Afines a Ábalos creen que su caída no cerrará el caso Koldo: "Luego vendrán Illa, Armengol o Sánchez"

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Quienes conocen el complejo sistema de familias en el PSPV saben que si hay una mayoritariamente a prueba de lealtades, esa es la del exministro de Transportes José Luis Ábalos. Pese a la pérdida de influencia en Madrid, pocos son los que han roto lazos en Valencia con el que fue secretario de Organización del PSOE y que arrancó su carrera política en 1983 como jefe de gabinete de la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana, con apenas 24 años. Ahora, el reducido grupo de afines al político valenciano, que ha apoyado en el proceso interno del PSPV al alicantino Alejandro Soler en la negociación con Diana Morant, candidata de la Moncloa, opina que Ferraz está siendo demasiado duro. Admiten que el error fue dar confianza a un grupo de personas que pudo aprovechar su cercanía al exdirigente para lucrarse, pero acentúan que, por ahora, de la investigación no se desprenden indicios de su participación en la trama denunciada por Anticorrupción.

"El PSOE se equivoca si cree que matando a José Luis se acaba la crisis política; después vendrán Salvador Illa, Francina Armengol o el propio Pedro Sánchez", señala un colaborador de Ábalos en Valencia de toda la vida, en referencia a que durante la pandemia otros ministros y cuadros socialistas también contrataron mascarillas con la empresa bajo la lupa de los investigadores, Soluciones de Gestión.

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La tesis de esta fuente es que, ahora mismo, Ábalos es el dique de contención del ataque de la oposición del PP de Alberto Núñez Feijóo. "Si apareciera una grabación de él comprometedora o datos claros de su participación, para mí sería una decepción, pero ahora mismo creo que van a sacrificar a una persona que ha sido vital en la historia del PSOE", dice este dirigente socialista, que ha estado en contacto con Ábalos estos días. Sobre esas conversaciones entre ambos explica: "Es el que más rabioso está con lo que ha pasado porque se ha decepcionado mucho con Koldo y sus amigos".

Acostumbrado a moverse en ocasiones en los márgenes del partido, como líder de un grupo tradicionalmente minoritario en los equilibrios internos, Ábalos ha sobrevivido toda su vida en la federación socialista valenciana gracias a su habilidad para hacer valer su cuota de seguidores y militantes en agrupaciones en la conformación de mayorías orgánicas, unas veces con el ganador, otras con el perdedor.

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Raro ha sido el caso en que los suyos no encontrasen hueco cuando Ábalos ha tenido ocasión de poder repartir juego, tanto en el partido como en la distribución de nóminas públicas, una forma de entender la política, la de premiar lealtades con salarios en la Administración, que, ahora que ha estallado el caso Koldo, le persigue por sus muchas ramificaciones. No obstante, los afines a Ábalos recuerdan que en el caso del asesor y controvertido chico para todo navarro fue distinto. "Estaba en Ferraz y le pidieron que lo pusiera en el ministerio", señalan en referencia a que llegó recomendado por el actual secretario de Organización, Santos Cerdán. Sea como fuese, tanto Koldo como su mujer y su hermano encontraron acomodo en la Administración con Ábalos como ministro.

La apuesta con mayor premio en el largo historial orgánico de José Luis Ábalos fue Pedro Sánchez. Cuando el establishment tradicional del PSOE quiso apartarlo, el valenciano le dio apoyo, le ayudó en la campaña interna de primarias y hasta le prestó una cama en su casa cuando visitaba Valencia. Un acto multitudinario en Xirivella fue el pistoletazo de salida de Sánchez para recuperar el poder en Ferraz a lomos de la militancia.

Ábalos fue premiado con el Ministerio de Transportes y la secretaría de Organización del PSOE. Ahí es nada. Durante tres años, fue la segunda persona más poderosa del partido tras el propio presidente del Gobierno. Pero en julio de 2021, sin explicaciones claras, Sánchez lo cesó de todas sus responsabilidades, dejándolo únicamente con el escaño del Congreso. Tras un tiempo en el congelador y en absoluto tercer plano, repitió como número dos por la lista de Valencia en las generales y fue designado presidente de la Comisión de Interior, cargo al que ahora ha renunciado.

Esa fue la primera renuncia de Ábalos tras la presión de Ferraz, que quiere que entregue el acta y deje el escaño. "Hay gente que piensa que cada vez se trata peor a la gente en el partido. José Luis no deja de ser un simple diputado, está al final de su carrera y no aspira a ser nada más que lo que es ahora", dicen los suyos, dando a entender que Sánchez está siendo demasiado duro con él. No es una opinión solamente de abalistas. En algunos chats del PSPV circulaban comentarios sobre el derecho a la presunción de inocencia, se recordaba el caso de la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá, también repudiada por el PP, o el de Jorge Rodríguez, el expresidente de la Diputación de Valencia expulsado del partido, que fue absuelto por la Justicia y ha terminado montando un partido independiente en Ontinyent y pactando con los populares.

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Lo que es evidente es que Ábalos está viviendo el ocaso de su trayectoria política. A sus 64 años, el caso Koldo ha cercenado sus opciones de mantener el vínculo con el PSOE. "No lo suspenden de militancia porque no pueden, no está investigado", decían los suyos. Las opciones de entrar en la lista europea, como pretendía, y culminar la carrera en Bruselas durante los próximos cinco años se han esfumado.

Finanzas personales

Dejar la Comisión de Interior supondrá una merma en sus ingresos, al pasar de 6.758,68 a 5.160,55 euros al mes como diputado raso de una circunscripción de fuera de Madrid. Renunciar al escaño hubiera abocado a Ábalos (si no encuentra otro empleo) a apuntarse al paro hasta su próxima jubilación, si no la anticipa, además de perder el aforamiento que le permite no poder ser investigado por el juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional. El plan de pensiones del Congreso al que tiene derecho asciende a 13.000 euros. Irse al grupo mixto es una opción que está encima de la mesa.

En su declaración de bienes presentada en julio del año pasado en el Congreso, el exministro declaró unas deudas nada despreciables para una persona de su edad. Concretamente, presentó como obligaciones patrimoniales tres préstamos hipotecarios con CaixaBank por importe de 140.927 euros en total, un adeudo de 34.225 euros por la financiación de la compra de un coche a través de Sofinco y 1.500 euros de pensión alimentaria por el hijo compartido con su última esposa. Por la parte del activo, los bienes declarados son una vivienda sin cargas en Valencia adquirida en 1987, otra en Madrid compartida al 50% y dos locales comerciales en Valencia, uno en pleno dominio y otro al 50%, ambos con cargas hipotecarias.