBMA)- periodo de semidesintegración corto o medio (inferior a 30 años)- se almacenan en el Centro de Almacenamiento de El Cabril. Ese mismo año se almacenaron un volumen total de 2.374,57 m³ de este tipo de residuos, de los cuales 2.277,35 m³ procedieron de instalaciones nucleares.

Foto: La central nuclear de Cofrentes, en Valencia. (EFE/Kai Försterling)

La gestión del combustible gastado y los residuos de alta actividad (RAA y RE) -- cuyo periodo de desintegración supera, de lejos, los miles de años- se realiza en España en las piscinas o en almacenes temporales de las propias centrales nucleares hasta que el 7º Plan General de Residuos Radiactivos (actualmente en tramitación) defina su estrategia. Según el inventario nacional realizado por Enresa, con la última actualización de 2018, en España se generó un volumen de 7.500 m3 de residuos RAA y RE.

La gran hipoteca nuclear

Según el informe anual de Enresa de 2020, y con la evaluación contenida en el 6º Plan de Gestión de Residuos, la gestión de los residuos generados supondrá 15.195 millones de euros desde 2021 hasta 2100, desconociendo qué sucederá a partir de dicha fecha. Una parte procede de la “tasa Enresa”, por la cual los titulares de las centrales nucleares pagan a esta por la gestión de los residuos nucleares y del combustible gastado. Por ende, esa porción de la gestión la pagamos todos los consumidores eléctricos a través de la factura.

placeholder Central nuclear de Vandellós II en Tarragona. (EFE/Jaume Sellart)
Central nuclear de Vandellós II en Tarragona. (EFE/Jaume Sellart)

Regulada a través de la Ley 54/1997 del Sector Eléctrico, el Gobierno elevó en 2019 esta tasa en un 19,28%, alcanzando el pago de la prestación los 7,98 euros por cada MWh generado en las centrales nucleares. Esta tasa no había sido revisada desde 2010. La nueva revisión conlleva, unida a otras tasas, que los ingresos netos anuales de Enresa alcanzaran en 2020 los 468 millones. Todo ello no se destina solo a la gestión de los residuos, sino también al desmantelamiento de las instalaciones y asignaciones presupuestarios a los municipios donde se ubican las centrales nucleares, entre otros.

Foto: Planta de energía de gas natural (EFE)

Además, según la memoria de 2020 de Enresa, una parte de los residuos (los de Vandellós I) se exportaron a Francia, pagándoles por su acumulación. Enresa pagó a la francesa Orano, por almacenar y custodiar los residuos en su planta de La Hague, un total de 96 millones de euros pertenecientes a una fianza diaria de 76.618 euros. Dicho importe ya alcanza en 2021 los 110 millones de euros.

El problema es que tardarán en volver, aunque se prevea que sea en 2028. Fue polémico el proyecto del Almacén Temporal Centralizado (ATC) de Villar de Cañas, iniciado en el 2012 y paralizado en 2018 por la Secretaría de Estado de Energía. El ATC, o como se le denomina en ciertos ámbitos, el “cementerio nuclear”, no salió a delante por diversos motivos, tanto por la inversión necesaria de 972 millones de euros como por el rechazo autonómico.

placeholder Acción de denuncia en Seul sobre los efectos nocivos de los residuos nucleares (EFE)
Acción de denuncia en Seul sobre los efectos nocivos de los residuos nucleares (EFE)

A pesar de no estar planificada ninguna nueva central nuclear en España, no solo hay que tener en cuenta el desorbitado coste de construcción si se compara con las renovables, sino los peligros y la hipoteca que suponen los residuos para las generaciones futuras.

Este texto ha sido revisado y corregido debido a unas declaraciones erróneas de la Ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera que recogía la primera versión. 

La propuesta de la Comisión Europea para incluir a la energía nuclear y al gas fósil en su nueva taxonomía verde está levantando ampollas en todos los países. No es para menos. Lo que se pretende es que esas dos tecnologías se consideren sostenibles o verdes y puedan recibir inversión para la transición ecológica. La propuesta es etiquetar de “verde” a las nucleares que reciban el permiso de construcción antes de 2045 y al gas fósil “con bajas emisiones” en 2035.

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