Este hombre ha construido la Nostromo de 'Alien' en un garaje de Barcelona
El resultado son cuatro escenarios de 'Alien' y de su secuela: el pasillo del Nostromo, el laboratorio de Ash, la pequeña nave de salvamento Narcysus y el escenario oscuro y militar de la segunda parte
En los años cincuenta, a un labrador llamado Justo Gallego lo echaron de un monasterio y empezó a levantar con sus cojones una catedral inmensa en el bancal de su familia. Todavía no la ha terminado, y no la terminará, pero no le importa. Una pasión te arrastra a sitios insólitos. A Edmund Hillary y Tenzing Norgay, los mandó a la cima del Everest, y a Marie Curie, al interior del átomo. Otra te puede llevar a conquistar Polonia, a comprar una tonelada de soldaditos de plástico o a convertirte en un maestro mundial del ajedrez. A un hombre llamado Luis Escribano, lo ha llevado al Nostromo, la nave de 'Alien'.
Luis es un hombre alto, tímido y amable con cierto aire de xenomorfo en la osamenta. Cuando me abre la puerta de su pequeño local en la calle Juan de Garay de Barcelona, llevamos mascarilla (la suya tiene dibujado el abrazacaras de 'Alien'), así que no ve que me quedo con la boca abierta. Desde fuera, el local es un bajo más, cutre y anodino, pero mirad dos veces, porque esconde algo increíble. Los vecinos que pasan echan un vistazo, siguen andando y se paran a los pocos pasos. Retroceden confundidos. Lo que han creído ver ahí, ¿puede ser cierto? Un pasillo octogonal aséptico y futurista flanqueado por fluorescentes, rematado en compuertas herméticas verticales y al fondo un laboratorio científico. Una puñetera astronave gigante de ciencia ficción en medio de un barrio trabajador de Barcelona.
Tiene más de 40 años y ya empieza a ser conocido en internet por su seudónimo, Luis Nostromo
Luis Escribano es del barrio, de toda la vida. La casa de sus padres está en la otra manzana. Tiene más de 40 años y ya empieza a ser conocido en internet por su seudónimo, Luis Nostromo. En una cuenta de Instagram, ha ido dando parte con fotos de su trabajo colosal para construir con sus propias manos, en lo que era un almacén atestado de muebles viejos, el escenario de la película de terror y ciencia ficción más asombrosa y brillante que se ha proyectado en una sala de cine. En Google Maps, este pequeño garaje ya aparece con su nombre no oficial: Museo Alien. Pero, en puridad, esto no es un museo. Es un refugio.
La idea que tenía Luis cuando se hipotecó hasta los ojos para comprar el local, cuando empezó a adquirir material de construcción (madera, tubos de PVC, láminas, cristal) a toneladas y a recoger chatarra, cuando dedicó todo su tiempo libre a trabajar y trabajar no era abrir un museo, sino reproducir el interior de la Nostromo centímetro a centímetro, hasta el último detalle, para él. ¿Por qué? Simplemente, había soñado siempre con esto. Tener la nave de 'Alien'. “Un sitio donde estar tranquilo”, me dice, y pienso que es divertido que alguien pueda estar tranquilo en el escenario de una cacería alienígena aterradora.
La primera vez que vio 'Alien' era un niño y tuvo pesadillas durante semanas. Le digo que a mí me pasó lo mismo y hablamos como dos friquis, sentados en el portal, de la criatura implacable de formas grotescas y actitud imprevisible, de la teniente Ripley con su 'sex-appeal' andrógino y sus ovarios de bronce, de la luna deshabitada y plagada de huevos, de la banda sonora de Jerry Goldsmith, del tórax de John Hurt explosionando sanguinolentamente para dar salida a su hijo extraterrestre y del puñetero androide y su vomitona de leche. También de una nave espacial que piensa y toma decisiones y que es, para muchos, la protagonista oculta de la película.
Luis tiene tatuado en un brazo el logotipo de la nave y en el otro el contador que llevaba el arma del Depredador en la película de John McTiernan. Le pregunto si contactó con la gente de Hollywood para pedirles los planos de la escenografía y se descojona. “No, no. Esto lo he hecho totalmente a ojo”. Cuesta creerlo: la reproducción es exacta, pormenorizada, al detalle. Sobrecoge. “Empecé por el pasillo de entrada y me tiré un año. Cada día venía y me marcaba un objetivo, un trocito. Me dedicaba horas enteras a pensar cómo podía hacerse, con qué materiales y con qué proporciones. A veces, pasaba noches en vela con el bloqueo, y luego encontraba la forma de hacerlo y trabajaba sin parar”. Calculó el tamaño de cada detalle a ojo, imprimiendo fotos de la película.
No es arquitecto, ni aparejador. Estudió automoción, ha trabajado de mecánico y en los últimos años de conductor de VTC, pero ahora está en ERTE. Tiene dos hijos a los que les encanta venir por aquí. “El laboratorio de Ash lo empecé a construir a partir de esta imagen”. Me enseña un fotograma del actor Ian Holm en su laboratorio. “Busqué en internet su estatura y descubrí que mide un metro sesenta y cinco, así que me puse a calcular todo lo demás a partir de eso. Hice lo mismo con el pasillo: a partir de la estatura de Ripley [Sigourney Weaver] calculé el alto de la compuerta, a partir del alto pude calcular el ancho, y trasladando con reglas de tres todos los detalles a un plano, supe cuál era el tamaño real de todo el decorado”.
El resultado son cuatro escenarios de 'Alien' y de su secuela: el pasillo del Nostromo, el laboratorio de Ash, la pequeña nave de salvamento Narcysus y el escenario oscuro y militar de la segunda parte. La electrónica está automatizada desde su móvil, hay zonas que se cubren de humo, lucecitas por todas partes, pantallas y computadoras, y escondidas tras mamparas o expuestas bajo focos que enciende y apaga con su móvil, están exhibidas las joyas de su colección: reproducciones de los extraterrestres, autógrafos de los actores, armas y piezas originales del rodaje.
“¿Cuánto dinero te has gastado en esto?”, le pregunto boquiabierto. Luis no se ve capaz de calcularlo a la ligera. Dejando aparte el local y su colección, donde hay piezas compradas en subastas por más de 10.000 euros, como el peto de la armadura de uno de los marines de 'Aliens: el regreso', dice que dejó de contar a partir de los 15.000. ¿Vale la pena? "Yo creo que sí".
Le pregunto a Luis si le gustaría dar salida a esta creatividad brutal trabajando en el cine en la construcción de decorados de películas
Ahora está en paro y las visitas de los curiosos a su refugio, que pueden concertarse por internet contactando directamente con él, le han salvado la vida. Son gratuitas, pero la gente puede hacer donativos voluntarios para que Luis siga trabajando, porque aunque el sitio es asombroso, el curro no se acaba nunca. “Siempre hay algún detalle que seguir. Tengo la impresión de que está al 95%, aunque la gente que viene no se da cuenta. Es lo único triste de esto: yo quería sumergirme en esta atmósfera, pero eso solo puede hacerlo la gente que viene. Para mí, todo esto es siempre una obra y sé lo que hay detrás de cada mampara”.
Fantasea con que vengan los actores y técnicos de aquellas películas. Algunos ya le siguen en Instagram y no me cabe duda de que acabará teniendo a Sigourney Weaver por aquí si recala por Barcelona: la fama de este lugar pronto será mundial, no puede ser de otra forma. Este sitio es algo que no se puede ver en ninguna otra parte. Es alucinante. La perfección de los detalles sobrecoge. Le pregunto a Luis antes de despedirnos si no le gustaría dar salida a esta creatividad brutal trabajando en el cine, en la construcción de decorados de películas. Aunque lleva mascarilla, creo que sonríe. “Nada me gustaría más”. Si yo fuera director de cine, lo estaría llamando ahora mismo.
En los años cincuenta, a un labrador llamado Justo Gallego lo echaron de un monasterio y empezó a levantar con sus cojones una catedral inmensa en el bancal de su familia. Todavía no la ha terminado, y no la terminará, pero no le importa. Una pasión te arrastra a sitios insólitos. A Edmund Hillary y Tenzing Norgay, los mandó a la cima del Everest, y a Marie Curie, al interior del átomo. Otra te puede llevar a conquistar Polonia, a comprar una tonelada de soldaditos de plástico o a convertirte en un maestro mundial del ajedrez. A un hombre llamado Luis Escribano, lo ha llevado al Nostromo, la nave de 'Alien'.