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En defensa de un wéstern llamado 'Nomadland'
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En defensa de un wéstern llamado 'Nomadland'

La ganadora de los Oscars nada tiene que ver con las cuotas ni el buenismo, sino con el género de todos los géneros camino del Oeste

Foto: Frances McDormand como Fern, en 'Nomadland'. (EFE)
Frances McDormand como Fern, en 'Nomadland'. (EFE)

La mediocridad de la gala de los Oscar y el reparto pedagógico de premios y responsos conllevan el riesgo de relativizar los méritos de las películas a concurso, como si pretendieran amontonarse y amalgamarse en una suerte de alijo buenista. Han triunfado películas de mujeres dirigidas por mujeres y protagonizadas por mujeres, pero semejante evidencia puede llevar al error de considerarlas la exacerbación de una cuota. Más todavía cuando la realizadora de 'Nomadland', Chloé Zhao, representa su género con rasgos asiáticos.

Carece de sentido plantearse la ganadora de los Oscar en los términos de una proeza coyuntural. Sobre todo porque 'Nomadland' es fundamentalmente un wéstern. Solemos decir los artífices de 'La Cultureta' (Onda Cero) que todo el cine es un wéstern. Y siendo verdadero o mendaz este axioma, hay wésterns que son más wésterns que otros. Y 'Nomadland' es uno de ellos, pese a la concluyente ausencia de indios y vaqueros. Tampoco hay caballos convencionales. Ni apenas protagonistas masculinos. No hay salón ('saloon') ni pianista. Ni bancario arremangado. Ni tiroteos. Ni 'sheriff' de andares lapidarios. Ni cazarrecompensas. Tampoco hay siquiera malvados.

O no los hay explícitos, pues 'aquí' el mal sería el sistema, las contradicciones de una sociedad próspera, hablamos de USA, donde hace agua el estado de bienestar, por la precariedad del sistema de salud público, por la fragilidad del sistema de pensiones. Por el desamparo de los adultos demasiado jóvenes para retirarse y demasiado mayores para trabajar. Desheredados. Más que un wéstern, se diría superficialmente que 'Nomadland' es una película cansina de Ken Loach, pero estas coordenadas que acabamos de mencionar, y que reflejan las secuelas de la crisis económica de 2008 hasta las heridas de nuestros días, no configuran, en realidad, un alegato político ni un retrato feroz del capitalismo.

Se diría que 'Nomadland' es una película cansina de Ken Loach y no es cierto

Porque es un wéstern. Lo protagoniza Frances McDormand, sin miedo a retratarse ella misma en la edad que tiene y que no pretende encubrir. Menos aún cuando es ella la artífice carismática de una película que sustancia la categoría de los nómadas a bordo de sus precarias furgonetas. No son exactamente mendigos, pero tampoco exactamente llaneros solitarios, ya que de wéstern hablamos. Y en cierto sentido, se parecen bastante a los remotos pioneros.

Sinopsis

Pequeña sinopsis, que no 'spoiler'. Frances McDormand, o sea Fern, vivía con ciertas comodidades al pie de las montañas, como Marco, pero la muerte de su marido y la repercusión de la crisis económica la abocan a una situación de precariedad e itinerancia. No tiene casa ni empleo fijo, motivos por los cuales emprende un viaje hacia el Oeste —ahí está el wéstern en sus requisitos fundamentales—, no está claro si para encontrar un trabajo o para encontrarse a sí misma, aunque puestos a encontrar, encuentra una comunidad de jinetes solitarios que se reúnen una vez al año en un páramo de no se sabe dónde.

Foto:  Frances McDormand y Chloe Zhao, con sus Oscar por 'Nomadland'. (Getty)

Y es allí donde intercambian sus historias y comparten el fuego, unos y otros conscientes de que tienen que reanudar el camino en soledad. De hecho, 'Nomadland', la película de Chloé Zhao consagrada en los Oscar, no plantea tanto el desamparo de los personajes o el tópico de los desheredados, casi todos ellos actores 'amateurs', como el desafío de la autosuficiencia. Y no solo la económica en un escenario hostil, sino la afectiva y sentimental.

Eremitas a bordo de sus furgonetas, nótese la contradicción. Personajes espartanos. Que no descarriados, pues la mujer a la que representa Frances McDormand termina adquiriendo satisfacción en su modo de vida. Cerca de la naturaleza. Lejos del consumismo. Y más lejos aún de los vínculos amorosos o sentimentales. No es una película pesimista ni oscura. Y sí rítmica en su manera de presentarse, pese a las aparentes disrupciones del montaje. Se diría que Chloé Zhao construye la película desde dentro. Y no voy a decir que desde las entrañas, sobre todo cuando uno de los pasajes más escatológicos retrata a la protagonista en el trance prosaico de la evacuación.

Frances McDormand termina adquiriendo satisfacción en su modo de vida

'Voilà'... Una película dirigida por una mujer y protagonizada por una mujer que en absoluto responde a los clichés y las convenciones de la discriminación positiva ni de las cuotas. Ni siquiera es un ataque oportunista a la América de Trump ni a las multinacionales.

Tampoco es un reproche al capitalismo y el consumismo en que vivimos, sino más bien una demostración de América como tierra de oportunidades. Y de la flexibilidad con que los pioneros del siglo XXI pueden cambiar de lugar y de trabajo. Y viajar hacia el Oeste en busca de la tierra prometida. No porque exista, sino porque la meta es el camino. Y eso, nos pongamos como nos pongamos, eso sí que es un wéstern.

La mediocridad de la gala de los Oscar y el reparto pedagógico de premios y responsos conllevan el riesgo de relativizar los méritos de las películas a concurso, como si pretendieran amontonarse y amalgamarse en una suerte de alijo buenista. Han triunfado películas de mujeres dirigidas por mujeres y protagonizadas por mujeres, pero semejante evidencia puede llevar al error de considerarlas la exacerbación de una cuota. Más todavía cuando la realizadora de 'Nomadland', Chloé Zhao, representa su género con rasgos asiáticos.

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