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El desencanto se apodera de Puigdemont: del europeísmo al euroescepticismo
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Cambio estratégico soberanista

El desencanto se apodera de Puigdemont: del europeísmo al euroescepticismo

El expresidente llegó a Bélgica diciendo que la UE era la reserva de la democracia. Pero ahora su entorno empieza a mostrarse muy crítico con una Europa que ya no les da la razón

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE)

Carles Puigdemont y su núcleo duro de Waterloo han culminado un viaje que se inició en 2017 con notorias declaraciones de carácter europeísta mientras que ahora se inclinan más por el euroescepticismo. Hay dos estaciones en este camino de desencanto: la concesión del suplicatorio por parte del Parlamento Europeo para poder juzgar a Puigdemont y sus compañeros eurodiputados, y la preguntas prejudiciales del juez Pablo Llarena ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) en Luxemburgo. Cada vez aparecen más gestos que supuran crítica y suspicacia hacia los estamentos europeos.

Puigdemont y sus diputados ha contado sobre todo con apoyos de grupos radicales antieuropeos, que integraban buena parte de los 247 votos que se opusieron al suplicatorio. Pero muchos de estos apoyos eran de europarlamentarios radicales de izquierda y de derecha. Grupos de la extrema derecha francesa, alemana, belga, desde el Rassemblement National (23 escaños) al Vlaams Belang (3) pasando por los ultras alemanes de la AfD (11). Todos votaron en contra. Matteo Salvini dio a su formación libertad de voto. Todas estas formaciones son antieuropeístas.

El pasado 20 de enero, el exlíder de UKIP Nigel Farage, el arquitecto del Brexit, aseguraba en un tuit: "Yo estoy con Carles Puigdemont después de que Bruselas le haya quitado su inmunidad". En opinión de Farage, algo así no le hubiera ocurrido a un líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP), "porque ellos son pro Unión Europea". Pero "Carlos es un euroescéptico, y entonces las reglas son diferentes".

El pasado 20 de abril, Erika Casajoana, número cuatro de la candidatura europea de Puigdemont y presidenta de CATGlobal ASBL, la entidad que da cobertura legal al Consell per la República, cargaba en redes contra la comisaria europea de Valores y Transparencia, Vera Jourova, por alabar la postura española: “Toda una comisaria de Valores y Transparencia, condonando que España desobedezca al TJUE y a la ONU y persiga ilegalmente a la minoría catalana”.

El Consell per la República quiere crear su cuerpo de cónsules honorarios como interlocutores ante gobiernos extranjeros

Hay más. El exvicepresidente del Parlament, Josep Costa, se ha centrado ahora en ser abogado de Puigdemont. Su última iniciativa legal: denunciar a España ante la ONU, en el Comité de Derechos Fundamentales, por “vulnerar los derechos de la Mesa del Parlament”. Costa recurre a las Naciones Unidas. Pero la ONU no es una instancia judicial. Y sobre todo, Costa se salta el paso europeo. La Europa que en 2017 iba a avalar la estrategia soberanista en Cataluña ahora es una institución molesta. Fuentes del entorno de Puigdemont en Bélgica se muestran pesimistas sobre que el TJUE les acabe dando la razón cuando eleven el juicio del Supremo a esta instancia.

La iniciativa de Costa ante la ONU era para responder a que el pasado mes de marzo, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) admitió a trámite una querella de la Fiscalía contra el expresident del Parlament Roger Torrent y los miembros soberanistas de su Mesa, entre ellos el propio Costa, Eusebi Campdepadrós y Adriana Delgado, por haber permitido el debate de dos resoluciones sobre autodeterminación y la monarquía. En ambos casos fueron advertidos por los letrados de la Cámara de la dudosa legalidad de la iniciativa.

El soberanismo acusa ahora a la UE de evitar defender los derechos de los catalanes

Que el independentismo ocupase el pasado mes de marzo la sede de la UE en Cataluña, en el Passeig de Gràcia de Barcelona protestando bajo el lema “EU doesn’t defend our rigths” en el marco de las protestas por el encarcelamiento de Pablo Hassel tampoco es casual. Ni que la ANC abogue por la vía eslovena para llegar a la independencia: ruptura unilateral, guerra y quedarse fuera de la UE. Nada que Europa pueda avalar.

Agenda europea

El eurodiputado de Ciudadanos Jordi Cañas valora que “los independentistas eran europeístas como estrategia contra España. Pero una vez que han visto que no les daban la razón empezaron a cambiar el discurso a ‘la UE es un club de países decadentes’. Por mucho que hablen de internacionalizar el conflicto, lo cierto es que ahora el discurso europeísta ya no cuenta con mucho recorrido entre los suyos. Por eso cada vez disimulan menos. El trago de haber perdido el suplicatorio ha sido muy duro para ellos”.

Cañas lo explica porque "en la agenda europea, Cataluña ha pasado a ser un tema residual. Ahora su rollo pasa por asumir el discurso populista que apoyan verdes, la ultraderecha más bestia, la izquierda más tronada… los que les apoyaron en el suplicatorio. Ahora acusan a la UE de antidemocrática, de club de Estados”.

Cuerpo consular

La última iniciativa del Consell per la República que preside Puigdemont es crear un cuerpo de cónsules honorarios, representantes de este organismo que trabajarían gratis y harían de valedores de Waterloo ante gobiernos extranjeros, suponiendo que estos los reconozcan como tales. Fuentes del entorno independentista ven como una prioridad que uno de estos cónsules honorarios esté en Rusia. Eso no es una política exterior amigable con Europa, precisamente. Es el nuevo giro en la política exterior que quiere impulsar Waterloo.

Carles Puigdemont y su núcleo duro de Waterloo han culminado un viaje que se inició en 2017 con notorias declaraciones de carácter europeísta mientras que ahora se inclinan más por el euroescepticismo. Hay dos estaciones en este camino de desencanto: la concesión del suplicatorio por parte del Parlamento Europeo para poder juzgar a Puigdemont y sus compañeros eurodiputados, y la preguntas prejudiciales del juez Pablo Llarena ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) en Luxemburgo. Cada vez aparecen más gestos que supuran crítica y suspicacia hacia los estamentos europeos.

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