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El gran temor de los porteros de finca lleva escoba y ya no son los vecinos ni sus caprichos: "Nos extinguimos"
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LOS PORTEROS Y EL TIEMPO

El gran temor de los porteros de finca lleva escoba y ya no son los vecinos ni sus caprichos: "Nos extinguimos"

Hablamos con algunos de los porteros que llevan trabajando toda su vida en las fincas de Madrid. Se calcula que resisten unos 15.000 y aquí explican cómo ha cambiado su día a día con el paso de los años

Foto: Portero de Malasaña. (L. Franco)
Portero de Malasaña. (L. Franco)

Ángel López, de 46 años, lleva 10 como portero, pero tiene miedo de no poderse jubilar en su edificio. Cada vez más fincas de la calle están cambiando a los porteros por empresas de limpieza: "Me asusta pensar en que no me voy a poder jubilar en mi oficio".

Es un día de Navidad y López está esperando frente a una conocida inmobiliaria madrileña que tiene una lista de más de 800 porteros y conserjes a los cuales, en estas fechas, ha ido llamando para que pasen a recoger un pequeño detalle. Entre las inmobiliarias, estos profesionales están muy cotizados, ya que saben qué inmuebles se van quedando vacíos y, por ende, son susceptibles de entrar en el mercado inmobiliario.

Los porteros van entrando al local en pequeños grupos a reclamar su regalo. Llegan con sus compañeros de otros edificios de la misma calle, los mismos que se encuentran en el bar, limpiando las fincas y sacando los cubos de basura. Todos han visto a lo largo de los años que los que se van jubilando no han sido reemplazados y que su trabajo está en peligro de extinción.

Foto: Ilustración: Emma Esser

El sindicato del gremio calcula que existen 15.000 porteros en toda la Comunidad, 5.000 menos que hace 10 años. Uno de ellos es Basilio M., de 63 años, que lleva en la misma finca alrededor de 20.

"Es una profesión muy fácil, pero tienes que saber tener mucho tacto con la gente, y eso no lo tiene todo el mundo", asegura este portero, que sabe lo complejos que pueden llegar a ser sus vecinos. Cuenta que en todos estos años lo peor que le ha pasado es haber tenido un suicidio en el edificio: "Son cosas que te marcan", asegura.

Llegó al oficio por recomendación de un familiar. Antes, explica, el puesto de portero se heredaba o se cedía: era raro echar un curriculum para trabajar como portero. Sin embargo, cada vez quedan menos que vivan en las fincas, por lo que la figura del conserje va ganando terreno: "Los porteros estamos 24 horas disponibles, vivimos en el edificio. El conserje va y viene, tiene un horario y más libertad. Nos estamos extinguiendo".

Foto: El Roscón de los Javieres Cocheteux. (Cedida)

Ramón Mora lleva 22 años siendo conserje en una finca en Moncloa. Sale todos los días a las 6.30 horas de su casa en San Sebastián de los Reyes. Llega a las 7.30 horas, recoge los cubos de basura, se cambia y se pone a limpiar a las 8.30 horas. A las 10 de la mañana hace un pequeño descanso para desayunar y después se sienta a esperar al cartero. Por la tarde, después de comer, ayuda con el mantenimiento de la finca, saca los cubos y se va a su casa a las 20.00 horas.

A pesar de lo aparentemente monótono de sus tareas, cuenta que cada día es diferente porque cada vez surgen problemas distintos. Para Mora, ser conserje es un trabajo muy tranquilo, aunque también sabe lo retador es el trato con la gente: "Hay que tener mucho cuidado, la gente puede ser muy buena pero también muy complicada".

"Me asusta pensar en que no me voy a poder jubilar en mi oficio", relata Ángel

Como detalla Mora, los vecinos de su finca han cambiado mucho a lo largo de estas décadas, al igual que su trabajo. Ahora recibe más paquetes de Amazon y menos cartas, y conoce menos a la gente que vive en el edificio porque muchos se mudaron ya y los vecinos de toda la vida se han ido muriendo. "Antes llegaban las fiestas y te hinchabas a propinas, ahora muchos edificios se han llenado de pisos turísticos y nadie se conoce, por lo que ya casi nadie se acuerda de dar propina al portero", asegura.

Foto: Miguel Valero posa en el cementerio de La Almudena. (A. M. V.)
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Uno de los portavoces del sindicato UGT del gremio explica que antes los porteros eran las personas que estaban siempre en la recepción de las fincas y que vivían en el edificio, pero esto ha ido cambiando mucho a lo largo de los años. "Sus funciones han cambiado, pero el convenio colectivo de los empleados de fincas urbanas llevaba sin negociarse desde 2003 hasta este verano. No había con quién negociar. Ahora, por fin, hemos podido actualizar el salario y definir las nuevas funciones", asegura este portavoz. Gracias a esto, los porteros de Madrid cobran 1.250 euros más los pluses según las funciones extras que desarrollan en sus fincas.

Donde más porteros quedan es en edificios del centro de Madrid de renta alta. "En el extrarradio es muy raro que una finca tenga portero. Ahora, las grandes urbanizaciones lo que hacen es que optan por contratar servicios de vigilancia y limpieza externos", aseguran desde el sindicato.

"El oficio se seguirá transformando cada vez más en una figura parecida a la de un vigilante. Y a la larga, va a desaparecer. Hace 30 años éramos un vecino más y el trato era muy cercano, y ahora nos conformamos con ser un trabajador de la finca", asegura José C., de 65 años, que lleva 45 trabajando en un edificio en la calle San Vicente Ferrer, en el madrileño barrio de Malasaña.

"Hay mucha gente muy sola que no tiene con quien hablar, y nosotras hacemos de confesionario", asegura Mercedes

Mercedes, de 55 años, y Rogelia, de 57, llegan juntas a recoger sus cestas de Navidad a la inmobiliaria. Las dos trabajan como porteras desde hace 30 años en dos edificios que están uno enfrente del otro en Chamberí. De todo lo que han tenido que vivir durante este tiempo, subrayan el amor de sus vecinos, sobre todo de los que se han ido y todavía, después de años, les siguen escribiendo y las van a visitar.

Muchas de las personas mayores de la finca, que todavía reciben el trato de doña y don, solo hablan durante el día con su portera. "Hay mucha gente muy sola que no tiene con quien hablar, y nosotras hacemos de confesionario", asegura Mercedes. Con los años, han aprendido que lo más necesitan sus vecinos es alguien a quien dar los buenos días.

Ángel López, de 46 años, lleva 10 como portero, pero tiene miedo de no poderse jubilar en su edificio. Cada vez más fincas de la calle están cambiando a los porteros por empresas de limpieza: "Me asusta pensar en que no me voy a poder jubilar en mi oficio".

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