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Ni Italia ni Almería, los años en los que Madrid se convirtió en el Hollywood del Oeste
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'EUROWESTERN'

Ni Italia ni Almería, los años en los que Madrid se convirtió en el Hollywood del Oeste

Pese a que en el imaginario colectivo pervive Almería y no Madrid, la capital fue hasta hace poco la cuna olvidada del ‘spaghetti western’. Desde 1962 hasta 1978 se registraron más de doscientas películas

Foto: Fotograma de 'Por un puñado de dólares' en Hoyo de Manzanares
Fotograma de 'Por un puñado de dólares' en Hoyo de Manzanares

Cientosesenta y cinco pesetas. Casada y camino de sus cuarenta años, aquella cifra que fue amontonándose proyecto tras proyecto consiguió que Victorina Rosado se convirtiera en una mujer avanzada para su época. Su pelo largo y liso y sus rasgos filipino-franceses le aseguraron durante años una plaza en todos los castings de películas del Oeste. Era la india perfecta. Aunque también hizo de cantante, mexicana y hasta cocinera en las coproducciones con Italia. “Salía tanto que tenían que maquillarme para que pareciera otra, incluso en la misma película”, recuerda ya con casi 96 años en su casa de Hoyo de Manzanares.

No muchos lo saben, pero en este municipio madrileño de menos de 9.000 habitantes nació un género. En él se construyó la ‘Golden City’, el primer decorado permanente del Lejano Oeste en España, que fue escenario de más de setenta películas durante las décadas del franquismo desarrollista. Entre ellas, ‘Por un puñado de dólares’, el inicio de la Trilogía del Dólar, el auténtico punto de inflexión para el género ‘western’ europeo. Eulogio, vecino de Hoyo, aún rememora cuando vio rodar una de las escenas de la película de Sergio Leone teniendo apenas quince años. Entonces, cuenta, Clint Eastwood era bastante desconocido, pero él y otros chicos de su edad que participaban en las producciones como extras —a cambio de unos ahorros para las fiestas estivales y muchas horas de grabación— se quedaban atónitos con los revólveres y las persecuciones a caballo.

placeholder Victorina Rosado durante uno de los rodajes 'western' (Fotografía cedida)
Victorina Rosado durante uno de los rodajes 'western' (Fotografía cedida)

En aquella época, los habitantes de Hoyo trabajaban eminentemente en el campo. La llegada de cineastas y técnicos extranjeros al municipio supuso, como en otros, un gran impulso a su actividad económica. Demandaban vestuario, luces, decorados, comida, transporte y actores de reparto; y pagaban mejor que en el campo. Eulogio tan solo era un adolescente que se ganaba unas pesetas para el verano, pero para mujeres como Victorina aquellos rodajes le permitieron, años más tarde, abrir su propio negocio (y aprender algo de italiano). “Nos entendíamos como podíamos, ellos hablaban en su idioma y yo no hablaba ni patata”, relata Rosado, que les señalaba los platos con las manos y articulaba palabras que ya había escuchado antes: “¿mela?, ¿banana?”. La respuesta siempre era afirmativa. Con la comida uno siempre acaba por entenderse.

Aquellos fueron los inicios del ‘eurowestern’, más conocido como ‘spaghetti western’, que emergió como la opción más económica para replicar desde Europa los clásicos de Hollywood sobre la guerra de Secesión (1861-65), los enfrentamientos en la frontera con México, o las Guerras Indias entre colonos blancos y pueblos indígenas. Lo que entonces no imaginaron sus productores —en su mayoría italianos y españoles— es que estaban creando una variante que lo cambiaría todo. Aquel estreno en 1964 de un joven Sergio Leone marcó una nueva forma de hacer cine. Los filmes ya no eran una serie B de las hechas por Estados Unidos. Con esta trilogía nació un estilo, un lenguaje, una estrella (Clint Eastwood), un paradigma de director y la concepción de la banda sonora original como clave para emocionar al espectador. Leone, Eastwood y Morricone “más la iconografía que se genera en torno al puro, los personajes crueles, la violencia, el espacio-tiempo, el guardapolvos… Generan un antes y un después”, explica Víctor Matellano, director, crítico y autor de ‘¡Clint, dispara!’.

Desde 1962 hasta 1978 se rodaron más de doscientas películas en la comunidad, frente a las 156 de Almería

Además de la Trilogía del Dólar, también se rodaron otras obras como ‘Gringo’, ‘Tres hombres buenos’, o ‘El sheriff terrible’; y aunque la asociación popular al género es Almería y no Madrid, la capital fue hasta hace poco la cuna olvidada del ‘spaghetti western’. Desde 1962 hasta 1978 se registraron más de doscientas películas en la comunidad, frente a las 156 que acogió Almería. Pero el mito ya se había generado y la provincia andaluza ha pervivido en el imaginario colectivo como el escenario por excelencia del confrontamiento entre pistoleros y malhechores que protagonizaron actores de la talla de Henry Fonda o Charles Bronson. E incluso algunas películas grabadas en Ciempozuelos se decía que estaban rodadas en Almería, explica Matellano.

Entonces, esta era zona preferente de localización industrial y ofrecía una singularidad: los desérticos paisajes que aún se conservan en los decorados del Mini Hollywood, lo que sin duda ayudó a su pervivencia a lo largo de los años. Pero en Almería se comenzó a rodar después que en Madrid, y además no podía hacerse todo allí. Ni tenían la infraestructura de la capital, donde se ubicaban estudios como el de Las Matas, ni los costes eran tan bajos al tener que trasladar al equipo técnico hasta el sur de España.

Bajo el mito, se esconde otra realidad. En la capital ya se habían rodado largometrajes a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta porque Madrid era familiar para los estadounidenses gracias a figuras como la de Samuel Bronston. El productor de origen ruso fue el responsable de grandes éxitos como “El Cid” o “55 días en Pekín”, que en su estreno congregó a un joven don Juan Carlos I, al entonces “ministro señor” Carrero Blanco, o incluso a la duquesa de Alba, como aún se puede ver en los archivos de la Filmoteca Española. Y aunque en general España ofrecía grandes atractivos para que los extranjeros quisieran venir a rodar al país, como el gran talento de su capital humano, la verdadera razón del ‘boom’ en aquellos años fueron los capitales congelados. “La peseta no podía salir de España. Los americanos habían invertido en muchas empresas en el país y no podían rentabilizarlo, convertirlo a dólares”, relata el director de cine. Así que pensaron en cómo podían sacar algo valioso por las aduanas, y dieron con la forma. El Cid (1961), protagonizada por Sophia Loren y Charlton Heston, valía once millones de dólares y solo ocupaba ocho latas de película.

No fueron solo estos los factores que jugaron a favor de Almería para que se convirtiera en la reina del ‘spaghetti western’, también lo hizo el hecho de que el volumen de la producción parcial o total hecha en Madrid no se revelara hasta varias décadas después, o que la comunidad reivindicara su historia hace apenas unos años.

“En Madrid se hizo mucho cine, pero ha quedado muy poco”

El gran error de Madrid, sin embargo, fue no mantener sus decorados. “Se hizo mucho cine, pero ha quedado muy poco”, lamenta Javier Ramos, historiador y autor de ‘El cine del Oeste en la Comunidad de Madrid’. El mejor ejemplo es el propio Hoyo de Manzanares. La ‘Golden City’ empezó siendo nada más que una calle con fachadas vacías. A medida que llegaron más italianos y estadounidenses, se construyeron interiores, un salón, varios abrevaderos para caballos, un fuerte y más tarde, incluso se abrió otro escenario que recreaba el Chicago propio del cine negro de los setenta.

Ahora, en ese mismo lugar no quedan más que esos abrevaderos, por lo que la asociación ‘Hoyo Cine’ y el Ayuntamiento decidieron poner en valor su historia y recrearla para que no cayera en el olvido. En 2019 reprodujeron el decorado de ‘Por un puñado de dólares’ con realidad aumentada. Volver a construirlo no era una opción porque la zona está protegida dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. “Creamos una aplicación, ‘Vive Hoyo’, con la que se pueden escanear unas imágenes que muestran los decorados tal y como eran en tamaño real sobre el paisaje actual”, explica Clara Alcalá, técnico de Turismo en el Consistorio.

placeholder Lo que se puede ver hoy de los antiguos decorados de Hoyo de Manzanares hoy (P.S.)
Lo que se puede ver hoy de los antiguos decorados de Hoyo de Manzanares hoy (P.S.)

Al igual que Hoyo, La Pedriza, Colmenar Viejo y hasta la Casa de Campo fueron escenario de películas del Oeste. El género ya es residual en España, aunque de vez en cuando vengan directores como Wes Anderson a rodar en parajes como el de Chinchón, o Almodóvar planee rodar otro en Almería. Pero no siempre fue así. “Desde antes de que existiese el cine, las novelas de este género tenían mucho éxito en España”, dice el historiador madrileño. “Una vez se empezaron a hacer películas gustaron enseguida, y hasta Buffalo Bill trajo su show a Barcelona durante una semana”. Aquello fue una prueba del éxito del género en una época en la que estas ‘pelis’ no solo se proyectaban en los grandes cines, sino también en los pequeños de barrio.

Hoy Madrid conserva sobre todo sus paisajes naturales, que apenas han cambiado desde aquellos días de intensos rodajes a las afueras de la ciudad. Aunque también existen rutas, exposiciones o festivales para quien quiera sumergirse en ese viejo amor por las batallas entre indios y vaqueros a través de bocetos, fotografías, antiguos carruajes o vestuario. La comunidad tiene a su disposición una guía con cuatro rutas y 36 municipios a través de las cuales recorrer todas las localizaciones donde se rodaron los filmes del ‘Far West’, desde Cercedilla o Aranjuez, hasta Aldea del Fresno o El Escorial.

Aunque a algunos les pese que en la capital se rodaran más películas que en Almería, no se puede negar que durante esa época dorada del género ‘western’ en Europa, Madrid se convirtiera en su Hollywood del Oeste.

*Entrevistas realizadas por María Román y Paula Soler.

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