Aunque tu abogado no lo reconozca, es muy probable que consulte tu caso en ChatGPT
A pesar de la bisoñez de las herramientas de inteligencia artificial, un estudio revela que uno de cada tres abogados ya ha navegado por ellas; la mayoría, para documentarse para los casos
En la primera década de los dos mil, tras el boom de Wikipedia, pocos periodistas admitían emplearla como fuente de información. "Todo el mundo sabe que no es una fuente fiable" o "vete tú a saber quién ha editado la entrada" eran los argumentos más esgrimidos en las redacciones para demostrar que, por muy rápidas y accesibles que se mostraran las entradas de la enciclopedia digital, siempre entre los primeros resultados de Google, uno era un profesional leal a los principios deontológicos. Sin embargo, tras esas grandes palabras, lo cierto es que la gran mayoría sucumbía a la practicidad de la herramienta. Con las precauciones debidas, eso sí, pero sin renunciar a un recurso que, a medida que mejoraba como fuente de datos e información, se iba convirtiendo en un instrumento cada vez más útil. Pues bien, algo similar puede estar ocurriendo ahora con ChatGPT y los abogados.
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A pocos clientes les gustaría pensar que su abogado resuelve su caso apoyándose en ChatGPT, cuya actual versión está entrenada con datos hasta 2021 o que, aún peor, entre sus respuestas cuela las denominadas alucinaciones, textos con apariencia de ser verídicos, precisos y coherentes, pero que, sin embargo, no se basan en datos ni conocimientos reales ni verificables. Sin embargo, apenas seis meses después del lanzamiento, uno de cada tres letrados admite que ha utilizado ya herramientas de inteligencia artificial (IA) generativa. En concreto, el 36%, cuatro puntos más que el conjunto de los ciudadanos, en el 32%, según el estudio Generative AI & the Legal Profession 2023, de la consultora LexisNexis, elaborado encuestando a más de 4.000 personas entre abogados, estudiantes de Derecho y clientes.
Los autores del informe se sorprenden de que el grado de conocimiento de los abogados respecto de la existencia de las herramientas de IA generativa es muy superior al del conjunto de la población. De hecho, el 86% de los letrados —sin diferencias significativas entre los asesores externos y los in house— respondió estar al tanto de estos instrumentos, casi 30 puntos más que entre los ciudadanos en general (59%).
El principal uso que le dan los letrados que ya se apoyan en ChatGPT es la investigación y documentación, seis de cada 10, seguido de la redacción de documentos, casi la mitad. Cerca del 40% le pide a la herramienta que redacte algunos e-mails y uno de cada cuatro lo usa a modo de Wikipedia jurídico: para entender conceptos legales. Sorprende, aunque todavía es un uso muy minoritario, que hay incluso quien diseña su estrategia procesal apoyándose en los consejos de la inteligencia artificial. Otras peticiones que se le realizan a la máquina son el análisis de documentos y la realización de due diligences.
No obstante, fieles al conservadurismo que suele atribuirse a la profesión —o quizá por falta de conocimiento para prever el alcance de la revolución que está por venir—, los letrados son algo más que escépticos ante el impacto que la IA generativa tendrá en la abogacía. Solo cuatro de cada 10 consideran que implicará avances relevantes en su ejercicio; el 10% cree que tendrá un gran impacto transformador, y el 29% piensa que su influencia será significativa. La mitad de los encuestados, en cambio, cree que cambiará "algo", mientras que el 11% responde que "muy poco".
Al ser preguntados sobre si ese impacto será positivo o negativo, más escepticismo o, incluso, pesimismo. Solo el 13% cree que las aportaciones de ChatGPT y sus iguales serán buenas para el ejercicio profesional. Seis de cada 10 creen que habrá consecuencias en ambos sentidos y el 16% dice que tendrá consecuencias negativas. No tiene clara su respuesta el 7%.
¿Cuál será su uso?
Los usos en los que los abogados encuestados consideran que la IA será determinante en el futuro no varían en exceso respecto de las utilidades en las que ya la están empleando. La función en la que los profesionales consideran que será más valiosa (así lo cree el 59%) es en la investigación y documentación para los asuntos. En los próximos años, además, se incrementará su papel en la redacción de documentos jurídicos (para más del 50%), en el análisis de los mismos (40%) y en la realización de due diligences (30%). También serán más los letrados que busquen en ChatGPT un socio para diseñar su estrategia procesal.
Finalmente, LexisNaxis pregunta a los encuestados si sienten preocupación por las implicaciones éticas que en la profesión puede tener el uso de ChatGPT por parte de los abogados. Solo el 13% no ve ningún problema en este sentido. En cambio, cinco de cada 10 dicen tener "alguna" preocupación; tres de cada 10 las califican de "significativas", y el 4% cree que son "fundamentales".
En relación con dicha cuestión, a nadie se le escapan los ejemplos en el mundo anglosajón de letrados que citaron casos ficticios, inventados por ChatGPT, y que ya han suscitado pronunciamientos y amonestaciones por parte de tribunales y autoridades de la abogacía en algunos países. Quizás el más conocido es la sanción de 5.000 dólares impuesta por un juzgado de Nueva York a varios abogados de dicha jurisdicción que se refirieron a casos no reales, creados por la herramienta.
Junto con ser víctimas de las alucinaciones o de informaciones incompletas o desactualizadas, no obstante, ChatGPT y similares también plantean en la abogacía problemas vinculados con la confidencialidad de los datos e información de los clientes introducidos en la herramienta; la responsabilidad respecto de la toma de decisiones apoyadas en la IA; la transparencia sobre su uso, o la necesidad de supervisión de todo lo que genere la máquina, entre otros factores.
En la primera década de los dos mil, tras el boom de Wikipedia, pocos periodistas admitían emplearla como fuente de información. "Todo el mundo sabe que no es una fuente fiable" o "vete tú a saber quién ha editado la entrada" eran los argumentos más esgrimidos en las redacciones para demostrar que, por muy rápidas y accesibles que se mostraran las entradas de la enciclopedia digital, siempre entre los primeros resultados de Google, uno era un profesional leal a los principios deontológicos. Sin embargo, tras esas grandes palabras, lo cierto es que la gran mayoría sucumbía a la practicidad de la herramienta. Con las precauciones debidas, eso sí, pero sin renunciar a un recurso que, a medida que mejoraba como fuente de datos e información, se iba convirtiendo en un instrumento cada vez más útil. Pues bien, algo similar puede estar ocurriendo ahora con ChatGPT y los abogados.