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Una tarde haciendo 'puppy' yoga, la última y polémica moda que conquista el Madrid de la milla de oro
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Una tarde haciendo 'puppy' yoga, la última y polémica moda que conquista el Madrid de la milla de oro

La práctica ya es viral en Reino Unido y Francia y acaba de aterrizar en la capital. Sin embargo, despierta recelos entre los expertos y abogados: "Va en contra del espíritu que tiene la ley de bienestar animal"

Foto: Clase de 'puppy' yoga en el barrio de Salamanca. (Cedidas)
Clase de 'puppy' yoga en el barrio de Salamanca. (Cedidas)

Es domingo y hay una mujer echando gel antibacteriano a la entrada del Fitclub Collective, un centro de fitness y bienestar boutique en el corazón del barrio de Salamanca, en Madrid. Las indicaciones son claras: zapatos en la entrada y bolsos en los casilleros. Hay que cuidar a los perros, que duermen tranquilamente apelotonados en un pequeño corral situado a unos metros de la recepción.

Si la placidez fuese una imagen, difícilmente podría ser algo distinto a la estampa que conforman los nueve cachorros beagle de apenas unos meses de edad que descansan a pata suelta. El dueño del criadero explica a las personas que van llegando que necesitan hacerlo, como poco, entre clase y clase. Para esta hora, los perros ya han formado parte de la clase de yoga de las 10.30 horas y de las 12 horas. Les queda una clase a las 13.30 horas para terminar su jornada laboral.

María es monitora de yoga y desde hace unas semanas también lo es de una nueva tendencia que acaba de aterrizar en Madrid: el puppy yoga, una clase de estiramientos y relajación que se imparte mientras los cachorritos van de acá para allá haciendo de las suyas. Aunque haya quien pueda pensar que la mezcla de las dos cosas no tiene demasiado sentido, lo cierto es que el puppy yoga está conquistando la Milla de Oro.

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La monitora empieza la clase con un par de preguntas. La primera: ¿todos hablan español? Cinco de las 16 personas que componen la clase responden que no, por lo que María decide hablar durante la próxima hora en spanglish.

La segunda pregunta define buena parte del espíritu del puppy yoga.

—¿Todos han hecho yoga antes?

—No, yo solo estoy aquí por los perritos —responden varios alumnos, mientras ensayan una más que mejorable posición de la flor de loto, como si fueran una sola voz.

Ante las ganas que hay en el personal de pasar un rato con los cachorros, María empieza la clase advirtiendo que solo necesita que le presten atención durante 25 minutos. Después, llegarán los perros. "Y cuando lleguen, ustedes ya no me van a prestar atención", se dice a sí misma resignada.

placeholder Una joven haciendo yoga con un cachorro. (Cedida)
Una joven haciendo yoga con un cachorro. (Cedida)

La primera mitad de la sesión transcurre como una clase más de yoga para principiantes. Unos cuantos estiramientos, unos saludos al sol y alguna que otra postura difícil de lograr para la mayoría.

En la mitad de un ejercicio de flexibilidad en parejas, el dueño del criadero donde viven los perros empieza a soltarlos por todo el estudio de yoga. Los yoguis se olvidan entonces por completo de su práctica y centran toda su atención en conseguir el selfi perfecto con los cachorros. A 35 euros la hora, lo mínimo es conseguir unos cuantos likes en Instagram.

Agotada por tener que competir constantemente en atención con una jauría de cachorros que no pueden resultar más simpáticos, María claudica pronto. "La semana pasada me tocó decirles que si querían, no daba la clase porque nadie me prestaba atención. Se requiere de mucha paciencia", explica.

Foto: Diferencias y similitudes entre el yoga y el Pilates: ¿con cuál me quedo? (iStock)

Los perros de la clase de este domingo forman parte de tres diferentes camadas y nacieron en septiembre, explica el responsable. En el aula juegan, muerden los calcetines de la gente, orinan entre los mats de yoga y alguno, hasta pasa a mayores. Ante tanto alboroto, la profesora hace un último intento y propone un ejercicio: "Si todos entramos en un estado de relajación, los perros lo van a sentir y se van a calmar".

La idea de mezclar el yoga y los perros no es nueva. Se volvió tendencia hace unos años en Reino Unido y Francia, países que cuentan con múltiples estudios de yoga que llevan impartiendo este tipo de clases desde 2019. Afirman que contar con los perros hace que la práctica del yoga sea más gratificante. "Hay estudios que demuestran los beneficios que tienen los perros en la felicidad y relajación", asegura una de las impulsoras del negocio en España, Raquel Levy, de 20 años.

Levy conoció a sus socios, Roman Pitton, de 19 años, y Noam Azoulay, de 18, estudiando la carrera de Management en el Instituto de Empresas (IE). Una tarde, hablando, se dieron cuenta de que tanto Azoulay como Pitton habían tomado clases de puppy yoga por separado en Reino Unido y Francia: "Éramos sus mejores clientes. Nos encanta".

Allí nació la idea de traer el negocio a España. "Somos los primeros en hacerlo en Madrid y ya es viral", asegura Azoulay.

placeholder Estirando una pierna con un perro encima. (Cedida)
Estirando una pierna con un perro encima. (Cedida)

Ninguno habla muy bien español, pero eso no les ha impedido montar un interesante negocio desde cero. Primero consiguieron la colaboración con el centro de fitness donde dan las clases los fines de semana y después le propusieron a un criadero que entrara en el negocio.

"Somos un grupo de amigos que compartimos una profunda pasión, tanto por el yoga como por los perros. Nuestro viaje comenzó con la idea de introducir el maravilloso concepto del yoga con cachorros en la vibrante ciudad de Madrid", aseguran en su web desde donde se tiene que hacer la reserva para poder asistir a las clases.

Los primeros fines de semana se volvieron virales en redes sociales, por lo que decidieron restringir los cupos: ahora solo se pueden comprar entradas los viernes a las dos de la tarde. Tal es el éxito de las clases que ofertan estos tres jóvenes, que sin los cachorros pululando por ahí tan solo podrían ofrecer una clase convencional de una práctica, el yoga, cada vez más saturada.

Los perros vienen de un criadero en Toledo, donde están esperando para ser vendidos a sus nuevas familias. Todos están desparasitados y vacunados, como lo prueban los pasaportes con los que van a puppy yoga. "Como los perros solo se pueden entregar después de los tres meses, nos propusieron la idea y pensamos que sería una buena forma de aprovechar este tiempo", explica el encargado.

Foto: 4 posturas de yoga para ayudarte a bajar tripa. (Pexels/RF._.studio)

A la abogada Dulce Aguilera, experta en Derecho Animal, el negocio le despierta algún que otro recelo: "Este capricho está fomentando la cría de animales y va en contra del espíritu de la ley de Bienestar Animal", advierte. Además, recalca que "los perros en periodo de lactancia no son rentables para los criaderos, pero si el puppy yoga sigue creciendo en España, esto puede hacer que se críen más cachorros solo para esta práctica".

En Inglaterra, algunos estudios que ofertan estas clases han sido denunciados por maltratar a los perros dejándolos sin agua ni comida durante muchas horas para evitar que hagan sus necesidades durante las clases.

Los dueños de Puppy Yoga Madrid subrayan a este respecto que para ellos es fundamental el cuidado de los cachorros y que, por ello, toman todas las medidas necesarias para asegurar su bienestar.

Con todo, la práctica despierta dudas, incluso entre quienes acuden a clase: "Ay, qué belleza, yo quiero asistir más, aunque no sé si éticamente esté bien. ¿Qué hacen con los cachorros cuando ya no son bebés? ¿Se pueden adoptar?", se pregunta una clienta a la salida del centro.

La clase acaba sin que ninguno de los asistentes logre completar más de uno o dos movimientos sin distraerse con las mascotas. A nadie le supone el menor problema: en Puppy Yoga Madrid lo de menos es el yoga.

Es domingo y hay una mujer echando gel antibacteriano a la entrada del Fitclub Collective, un centro de fitness y bienestar boutique en el corazón del barrio de Salamanca, en Madrid. Las indicaciones son claras: zapatos en la entrada y bolsos en los casilleros. Hay que cuidar a los perros, que duermen tranquilamente apelotonados en un pequeño corral situado a unos metros de la recepción.

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