Discurso de trámite de Garrido en un Dos de Mayo sin mención alguna a Cifuentes
El presidente en funciones evita charcos e hila una intervención plana sin citar a su antecesora. Santamaría y Cospedal evidencian la tensión entre ambas en un acto sin los expresidentes del PP
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Nadie podía negar que se mascaba una sensación extraña. Anómala. Hasta desagradable. Las caras de los invitados y de las autoridades en el patio de la Real Casa de Correos mostraban a veces frialdad, a veces mucha tensión, a veces distracción. Porque nada era normal en este Dos de Mayo, en una fiesta de la Comunidad de Madrid en plena interinidad, con un Ángel Garrido, presidente en funciones, a la espera de destino (si es que lo tiene) y una Cristina Cifuentes ausente hasta en los discursos pero presente en la mente de todos, así como los expresidentes madrileños, que tampoco hicieron acto de presencia, salvo el socialista Joaquín Leguina. Hace solo una semana que Cifuentes tuvo que dimitir acorralada por el escándalo del supuesto máster fraudulento y humillada por un vídeo de 2011 que la reflejaba hurtando dos cremas baratas en un Eroski de Vallecas.
Garrido actuó de maestro de ceremonias de los actos institucionales. Impuso las medallas y las condecoraciones a los premiados por el Gobierno regional —la lectura del decreto de concesión sí recordaba intermitentemente que había sido firmado por “la presidenta de la Comunidad de Madrid”— y después leyó un discurso de puro trámite. Absolutamente plano. Sin guiños a la sucesión. Ni tan siquiera menciones a su antigua jefa. Nada.
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“Los vaivenes políticos y los cambios coyunturales no deben hacernos olvidar esta consistencia de fondo de la sociedad madrileña, una sociedad preparada, trabajadora, solidaria, que es nuestro mejor valor”, aseguró, en el pasaje con algo más de enjundia política de su parlamento, de 12 páginas.
Garrido reivindica Madrid como una Admnistración "consolidada" pese a los "vaivenes políticos". No tenía delante a ningún antecesor más que Leguina
El presidente en funciones reivindicó la Comunidad de Madrid como una Administración “consolidada”, con unos servicios públicos de “calidad” y un Estado del bienestar “al servicio de todos”. Garrido también subrayó la labor de los 172.000 funcionarios, de los profesionales, médicos, educadores... Remarcó así que los madrileños pueden sentirse “orgullosos” de sus servicios públicos, de la “pujanza cultural” de la región, y por eso tienen mucho que celebrar este Dos de Mayo, “con la humildad necesaria para renovar cada día el esfuerzo que hace posible todos estos logros”.
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Garrido, por último, presentó Madrid como la comunidad comprometida con la “unidad de España” y los valores del patriotismo constitucional. Garrido, en fin, pidió renovar el compromiso de los ciudadanos que se alzaron otro Dos de Mayo, pero de 1808, en un llamamiento "heroico" a la integridad territorial, la lucha por una sociedad mejor, la convivencia, el progreso y la superación del día a día.
También Sánchez presente
El presidente en funciones no se metió en ningún charco. Midió todas y cada una de sus palabras precisamente para no chirriar con Génova, que tiene en sus manos nombrar al inquilino interino de la Puerta del Sol hasta las próximas elecciones, en poco más de un año. Persiguió la asepsia, la "falta de empatía", como después algunos invitados decían en el cóctel. El gesto era lógico también. Tenía delante a la número dos del PP y ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, la gran valedora de Cifuentes hasta su caída, y a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, a quien muchos en el partido ven como cartel electoral en 2019. Ambas, por cierto, estaban sentadas en el patio central de la Real Casa de Correos y separadas por una silla, la de Garrido, que estuvo desocupada la mayor parte del tiempo. Las dos dirigentes ni se dirigieron la palabra ni se miraron. Santamaría tenía más fácil disimularlo porque llevaba gafas de sol, ya que padece fotofobia por una conjuntivitis que contrajo a finales de 2017.
Ninguna de las dos quiso hacer declaraciones a los medios antes de la entrega de medallas. Tampoco al término del desfile militar, tras el que ambas desaparecieron, esquivando así las preguntas y los corrillos durante el cóctel. Sí las hicieron los portavoces parlamentarios y Pedro Sánchez, que se evaporó igualmente tras la parada militar y no regresó a la Real Casa de Correos. Aunque todos ellos, todos los portavoces, resultaron previsibles en sus intervenciones en abierto ante los periodistas.
La oposición de izquierdas llama a Ciudadanos a permitir, con su abstención, un Gobierno de cambio dada la situación de "emergencia"
El secretario general del PSOE recalcó que estaba presente para hacer patente la “excepcionalidad” y "emergencia institucional" que vive la Comunidad de Madrid y seguir presionando a Ciudadanos para que permita la elección de Ángel Gabilondo como presidente, para la que bastaría la abstención. "No es el camino" el PP, les amonestó el exministro. Ignacio Aguado declaró "roto" su pacto de investidura con el PP, pero permitirá que los conservadores sigan al frente del Gobierno autonómico —no quieren "echar al PP en los despachos", sino "ganarles en las urnas"—.
E Íñigo Errejón, candidato in péctore de Podemos, también apeló a los naranjas para que saquen a los populares del Ejecutivo después de 23 años en el poder. El diputado les urgió a dejar atrás el "sectarismo" para tejer un acuerdo entre las fuerzas de la oposición, en un momento de "grave crisis moral, política e institucional". Su compañera de partido y actual portavoz en la Asamblea, Lorena Ruiz-Huerta, les pidió también la abstención para permitir un "Gobierno decente" en la Comunidad.
Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación de los populares, intentaba capear el temporal y el mal rollo interno propio de un momento muy complicado: subrayó que el partido está "por encima" de todos sus dirigentes y expresó su apoyo a la construcción de una "alternativa ganadora" para el año próximo. Contó que la fórmula era exhibir gestión. "Tenemos que sentirnos orgullosos de un partido que es quien más ha bajado los impuestos en esta Comunidad, quien más hospitales ha abierto, quien más kilómetros de metro ha inaugurado o quien más colegios ha puesto en funcionamiento", reivindicó.
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En las preguntas, y esto ya es un clásico, las encuestas publicadas en los últimos días y también este miércoles (en 'El Mundo' y 'La Razón'), que apuntan al fuerte crecimiento de Cs y el hundimiento del PP. Sánchez desdeñó esos sondeos y vaticinó que el PSOE será la primera fuerza en Madrid porque cuenta con un "proyecto ganador" y "el mejor candidato", Gabilondo, muy bien valorado por los madrileños, según esos mismos estudios. Errejón también restaba importancia a las encuestas y aseguraba que había tiempo para la remontada, mientras que Begoña Villacís, portavoz de Cs en el Ayuntamiento de Madrid —y ganadora virtual de las municipales del próximo año, según los institutos demoscópicos— aplicaba templanza y recordaba que las verdaderas urnas llegarán en 2019. Pero ese olor a poder se percibía en el cóctel. PP y Cs, por razones opuestas, eran las estrellas de la recepción.
También lo fue la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, una de las más requeridas en la fiesta, que no paró de hacerse selfis y de intentar multiplicarse en las conversaciones. Ella fue tal vez la más pragmática y auténtica. No tenía nada que decir, afirmó, ni sobre encuestas, ni sobre candidaturas, ni sobre elecciones. ¿Y será ella la candidata, como todo el mundo piensa? "Mi decisión ya la iré diciendo cuando la tome".
Mentada por Ussía
Cifuentes, durante el acto, solo fue citada por una persona. Fue uno de los galardonados, el periodista Alfonso Ussía (Medalla de Oro de la Comunidad), el que manifestó que era necesario traer a colación su figura. "Fue justa, absolutamente obligada e irremediable la dimisión de la anterior presidenta, pero sería muy grosero por mi parte, también irremediablemente grosero, no recordarla en este momento". La evocación de la expresidenta fue aplaudida por el Ejecutivo en funciones, pero no por la oposición.
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En la fila cero era imposible no ver las caras de extrañeza y circunspección lógicas por este Dos de Mayo insólito. Pedro Sánchez, al lado de la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, ambos en charla distendida. Los portavoces en la Asamblea de los cuatro partidos juntos, los miembros de la Mesa, incluido Juan Antonio Gómez-Angulo, a quien algunas quinielas apuntan como el sucesor. Los portavoces municipales. El vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, otro dirigente que está en las cábalas internas, como uno de los más buscados, junto con su compañero Javier Maroto. Y ni rastro de los últimos presidentes autonómicos, todos del PP, los que han tenido en sus manos las llaves de Madrid en los últimos 23 años, Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes. Todos cercados, de una forma u otra, por los escándalos. Ni rastro tampoco de Mariano Rajoy, ni del rector de la Universidad Rey Juan Carlos —el centro en el ojo del huracán por el caso máster—, Javier Ramos.
La fiesta estaba marcada por las ausencias: la de Cifuentes y sus tres antecesores, marcados por los escándalos, la de Rajoy, la del rector de la URJC
El de este martes era así un acto casi de transición. Con la huella de Cifuentes muy palpable, aunque sólo Ussía la mentara en los micrófonos, con mucha tensión y con la incertidumbre en la piel por la incógnita de quién asumirá las riendas de la joya de la corona autonómica antes de la fecha tope, el 21 de mayo.
Los movimientos empezarán ya la semana próxima. La presidenta de la Cámara regional, la popular Paloma Adrados, comenzará la ronda de contactos con los grupos el lunes y martes, 7 y 8 de mayo. Pero hasta que el dedo de Rajoy no se mueva, no se sabrá cómo y quién liderará la era post-Cifuentes.
Nadie podía negar que se mascaba una sensación extraña. Anómala. Hasta desagradable. Las caras de los invitados y de las autoridades en el patio de la Real Casa de Correos mostraban a veces frialdad, a veces mucha tensión, a veces distracción. Porque nada era normal en este Dos de Mayo, en una fiesta de la Comunidad de Madrid en plena interinidad, con un Ángel Garrido, presidente en funciones, a la espera de destino (si es que lo tiene) y una Cristina Cifuentes ausente hasta en los discursos pero presente en la mente de todos, así como los expresidentes madrileños, que tampoco hicieron acto de presencia, salvo el socialista Joaquín Leguina. Hace solo una semana que Cifuentes tuvo que dimitir acorralada por el escándalo del supuesto máster fraudulento y humillada por un vídeo de 2011 que la reflejaba hurtando dos cremas baratas en un Eroski de Vallecas.