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¿Abogados con chips en el cerebro? Una idea para evitar que te reemplacen por un robot
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La teoría del Colegio de Abogados de UK

¿Abogados con chips en el cerebro? Una idea para evitar que te reemplacen por un robot

Un informe de la Law Society defiende la posibilidad de que, de aquí a unos años, los letrados puedan implantarse microchips para ser más eficientes. Pero ¿hasta qué punto es un escenario factible?

Foto: Exposición 'Cerebro(s)'. (EFE/Enric Fontcuberta)
Exposición 'Cerebro(s)'. (EFE/Enric Fontcuberta)
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¿Se imagina que, en un futuro no muy lejano, los abogados pudieran implantarse un chip en el cerebro que les ayudara a recordar con facilidad todos los códigos y leyes? ¿O que, en vez de cobrar por horas a sus clientes, pudieran hacerlo según el tiempo que han estado realmente concentrados en su asunto? Aunque pueda parecer el argumento de una novela de ciencia ficción, este planteamiento procede de la Law Society, el organismo que regula la profesión de la abogacía en Inglaterra y Gales. En un informe publicado en agosto de este año llamado 'Neurotechnology, law and the legal profession', la institución aborda los retos y oportunidades que ofrece la neurociencia a los profesionales del sector legal, entre los que destaca la posibilidad de mejorar sus capacidades a través de implantes digitales. De este modo, señala el estudio, los letrados podrán adelantarse a los avances tecnológicos que amenazan su existencia.

El documento, firmado por Allan McCay, abogado y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sídney, asegura que, en un futuro no muy lejano, algunos abogados podrían valerse de esta tecnología para mejorar su rendimiento en el trabajo y obtener, de este modo, una ventaja sobre sus competidores. "Tal vez sean los mismos clientes los que trasladen la presión para que lo hagan", aventura. Incluso, podrían utilizar estos sistemas para promocionar con más rapidez. En la misma línea, el autor cree que un eventual desarrollo de sistemas de monitorización de la atención podría revolucionar la forma de pago de los despachos, pasando de un modelo de horas facturables a otro de 'atención facturable'.

¿Es este escenario una mera fantasía del autor o se trata de una posibilidad real en un futuro no tan lejano? Lo cierto es que, por el momento, el desarrollo de la neurotecnología a nivel global está todavía en pañales. Según se indica en el 'paper', la mayor parte de las iniciativas empresariales se centra en áreas relacionadas con el mundo de la salud. Así, por ejemplo, algunas compañías estudian la aplicación de esta ciencia para tratar la depresión, la demencia, la claustrofobia, el párkinson, la sordera y otros problemas de salud.

Foto: Un robot manejando un ordenador. (iStock)

A pesar de ello, Jorge Moreno, secretario de la Fundación de la Inteligencia Artificial Legaltech, considera que, a día de hoy, no se puede descartar ningún escenario. "La tecnología ha vivido un desarrollo brutal en los últimos años y ha posibilitado opciones que hace 10, 20 o 40 años eran inimaginables", indica. De hecho, el informe cita dos ejemplos de desarrollo en neurociencia fuera del ámbito de la salud.

El primero, la iniciativa que se llevó a cabo en una escuela primaria de China en 2019. La prueba consistía en colocar un dispositivo (similar a un casco) en la cabeza de los alumnos que monitoreaba sus ondas cerebrales para medir su atención en cada momento. El proyecto, sin embargo, se detuvo tras las numerosas quejas que recibió el colegio por parte de los padres, según informó 'The Guardian'. En segundo lugar, menciona la presentación el año pasado de MN8, un producto enfocado para las empresas y desarrollado por la compañía estadounidense Emotiv. Se trata de un auricular con sensores integrados que rastrea la actividad cerebral de los empleados para determinar su nivel de estrés y atención mientras están trabajando.

La empresa Emotiv ha desarrollado unos auriculares que miden el nivel de estrés y de atención del empleado

Este letrado de profesión admite que esta tecnología podría llegar a existir, pero duda que pueda acabar siendo utilizada en los despachos de abogados o en cualquier ambiente laboral. "La finalidad con la que se utilizarán estas herramientas es importante. Si el objetivo es evitar ataques epilépticos o prevenir alguna enfermedad mental, se considera éticamente aceptable. Pero usarlas para mejorar las capacidades de abogados o deportistas de élite, por ejemplo, puede acabar limitando el libre albedrío", reflexiona.

En la misma línea se pronuncia Jorge Morell, abogado y fundador del despacho Legaltechies. "Lo que plantean es futurista en parte; es decir, podría darse, pero en un escenario a décadas vista", matiza el abogado, que coincide en que la aplicación de este tipo de herramientas para una finalidad distinta a la sanitaria genera ciertos interrogantes desde el punto de vista ético. Una opinión que también comparten desde la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. "Estas herramientas tienen el potencial de ofrecer al ser humano una mejor calidad de vida, mayor productividad y mejoras médicas y asistenciales hasta ahora no conocidas. Pero el hecho de que exista una influencia sobre la propia conciencia de las personas traerá consigo una serie de amenazas que obligarán a imponer límites a la influencia que esta tecnología pueda ejercer sobre la toma de decisiones humanas".

Foto: Esquema del implante de un dispositivo de estimulación cerebral profunda. (Health Science Center)

Ahora bien, si algo tiene claro Morell es que, en el momento en que exista una tecnología que permita tener más memoria o mantener la concentración, "a los abogados les interesará", remata.

Nicho de negocio para los bufetes

Independientemente de si los implantes cerebrales se acabarán convirtiendo en una realidad en los bufetes, los expertos consultados por El Confidencial coinciden en una cuestión, y es que la neurociencia es una importante oportunidad de negocio para los despachos de abogados. Al fin y al cabo, se trata de un campo con muchas implicaciones éticas —y, por ende, jurídicas—, pero sobre el que todavía no se han elaborado leyes concretas. Se abre, por tanto, un nuevo campo en el que las firmas pueden especializarse y asesorar a las compañías que desarrollen este tipo de productos.

Foto: Foto: iStock.

Un claro ejemplo de ello es Baker McKenzie. Patricia Pérez, directora de equipo del área de tecnologías en la oficina de Madrid, confiesa que desde el despacho ya están recibiendo consultas sobre el desarrollo a futuro de esta tecnología. "Para las empresas, apoyarse en profesionales jurídicos es vital. Aunque no exista una regulación específica, la normativa actual ya contiene algunos principios generales que serán de aplicación en este ámbito, y eso es muy útil para las compañías, porque les ayuda a saber por dónde avanzar", razona.

En Bird & Bird, por su parte, han ido más allá y canalizan el asesoramiento sobre esta materia a través del equipo Life & Science, formado por abogados de diferentes países. Entre sus clientes actuales se encuentran varias organizaciones internacionales como el Dementia Discovery Fund, Domain Therapeutics, Prexton Therapeutics o NextMind, entre otras. Los profesionales que componen el grupo están, además, especializados en distintas ramas del derecho. "El objetivo es dar un enfoque sectorial y a la vez global", detalla Joaquín Muñoz, miembro del grupo y socio responsable del área comercial y de protección de datos del bufete en Madrid.

Una de las áreas más demandadas por estas empresas, relata el letrado, es la propiedad intelectual. "La innovación aquí es vital. Las compañías tienen como prioridad proteger sus invenciones, ya no solo la del producto una vez sale al mercado, sino también cada una de las fases de desarrollo", subraya. Asimismo, el socio revela que hay mucho movimiento en el área de M&A. "En España, hay muchas 'startups' especializadas en el desarrollo de alguna fase concreta del proceso. Por ejemplo, la creación de chips o procesadores", describe. Estas son absorbidas por las grandes empresas internacionales que se encargan del producto final.

Las compañías demandan mucho asesoramiento en materia de propiedad intelectual y M&A

Por otro lado, Muñoz destaca las implicaciones en materia de protección de datos, que ganan especial importancia en el ámbito de la salud (como ocurre en este caso). Y por último, las cuestiones administrativas. "Para desarrollar cualquier invención en el ámbito sanitario necesitas muchos permisos. Ya no para lanzar un producto, sino simplemente para llevar a cabo pruebas", comenta. Una labor ya de por sí compleja, pero a la que se suma un reto extra: el hecho de que el producto que se lanza no es un medicamento, como suele ser habitual en este campo, "sino que ahora puede ser un 'software' o una 'app", apunta el abogado.

Nuevas leyes vs. antiguas

Más allá de las oportunidades que presenta la neurociencia para los profesionales jurídicos, el informe también enumera una gran cantidad de desafíos legales. Por ejemplo, qué ocurre si una persona sufre daños a raíz de la incorporación de un microchip. ¿Quién sería el responsable? ¿Y si un 'hacker' piratea el dispositivo de un tercero y le obliga a cometer una infracción? O, incluso, ¿podrían los tribunales obligar a usar implantes especiales a los delincuentes para monitorizar sus pensamientos y evitar de este modo que no reincidan?

Para hacer frente a todas estas cuestiones, los juristas se debaten entre dos posturas. Por un lado, se encuentran aquellos que creen que la normativa actual no está preparada para los nuevos planteamientos que generará el desarrollo de esta tecnología y abogan por impulsar iniciativas legislativas enfocadas específicamente a esta realidad. Entre ellos se encuentra el español Rafael Yuste, catedrático en la Universidad de Columbia y una de las principales figuras a nivel mundial sobre implicaciones jurídicas de la neurociencia. A través de su Fundación de Neuroderechos, con sede en Nueva York, este letrado lucha por el reconocimiento de nuevos derechos, como el de la identidad personal, el libre albedrío, la intimidad mental o la protección contra la discriminación algorítmica, entre otros.

Foto: Graduación en la Universidad de Yale. (iStock)

Por otro lado, otros letrados opinan que las leyes actuales contienen una base jurídica suficiente para abordar los retos de la neurotecnología. Uno de ellos es Borja Adusara, especialista en derecho digital. "Es habitual escuchar que hay un vacío legal en este campo, pero no es verdad", asevera. En su lugar, matiza, hay una ausencia de regulación específica, pero ello no implica que no exista un marco legal al que atenerse. "Nuestro ordenamiento prevé una serie de principios generales que pueden servir para resolver algunas de las cuestiones que se plantean", asegura.

En su opinión, los Estados no deberían impulsar regulaciones, no solo porque no son estrictamente necesarias, sino también porque pueden resultar perjudiciales para el desarrollo de esta industria. "Fijar límites legales en un momento tan embrionario podría actuar como un tope a la innovación. No hay que regularlo todo", insiste.

¿Se imagina que, en un futuro no muy lejano, los abogados pudieran implantarse un chip en el cerebro que les ayudara a recordar con facilidad todos los códigos y leyes? ¿O que, en vez de cobrar por horas a sus clientes, pudieran hacerlo según el tiempo que han estado realmente concentrados en su asunto? Aunque pueda parecer el argumento de una novela de ciencia ficción, este planteamiento procede de la Law Society, el organismo que regula la profesión de la abogacía en Inglaterra y Gales. En un informe publicado en agosto de este año llamado 'Neurotechnology, law and the legal profession', la institución aborda los retos y oportunidades que ofrece la neurociencia a los profesionales del sector legal, entre los que destaca la posibilidad de mejorar sus capacidades a través de implantes digitales. De este modo, señala el estudio, los letrados podrán adelantarse a los avances tecnológicos que amenazan su existencia.

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