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Galicia mira a la Europa nórdica: más madera en obra pública a partir de 2024
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POTENCIAL FORESTAL

Galicia mira a la Europa nórdica: más madera en obra pública a partir de 2024

La Xunta quiere marcar un nuevo patrón constructivo con madera desde el sector público tras la estela de Alemania o Finlandia. El objetivo es triple: descarbonizar, cuidar el monte (y evitar incendios) y ganar rentabilidad forestal

Foto: Parque Natural de As Fragas do Eume, bosque atlántico europeo. (EFE/Cabalar)
Parque Natural de As Fragas do Eume, bosque atlántico europeo. (EFE/Cabalar)
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Con 1.457.331 hectáreas, Galicia es una potencia forestal; primera en España y novena de Europa por extensión. El 49% de la superficie total de la comunidad (2,9 millones) es masa arbolada, atendiendo a los datos del inventario gallego, y supone el 1,6% del PIB regional. Su potencial no está en discusión, como tampoco su enorme vulnerabilidad a los incendios forestales. Un monte que no es productivo y se abandona es caldo de cultivo para una lacra que se ha cebado con el bosque gallego en las cuatro provincias. Más de 80.286 hectáreas calcinadas desde 2018 por los fuegos —datos de Pladiga—, con particular virulencia en 2022, cuando ardieron 51.642,58. El triple que en 2020 (14.805) y 20 veces más que en 2018 (2.599,66).

Por cada euro invertido en madera estructural, revierte otro para la economía local, incluso dos. Una cifra del Instituto Ruralia de Helsinki, que sirve de palanca al presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, quien está decidido a apostar por la madera como elemento material constructivo, empezando por las licitaciones públicas. A partir del año próximo, el Ejecutivo autonómico introducirá una cláusula en los pliegos de contratación de obra pública donde establece un porcentaje mínimo de uso de madera; será gradual desde 2024 hasta alcanzar un 20%, la quinta parte de los materiales y estructuras, en cada proyecto.

La medida refleja lo que ya acontece en la Europa nórdica; países como Alemania, Noruega, Finlandia y la República Checa, donde las administraciones públicas son tractoras en promocionar la madera. Por ejemplo, cualquier edificio de ocho plantas —o menos— para los Juegos Olímpicos de París 2024 debe levantarse completamente en madera.

Entre las virtudes de la madera están sus cualidades: es resiliente, más ligera, versátil y duradera, e incluso más confortable y cálida

Entre sus virtudes: es resiliente, más ligera, versátil y duradera, e incluso más confortable y cálida. Funciona muy bien como aislante térmico por su baja conductividad. Deja menos huella de carbono y es más eficiente y sostenible. Además, estaría el factor económico: un 7% menos con respecto al hormigón-acero en la misma edificación. "Se reducen el plazo de ejecución, los costes de producción y se revalorizan sus componentes", sostienen desde el Gobierno gallego, referenciando distintos estudios.

La apuesta por la madera autóctona combate otra de las epidemias del monte gallego: el monocultivo de eucalipto para la producción de pasta de papel, especialmente en las comarcas del norte —Ortegal y A Mariña—. Populares desde los años cincuenta por su rentabilidad a corto plazo, la profusión de eucaliptos —409.000 hectáreas, un tercio del total peninsular, según el informe del Consello da Cultura Galega— es un polvorín a tiro de cerilla en las sequías que desde el Gobierno quieren ir desmontando con políticas públicas de la mano del sector forestal, que se agrupa en el Clúster de la Madera, que concentra medio ciento de empresas, entre ellas, Finsa o Ence, y factura 2.700 millones al año con el 12% del empleo industrial (20.000 personas).

Galicia es un gran centro productor (dos millones de metros cúbicos de madera/año) y transformador (788.000 metros cúbicos de tabla aserrada). “El problema radica —explica Ricardo González, gerente del clúster— en que solo el 6% es para construcción y la mayor parte se destina a embalajes. Esta medida nos va a permitir diversificar e ir a productos con más valor añadido que un palé”.

Tecnologías más verdes

La Xunta ha editado una guía de 101 páginas para promover el empleo de la madera en las obras públicas que recibió el plácet del consello el 16 de noviembre. El documento, que elaboró la Axencia Galega de Industria Forestal, adscrita a la Consellería de Medio Rural con la Universidade de A Coruña, glosa las ventajas de apostar por la madera y recuperar las tradiciones constructivas que desde siempre emplearon maderas autóctonas (pino, castaño...) para las estructuras de las viviendas.

La intención de la Xunta es generar una corriente constructiva inducida en obra pública que arrastre al sector privado; tentarán a los promotores con una nueva convocatoria dotada —como mínimo— de dos millones de euros de fondos públicos para que apuesten por la madera en estructuras de edificios particulares.

"La intención de la Xunta es generar una corriente constructiva inducida en obra pública que arrastre al sector privado"

"La Administración puede y debe ser tractora e impulsora en la penetración de la madera gallega en el mercado con nuevas soluciones [tableros]", defiende Jacobo Aboal, director de la agencia. Responde a un doble compromiso público: luchar contra el cambio climático y poner en valor el rural. "Del mismo modo que se terminó con los plásticos, se puede impulsar la madera con el certificado forestal sostenible; producto de un monte cuidado que se reforesta", añade.

La guía autonómica fija los criterios técnicos para la preparación de los contratos para el diseño, construcción, renovación y gestión de edificios, empleando maderas para reducir su impacto ambiental y fomentar la apuesta por la innovación del sector forestal con "productos y tecnologías verdes". La Xunta concederá 11 millones en ayudas al sector forestal en 2024 para promover el I+D+i.

Con 1.457.331 hectáreas, Galicia es una potencia forestal; primera en España y novena de Europa por extensión. El 49% de la superficie total de la comunidad (2,9 millones) es masa arbolada, atendiendo a los datos del inventario gallego, y supone el 1,6% del PIB regional. Su potencial no está en discusión, como tampoco su enorme vulnerabilidad a los incendios forestales. Un monte que no es productivo y se abandona es caldo de cultivo para una lacra que se ha cebado con el bosque gallego en las cuatro provincias. Más de 80.286 hectáreas calcinadas desde 2018 por los fuegos —datos de Pladiga—, con particular virulencia en 2022, cuando ardieron 51.642,58. El triple que en 2020 (14.805) y 20 veces más que en 2018 (2.599,66).

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