Dedocracia: la sombra de las plazas 'con bicho' sobrevuela otra vez la Complutense
Un candidato a profesor denuncia irregularidades en el proceso para colocar a un cargo del PSOE de Madrid. Tercera vez en pocos años que pasa algo parecido y en la misma facultad
El 19 de septiembre de 2020, Miguel Álvarez, profesor de Periodismo en la Universidad de Castilla-La Mancha, comprobó con satisfacción que había sido uno de los 12 candidatos seleccionados para una plaza en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Pese a que en su actual posición goza de una categoría mayor (profesor contratado doctor) que en la plaza de ayudante doctor a la que aspiraba, Álvarez aplicó porque, después de varios años dando clase en Cuenca, el cuerpo le pedía volver a su ciudad y al lugar donde cursó el doctorado. Aquello se convirtió en un problema.
En los siguientes días, comenzó a recibir a través de WhatsApp mensajes de Fernando Quirós, director del Departamento de Periodismo y Nuevos Medios de la Universidad Complutense, que le reprochó haberse presentado a una plaza para la que ya tenían a alguien en mente.
"Hablamos de esta plaza y yo te hice un ruego, ¿te acuerdas?", respondió Quirós a una conversación previa con Álvarez sobre el citado puesto. "Haz lo que creas oportuno, estás en tu derecho. Pero yo también estoy en el mío de sentirme decepcionado y traicionado".
Álvarez se hizo el despistado y respondió que había sido un error —aunque presentarse a una plaza en la universidad pueda presuponer una cantidad considerable de papeleo consciente, lo cierto es que una vez subida la documentación, presentarse a una o varias ofertas resulta bastante accesible— y que si su candidatura no salía escogida, no reclamaría.
"No creo que seas segundo, vas a ganar la plaza y la asociada que tenemos dentro del departamento se quedará de asociada nada más", escribe en referencia a la candidata por la que Quirós apostaba. "Por cierto, la profesora asociada necesita la plaza como el comer porque la han echado de la escuela de teatro del Ayuntamiento de Madrid".
El problema es que nada de esto sucedió. Pese a la diferencia entre los currículos de ambos, que incluso el director del departamento reconocía, Álvarez no ganó esta plaza y decidió enfrentarse a la universidad.
Estos mensajes privados de WhatsApp fueron incluidos en el documento de reclamación —al que El Confidencial ha tenido acceso— que este profesor hizo al Rectorado tras no haber sido escogido como ganador de la plaza pese a tener, según su criterio, muchos más méritos que la profesora asociada que se la llevó, Juana Escabias. Es habitual en la universidad española que se convoquen plazas con el objetivo de estabilizar a profesores en situación eventual, pero 'presionar' a otros candidatos para que desistan de presentarse, como denuncia Álvarez, tiene un encaje más complicado.
El director del departamento dijo al aspirante: "Y por favor, borra esta conversación"
El Rectorado dio la razón a Álvarez en su reclamación y obligó a repetir todo el proceso, que está aún lejos de concluir. El profesor ha oído de primera mano episodios similares al suyo: mismo escenario, mismos nombres, pero distintos damnificados. Sabe que se está enfrentando a un sistema diseñado para ganar combates por incomparecencia. Dice estar preparado para llevar el caso, si fuese necesario, a los tribunales ordinarios. Dentro del departamento al que aspira, otras dos personas han tenido que ir ante un juez externo para reclamar la plaza de profesor que objetivamente les pertenecía.
En los mensajes de WhatsApp revelados, Quirós y Álvarez hablan de terceras personas dentro del departamento y el director termina diciendo al aspirante: "Haz lo que creas oportuno y por favor borra esta conversación". Una recomendación —u orden— que no siguió.
Una entrevista con sorpresa
En estos procesos de selección, los méritos de los candidatos son filtrados primero por un baremo para seleccionar a los mejores, que pasan al siguiente y último filtro: la entrevista personal. Aquí son evaluados por un tribunal de cinco profesores, que interrogan según su criterio a cada uno de los candidatos. Cada miembro del tribunal califica a los candidatos con una puntuación de cero a dos, luego se hace la media. Esta es, inevitablemente, la parte más subjetiva del proceso.
Álvarez (40 años, doctor en Periodismo y que actualmente da clases de Comunicación Política y Narrativa Audiovisual en la UCLM) había logrado la mejor puntuación en la primera fase del proceso de selección, pero temía sufrir una emboscada académica durante la entrevista. Su única rival por la plaza para impartir Teoría de la Información era Juana Escabias (58 años, periodista, doctora en Filología y principalmente conocida por su faceta como dramaturga y directora de escena), la asociada que Quirós mencionaba en sus mensajes. El 26 de octubre, ambos se encontraron por primera vez para ser evaluados por el tribunal.
Sin que nadie lo supiera, Álvarez grabó con su móvil toda la entrevista
Sin que nadie más lo supiera, activó la grabadora de su teléfono móvil y registró todo lo que sucedió en aquella sala. Por su superior baremación, Álvarez fue entrevistado en primer lugar. Cuando el tribunal terminó de entrevistarle, le invitaron a salir de la habitación para dar paso a Escabias aludiendo a las leyes anticovid de la Complutense, que limitaban a seis el número de personas en una misma habitación. Este, sabiendo que dependía de su grabadora, se negó a abandonar la sesión, argumentando que era pública y estaban quebrantando sus derechos. Finalmente, todos llegaron a un consenso: permanecería en la habitación de al lado escuchando la sesión a través de la puerta abierta, pero sin atravesar el dintel.
"Estas sesiones son públicas y puede entrar todo el mundo, pero como había un protocolo covid, pues no puede superarse", explica Escabias en conversación con este periódico. "Yo me quedé en la calle cuando él hizo la prueba, pero cuando me tocó a mí él insistió en quedarse, le dijeron que no podía pasar, por el protocolo, y él dijo que estaban quebrantando sus derechos".
Esta profesora se mostró estupefacta por la actitud de su oponente durante todo este proceso y muestra su confianza en la transparencia con la que se escoge al profesorado. "Yo alucino cuando la gente dice que hay cosas oscuras: los tribunales se constituyen por sorteo, te puede tocar cualquier profesor", explica. "Cuando tú te presentas hay unas normas, si tienes un premio extraordinario de doctorado es medio punto, no te puedes salir de esos márgenes".
Antes de la entrevista, Álvarez contaba con una mínima ventaja —su currículo obtuvo 6,3 puntos frente a los 6,1 de Escabias—, pero tras escuchar a ambos el tribunal decidió conceder a la dramaturga cuatro décimas más que a su rival. La plaza era suya y sin embargo, más de un año después, el proceso sigue paralizado. Escabias es autora de muchas obras de teatro, pero difícilmente esperaba protagonizar un drama como este.
El profesor consultó a un abogado antes de pulsar el botón de la grabadora. Legalmente, uno puede registrar una conversación en la que esté participando sin tener que avisar a los demás de que están siendo grabados. Es debatible que lo hiciera mientras observaba la entrevista de Escabias desde la distancia, aunque técnicamente podía considerarse como 'participante' en aquella sesión. Estas grabaciones sirvieron más tarde para sustentar su reclamación a la universidad.
Álvarez contaba con una mínima ventaja antes de la entrevista, pero el resultado fue revertido
Entre los extractos grabados de la sesión que Álvarez incluyó en un explosivo escrito a la Comisión de Reclamaciones del Rectorado, figuraba una loa dirigida a su persona por el presidente del tribunal, el catedrático Jorge Lozano —un referente internacional en el campo de la semiótica que falleció por coronavirus hace unos meses—, que le dijo: "Le voy a confesar algo, no entiendo nada, si me permite, porque ese currículo supera al 95% de los catedráticos de esta facultad (...) El problema tremendo en el que usted está, me ha recordado, si me permite, el verso de las siete y media que dice ‘ay de ti si no llegas, más si te pasas, si te pasas es peor’. Es decir, yo sinceramente no sé qué hacer con un tan excelente currículo".
Pese a esto, quedó en segunda posición.
Defensa de Escabias
Escabias lleva ya un par de años en el departamento, donde imparte la asignatura de Teoría de la Información como profesora asociada. La figura del asociado está planteada para profesionales ajenos a la universidad, que complementan su actividad externa con algo de docencia a tiempo parcial, por la que perciben un máximo de 9.700 euros al año. La realidad es que, ante la falta de docentes que asfixia a la universidad española, el asociado se ha convertido en una herramienta para subcontratar profesores y tenerlos dando clase a la espera de que se convoquen plazas por entre 300 y 800 euros al mes. De hecho, uno de los principales objetivos del Ministerio de Universidades era precisamente acabar con los 'falsos asociados' estableciendo requisitos más severos.
Escabias defiende sus méritos y su formación como periodista —colaboró durante años en medios como el diario 'Ya', 'Interviú' o 'Mujer Hoy'— y argumenta que si ha optado por mantener siempre un perfil público como dramaturga o escritora de teatro y no tanto académico es por no confundir a la gente. La Aneca ha acreditado su historial y le concede luz verde para impartir clase en la universidad, insiste.
Hasta 2017, Escabias fue profesora en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Madrid. Sin embargo, tras un cambio en la licitación, el ayuntamiento no quiso subrogar a los trabajadores y casi una treintena de personas acabaron en la calle. Sus siguientes pasos profesionales la llevaron a ser nombrada, poco después, secretaria de Cultura del PSOE de Madrid. El partido la describió entonces como "dramaturga, directora de escena, profesora de arte dramático, miembro de la Academia de las Artes Escénicas de España".
En octubre de 2019, el departamento que dirige Quirós presentó a Escabias en un 'post' de Facebook, a la que definen como autora teatral, como nueva profesora asociada de Teoría de la Información. A partir de este momento, comienza a sumar también publicaciones en el área de periodismo y semiótica, una de ellas en un libro coordinado por Joaquín Sotelo, uno de los miembros del tribunal que la evaluaron aquel día.
No es descabellado aventurar que su perfil académico estaba perfeccionándose para ser más idóneo a una plaza como la que saldría un año más tarde.
Sin embargo, aquí nadie es completamente inocente. Los mensajes con Quirós que Álvarez aportó a la causa tampoco le dejan a él en muy buen lugar. En uno de ellos, el propio Quirós le habla de una plaza de profesor a la que podría optar en el futuro. Da la impresión de que la conversación entre ambos comenzó a fraguarse mucho antes de este episodio. Sin embargo, Álvarez no quiso entrar en el juego de las promesas y fue directamente a reclamar una plaza que creía suya por derecho.
Enemigos endogámicos
Las normas de composición de los tribunales que evalúan al personal docente tratan de garantizar que los miembros carezcan de conflictos de interés con los candidatos, pero en un engrudo tan endogámico como son algunas facultades, esto es una misión harto complicada. Así, pese al enfrentamiento entre Álvarez y Escabias por aquella plaza, ambos contaban con el profesor Héctor Fouce, también profesor de Teoría de la Información en la universidad madrileña, entre los miembros del tribunal.
En su reclamación, Álvarez expuso que Fouce es tanto codirector de su tesis doctoral como director de un grupo de investigación del que tanto él como Escabias forman parte, por lo que en su opinión debería haberse abstenido en su valoración de ambos candidatos.
“Yo formo parte del departamento como asociada", se defiende Escabias, "pero Miguel conoce a gente del departamento desde hace 15 años porque estudió allí e hizo el doctorado allí. Es más, Héctor Fouce, que él dice que es amigo mío y con quien tengo trato en el departamento desde hace poquísimo tiempo, porque además llegó el covid, le dirigió su tesis doctoral: él sí que es amigo, pero esto no va de eso".
La participación de Fouce en este tribunal es también reseñable, dado que él estuvo también en el tribunal que en 2019 otorgó irregularmente una plaza de profesora de ética periodística a María del Mar López Talavera, lo que provocó que Julio César Pérez Herrero, el otro candidato, llevara el asunto al juzgado de lo contencioso administrativo número 26 de Madrid y lo ganara.
La jueza le dio la razón y obligó a la Complutense a repetir todo el proceso, pero la historia ha acabado teniendo el final feliz que se preveía entonces.
Ni aunque el juez te dé la razón
Hoy, Pérez Herrero, desde la distancia, se lo toma casi con humor. "La jueza dijo en la sentencia que la universidad lo había amañado todo, y pese a que obligaba a informarme de que había iniciado de nuevo todo el proceso, nunca lo hizo: volvieron a sacar la plaza con los criterios que les apeteció para dársela a la misma persona y no me avisaron", explica a El Confidencial, que publicó su historia ya en 2019. En efecto, hoy López Talavera ostenta esa plaza de profesor contratado doctor en la Complutense. "Aunque yo tampoco tenía la pretensión de entrar ahí viendo la panda de mangantes que había, no tenía interés ni necesidad", dice el periodista, que hoy dirige varios másteres en universidades como la de Alcalá de Henares.
Cuando se presentó a aquella plaza de profesor, Herrero era (entre otras cosas) decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Camilo José Cela, un mérito insuficiente al parecer para el comité evaluador. "Al principio, mi objetivo al presentarme era poner mi currículo a prueba, pero visto el primer resultado, el objetivo fue poner a prueba la institución", razona en términos muy parecidos a los que hoy maneja Álvarez. "La sentencia demostró una manera delictiva de comportarse, ajena a cualquier principio de rigor, decencia, método o capacidad. Denunciarles fue algo que tuvo que ver con la justicia, la dignidad y la decencia académica, que es lo que no tenía ninguno de los que estaban en el tribunal: no dicho por mí, sino por la sentencia".
Al enterarse del caso que ahora se dirime en la Complutense, este veterano periodista sonríe. Algunas cosas nunca cambian. "Siempre tienen la sartén por el mango, pueden modificar los criterios, readaptar las baremaciones para que logre la plaza quien ellos quieren".
Cómo terminan estos asuntos
Tras estudiar las pruebas presentadas por Álvarez, la Comisión de Reclamaciones le dio la razón y anuló la primera entrevista. No fue por los wasaps, ni por los méritos equívocamente computados, sino por un defecto de forma. Uno de los miembros del tribunal, Joaquín Sotelo, entró a las entrevistas con 37 minutos de retraso y, al no haber podido escuchar al primer candidato, se abstuvo de participar en las puntuaciones como exige el reglamento. Sin embargo, tras la primera reclamación de Álvarez sí que estampó su firma en tres informes de seguimiento, cuando tendría que haberse abstenido también. Este nimio detalle desencadenó la repetición de todo el proceso, de lo contrario, Escabias ya habría logrado la plaza.
La entrevista definitiva, prevista para el pasado 24 de julio, fue cancelada después de que Álvarez recusara la composición del tribunal que le evaluaría de nuevo: básicamente los tres miembros que quedaban tras la inhabilitación de uno y el fallecimiento de otro.
Algo parecido le pasó a Herrero tres años antes. Después de que le dieran la razón en primera instancia sobre la injusticia en el trato, le obligaron a enfrentarse a los mismos evaluadores. "Es evidente que no tenían decencia, pero tampoco escrúpulos", recuerda. "Después de una sentencia del contencioso-administrativo diciendo que se había pervertido toda la norma, que ordenan volver a hacerlo todo, ¿y sigues tirando de los mismos miembros contaminados, que ya dejaron claro que les da exactamente igual cualquier cosa? ¿Sigues contando con ellos en una casa que tiene tantos profesores? Es una indecencia y una falta de moral… Y además con dinero público".
Todas son prácticas bastante cotidianas, pero solo las más flagrantes acaban saliendo a la luz. En 2015, la Comisión de Reclamaciones del Rectorado obligó a otro departamento de la Facultad de Ciencias de la Información a otorgar la plaza de profesor contratado a Francisco Cabezuelo, tras apreciar irregularidades en un proceso de selección que pretendía conceder la plaza a otra profesora, Virginia Linares. Como publicó 'Confilegal', el director de este otro departamento, Pedro Paniagua, solicitó en nombre de todo el departamento una reunión para "solventar tan grave situación, que empaña de forma flagrante el nombre de nuestra casa de estudios".
Pese a que la Comisión de Reclamaciones le dio la razón y ordenó la repetición de la entrevista, Álvarez siguió insistiendo en denunciar los wasaps comprometedores. Se ofreció incluso a "exponer presencialmente ante la comisión tanto las referidas conversaciones de WhatsApp como las grabaciones de audio referidas anteriormente para disipar cualquier duda sobre su existencia y autenticidad". La universidad se limitó a contestar que todo aquello excedía su ámbito de competencia.
De nuevo, los intereses entrelazados. Si alguna vez esta historia se resuelve y Álvarez llega a entrar en ese departamento, el actual director del mismo será la última persona en querer verlo. Son historias demasiado habituales en la universidad española, como denuncian desde hace años organizaciones como Investigadores en Paro. Sin salir de la facultad, los futuros periodistas de la Complutense pueden extraer de todo esto una valiosa lección de lo que les espera cuando se gradúen: historias donde no hay buenos ni malos sino supervivientes que brotan de un marasmo de intereses entrelazados donde sentimientos como la justicia o la equidad brotan a menudo desde el egoísmo y otros, como el silencio ante la corrupción, surgen del hambre o la necesidad.
Más allá de la endogamia, quizá lo más trágico del caso de Álvarez y Escabias es que se trata de dos personas con un doctorado y amplia experiencia académica y profesional, uno con 40 años y la otra con 58, compitiendo a brazo partido por un puesto de ayudante doctor, el rango más bajo de entre aquellos contratos a tiempo completo en la universidad. El salario base por el que pugnan es de 25.420 euros brutos anuales.
El 19 de septiembre de 2020, Miguel Álvarez, profesor de Periodismo en la Universidad de Castilla-La Mancha, comprobó con satisfacción que había sido uno de los 12 candidatos seleccionados para una plaza en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Pese a que en su actual posición goza de una categoría mayor (profesor contratado doctor) que en la plaza de ayudante doctor a la que aspiraba, Álvarez aplicó porque, después de varios años dando clase en Cuenca, el cuerpo le pedía volver a su ciudad y al lugar donde cursó el doctorado. Aquello se convirtió en un problema.