La penitencia de Emperador: confinados dos veces en el pueblo más pequeño de España
Los habitantes del municipio con el término menos extenso del país (0,33km2) pelearon en la Transición por conservar su independencia. Hoy, su libertad les ha encerrado por el coronavirus
La relajación de las drásticas medidas de confinamiento para atajar la pandemia del coronavirius abrió la posibilidad, el pasado sábado 2 de mayo, de salir a pasear en solitario o con los niños y de hacer deporte. La medida supuso un alivio para las familias españolas, encerradas en sus casas desde el 17 de marzo, a excepción de aquellas personas con actividades laborales autorizadas. Sin embargo, lo que para la gran mayoría se ha vivido casi como recuperar la libertad tras una temporada en la cárcel de Alcatraz, se tornó en frustración para el Grupo de Correr Emperador, un pequeño equipo de 'runners' y ciclistas que tiene su base en el pueblo con el término municipal más pequeño de España.
Con solo 330.000 metros cuadrados de extensión y un único solar libre por urbanizar, Emperador es un municipio de menos de 700 habitantes situado a 18 kilómetros de Valencia. Está incrustado en otro más grande, Museros, de 12,4 kilómetros de superficie y casi 6.000 almas censadas. Desde el poste que marca la entrada al pueblo, situado a la izquierda del conductor, por cierto, porque el lado derecho de la carretera en sentido hacia Valencia es término de Museros, puede verse la otra señal de salida. Son menos de 600 metros de un extremo al otro.
El enclave tiene su origen en un asentamiento fundado en el siglo XVIII por Agustín Emperador. Este comerciante valenciano compró varias parcelas, abrió unos talleres y huertos y creó una comunidad que en 1837 obtuvo la condición de municipio tras la abolición de los señoríos. Durante la Transición, el pueblo fue integrado en 1978 en Museros por decreto del Consejo de Ministros presidido Adolfo Suárez. La decisión no gustó nada. El día que el secretario del gobernador civil acudió a ejecutar la orden ministerial y disolver el consistorio, los vecinos sacaron las barreras que usan en las fiestas taurinas y cortaron la carretera. Pelearon por su independencia y su singularidad, que llevaron hasta el Tribunal Supremo. En 1985, les dio la razón y Emperador recuperó su condición de municipio independiente. "Conseguimos doblegar la voluntad del Estado", rememora con orgullo Francisco Gimeno Raimundo, su primer alcalde democrático, en un reportaje de la televisión autonómica À Punt. Gimeno, militante del PSOE, fue premiado con más de dos décadas como primer edil por sus electores.
Treinta y cinco años después, en una suerte de broma de mal gusto del destino a cambio de esa libertad, Valentín, como otros vecinos, tuvo que conformarse con poco más que un trote alrededor de las tres manzanas que componen el pueblo en el primer día de desconfinamiento coronavírico. "Hicimos unos 30 minutos sin poder salir por las calles de aquí. Menos mal que nos queda el rodillo", dice uno de los integrantes del grupo local de deportistas aficionados sobre el aparato que les ha permitido entrenar y simular el pedaleo en la bicicleta durante la fase más dura de la cuarentena. Los mojones del término municipal son la frontera que no puede rebasarse durante las salidas del domicilio, según las normas de desescalada dictadas por el Gobierno para las fases cero y 1.
Esa limitación está haciendo algo más dura la desescalada para los vecinos de Emperador que para el resto de los españoles. Cuando han intentado alargar las piernas más allá de sus 10 calles contadas, se han topado con la Guardia Civil o con la Policía Local de Museros, que les reclama la documentación y les obliga a volver a su cuadrícula. La razón de este celo es que por los caminos de huerta colindantes circulaban habitualmente en la era precoronavirus centenares de ciclistas, corredores y paseantes procedentes de Valencia y otros pueblos de esta comarca de l'Horta Nord. "Y como no quieren que pasen, pues nos llaman a nosotros también la atención", explica Valentín.
El actual alcalde de Emperador, el popular Alberto Bayarri, ha tratado de moverse para negociar una excepción con las autoridades gubernamentales. "Hablé con la alcaldesa de Museros [Cristina Civera, PSPV-PSOE] para que hicieran la vista gorda, pero, claro, tienen que cumplir la norma. Pregunté a la Guardia Civil y me aconsejaron que me pusiese en contacto con la Subdelegación del Gobierno. Les pedí que nos dejasen caminar o movernos por el otro municipio y estoy a la espera de contestación", explica. "La gente quiere más espacio, y es normal".
En la farmacia, la única que hay, Pepa, ataviada con su mascarilla, espera unos minutos en la puerta para no coincidir con una de las vecinas y guardar la distancia de seguridad. Son pocos los habitantes, pero el término es tan pequeño que Emperador está dentro del grupo de las 90 localidades españolas con más densidad de población. "Si salen todos a la vez, no caben", bromea Pepa, que acaba de cruzar la carretera para intercambiar sus recetas sin tener muy claro si ha incumplido las normas. Aunque vive en la acera de enfrente, su domicilio se ubica administrativamente en Museros.
A la escasa superficie se suma la práctica inexistencia de espacios abiertos dentro del término. El pueblo está rodeado de huerta, pero no es suya. Solo queda un único solar sin urbanizar y las máquinas no tardarán en entrar. Tiene dueño y proyecto constructivo. Las últimas viviendas construidas han sido ocupadas por familias jóvenes, que usan Emperador como ciudad dormitorio y trabajan en Valencia o en los municipios de alrededor. La vida social se concentra en la plaza del Ayuntamiento, un rectángulo exprimido al máximo en el que se superponen una cancha de futbito, un parque infantil y el espacio para celebrar las reuniones y las fiesta locales al aire libre. En la plaza, tienen su sede en el mismo edificio el consistorio, el juzgado de paz, un espacio para los pensionistas, la ludoteca y biblioteca municipales y el ambulatorio médico auxiliar.
José María y Paco, dos jubilados casi octogenarios apostados bajo una marquesina a pie de acera, explican que antes se podía vivir del campo, pero que ahora la agricultura ya no es suficiente para ganarse la vida y pagar los estudios universitarios a los hijos. Un centro de estética, la franquicia de una lavandería y una pequeña manufactura de carpintería metálica son los pocos negocios que quedan en Emperador, un pueblo que aún recuerda el castigo de la crisis de 2008, cuando otros comercios cerraron para no volver a abrir. Con la vida a sus espaldas ya cumplida, lo que parece preocupar a los más mayores, más que la enfermedad, es la herencia económica que dejará. "Esta ha sido grave, pero ahora vendrá la otra crisis, la del dinero". Y esta no distingue entre pueblos grandes o pequeños.
La relajación de las drásticas medidas de confinamiento para atajar la pandemia del coronavirius abrió la posibilidad, el pasado sábado 2 de mayo, de salir a pasear en solitario o con los niños y de hacer deporte. La medida supuso un alivio para las familias españolas, encerradas en sus casas desde el 17 de marzo, a excepción de aquellas personas con actividades laborales autorizadas. Sin embargo, lo que para la gran mayoría se ha vivido casi como recuperar la libertad tras una temporada en la cárcel de Alcatraz, se tornó en frustración para el Grupo de Correr Emperador, un pequeño equipo de 'runners' y ciclistas que tiene su base en el pueblo con el término municipal más pequeño de España.
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