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El eterno retorno de Jordi Pujol: así aprovecha el giro de JxCAT hacia Convergencia
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Campaña para reivindicar su figura

El eterno retorno de Jordi Pujol: así aprovecha el giro de JxCAT hacia Convergencia

El fundador de CDC cada vez dosifica menos sus apariciones públicas. Esta semana ha aparecido en dos actos, dentro de la operación nostalgia en la que se ha sumido Junts

Foto: Jordi Pujol saluda a Xavier Trias en el acto de presentación del candidato. (EFE/Marta Pérez)
Jordi Pujol saluda a Xavier Trias en el acto de presentación del candidato. (EFE/Marta Pérez)
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No solo JxCAT está enfrascada en una operación nostalgia bajo el titular de "qué buena era Convergència y qué malo fue el tripartito". Jordi Pujol también se ha subido al carro para reivindicar su figura. A sus 93 años, y después de un ictus, el fundador del catalanismo moderno persevera para salvar su legado político y personal. No hay confesión, ni cuenta en Andorra, ni serie de HBO que pueda con este titán. En la medida que se acerca el juicio contra él y su familia por presunta corrupción continuada, más se esfuerza el expresident en volver a la vida pública.

En la última semana, Pujol fue aclamado por los asistentes a la presentación de la candidatura de Xavier Trias a la alcaldía de Barcelona con JxCAT, mientras que la actual presidenta del partido, Laura Borràs, solo lograba un recibimiento glacial en el mismo evento y por el mismo público. La nostalgia que salva a unos puede matar a otros. También presentó un libro, Des del Turons a l'altra banda del riu, una reedición de lo que se considera su obra fundacional, en la que Pujol llamó a la reconstrucción de Cataluña en 1978. El paralelismo es evidente. El expresidente llamó a reconstruir Cataluña tras la catástrofe del franquismo y ahora llama ahora a reconstruir el territorio tras la debacle del procés: más "fer país" y menos hacer política.

Foto: El exalcalde de Barcelona y candidato de JxCAT a la alcaldía, Xavier Trias. (EFE/Toni Albir)

Los intentos de la izquierda catalana de acabar con Jordi Pujol no acaban de cuajar. El expresident es como un ninja. Se cuela por las rendijas de un catalanismo que se considera huérfano y se niega a entregarse a sus hijos bastardos, como la propia Laura Borràs o Jordi Turull. También lejos de su partido, con un Pere Aragonès que cuando puede "pujolea". Aunque no le acaba de salir del todo bien.

El fenómeno ha resultado más evidente esta semana. Pero lleva arrastrándose más de dos años. Como el pasado mes de diciembre, cuando el Parlament celebró su noventa aniversario. ¿Quién fue la estrella? Jordi Pujol, desde luego. O cuando un año antes se puso a reclamar a los consellers de Economía un nuevo sistema de financiación para Cataluña. La mecánica es siempre la misma. Pujol aparece, por sorpresa o programado, y cosecha una aceptación popular, impropia teniendo en cuenta su propio papel, el de sus hijos o el de estrechos colaboradores como Alfons Quintà.

Jordi Pujol ha dedicado un libro entero a desdecirse del procés y a asumir lo que no ha reconocido ni Carles Puigdemont, ni Oriol Junqueras, ni ninguno de los protagonistas del intento de ruptura con el resto de España: que el octubre de 2017 fue un fracaso y que provocó un retroceso para Cataluña. En la práctica, Pujol desde la nostalgia, y Aragonès desde el Palau de la Generalitat, están abogando por lo mismo: un nuevo pacto con el Gobierno central que permita a los catalanes seguir adelante y salvar los muebles.

La Cataluña perdida

Cataluña se siente perdida. Para empezar está dividida, lejos de aquella región en la que eran catalanes los que vivían y los que trabajaban en Cataluña, según dejó marcado el Jordi Pujol de los años ochenta. La Cataluña que votaba al fundador de CDC viró hacia el independentismo y, ahora, escritores como Francesc Serés hacen libros como La mentida més bonica (Proa, 2022), como si no hubiese sido obvio que una independencia rápida, fácil y barata no era más que una engañifa.

La vuelta de Pujol se da en el contexto sociológico de una Cataluña que se ve perdida

Y cuando esa Cataluña se siente perdida, busca a Jordi Pujol. Incluso cuando va a juzgarle, como cuando en 2015 fue a declarar ante la "comisión del caso Pujol" en el Parlament y el presidente de la misma, el cupaire David Fernández, le acabó mostrando tanta deferencia que hizo que buena parte de la Cámara catalana se sintiese abochornada. Pero Pujol está convencido que, como a Gene Tierney en la película, solo puede juzgarlo el cielo.

Volver a los viejos juguetes

El regreso de Jordi Pujol es la fantasía de que el catalanismo puede volver a sus viejos juguetes. Porque los nuevos, como JxCAT, parece que o no funcionan o han venido sin pilas. Si el actual secretario general de la formación, Jordi Turull, se sale con la suya, el partido conseguirá ser la tercera fuerza de Cataluña en las próximas autonómicas, después del PSC y ERC. Y todos saben que podría ser peor, como ya ha ocurrido con Elsa Artadi, que quedó como quinta fuerza del Ayuntamiento de Barcelona.

Pujol nunca hubiera aceptado ser un actor de reparto. Como tampoco lo acepta ahora, nonagenario y con buena parte de sus vástagos caídos en la ignominia. Esa Cataluña que le aplaude en los actos en los que dosifica su retorno especula con su particular jacuzzi al pasado. Como si fuera posible. Y en algún momento, cuando Pujol les dice la verdad y aboga por "un apaño" con España, tiene visos de ser viable.

Esa Cataluña quiere comprar, por mal que le pese, el relato de Manuel Marchena sobre el procés: todo fue una ensoñación

Cataluña quiere a Pujol en su versión de mártir. Por la familia, el partido, el país. Igual que en los sesenta fue a la cárcel por todos los catalanes, incluidos los burgueses que estaban enriqueciéndose con el franquismo mientras hablaban catalán en la intimidad, ahora se disculpa por todos los independentistas del "tenim pressa". La primera fila de la presentación del libro del expresidente esta semana en la librería Ona, propiedad de Tatxo Benet y que no vende libros en castellano, iba desde Artur Mas hasta Quim Nadal, pasando por Santi Vila o Núria de Gispert.

Esa Cataluña quiere comprar, por mal que le pese, el relato de Manuel Marchena sobre el procés: todo fue una ensoñación y no quedan facturas por pagar. Solo necesitan un líder que sea capaz de disculparse. Pujol siempre vuelve porque el catalanismo considera que él, solo él, puede gestionar esa retirada que tanto necesitan.

No solo JxCAT está enfrascada en una operación nostalgia bajo el titular de "qué buena era Convergència y qué malo fue el tripartito". Jordi Pujol también se ha subido al carro para reivindicar su figura. A sus 93 años, y después de un ictus, el fundador del catalanismo moderno persevera para salvar su legado político y personal. No hay confesión, ni cuenta en Andorra, ni serie de HBO que pueda con este titán. En la medida que se acerca el juicio contra él y su familia por presunta corrupción continuada, más se esfuerza el expresident en volver a la vida pública.

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