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Protestas 'cerilla': la tractorada te explica por qué el viejo asociacionismo está herido de muerte
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Importante presencia de jóvenes

Protestas 'cerilla': la tractorada te explica por qué el viejo asociacionismo está herido de muerte

Las manifestaciones del campo han desbordado los canales habituales de las organizaciones agrarias en una réplica de lo que ya ocurrió en otros colectivos, como los sindicatos o las asociaciones de las fuerzas de seguridad

Foto: Un agricultor en una protesta en Toledo. (Europa Press/Diego Radamés)
Un agricultor en una protesta en Toledo. (Europa Press/Diego Radamés)

En los albores de la Transición, una tractorada con más de 100.000 vehículos paralizó a España. Entonces no había redes sociales y la única televisión que había era la pública, pero todo el mundo tenía claro que detrás de esa movilización estaban los Sindicatos de Obreros Agrícolas (SOAS) y las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPAS). Casi medio siglo después, los tractores han vuelto a las ciudades de forma casi espontánea. Las organizaciones agrarias se han puesto detrás de las marchas de una forma natural, pero con algo de desconcierto en una nueva muestra de las dificultades que se encuentran las entidades a través de las cuales se ha articulado el asociacionismo en España para conectar con las nuevas formas de protesta.

No es casualidad que la participación de los jóvenes en este tipo de entidades esté en mínimos, según el CIS. Solo el 13% de los españoles de entre 18 y 34 años están implicados en algún tipo de organización política o social, según un estudio lanzado esta semana. Y esto concuerda también con el bajo nivel de afiliaciones a sindicatos, a pesar de que son entidades bien valoradas por las capas más jóvenes de la sociedad. ¿Cómo se explica entonces la presencia de agricultores jóvenes que, según los propios asistentes a las tractoradas, se han echado a las calles sin pertenecer a esas organizaciones tradicionales, como Asaja, Coag y UPA? "Los jóvenes se vinculan a las organizaciones como en el mundo digital, se conectan y se desconectan", ilustra Joan Coscubiela, director de la Escuela del Trabajo de CCOO, que apunta a la volatilidad de esta implicación por parte de las nuevas generaciones.

"La indignación es un estado que se consume rápidamente y que no siempre deja poso", apunta el exdirigente sindical, que se acuerda del 15-M y de la "falta de poso político" que dejó el movimiento de los indignados que se echaron a las calles a principios de la pasada década. El fenómeno que dibuja Coscubiela es el de unas movilizaciones muy llamativas que se apagan con mucha velocidad, como una cerilla después del fogonazo del fósforo. El experto habla de "momentos efervescentes que luego no se consolidan de forma organizativa". Alejandro Godino, sociólogo por la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en relaciones laborales, da carta de naturaleza a esta realidad en las afiliaciones a los sindicatos de clase, ya que se han detectado casos de inscripciones de jóvenes para buscar el asesoramiento del sindicato cuando se les presenta un problema, pero estos acaban dejando la organización cuando ese problema ha desaparecido.

En los últimos años, han aparecido nuevas organizaciones con una orientación izquierdista, como los sindicatos de riders o de profesionales de la limpieza en los hoteles, las kellys. Pero en este nuevo escenario se aprecia un mayor viraje hacia la derecha, como ha ocurrido con Jupol, la asociación profesional vinculada a la Policía Nacional que surgió del movimiento Jusapol. La plataforma 6-F, que encendió la chispa de las tractoradas, encaja en este segundo grupo y a Joan Coscubiela no le extraña porque enlaza el "miedo del mundo agrario" que está relacionado con los costes y las dificultades de las transiciones verde y digital. "Ese coste genera perdedores y si a los perdedores les ofreces un enemigo, eso es muy seductor", explica el exlíder de CCOO en Cataluña.

Foto: Una protesta de trabajadores de Primark en Madrid. (EFE/Alejandro López)

Esa tesis encaja en la "fuerte carga emocional" de esta protesta nacida, según Coscubiela, por una "acumulación de malestares" que se ha encendido por el efecto contagio de las marchas de agricultores que se han registrado en Alemania, Francia o Portugal. El experto sindicalista recuerda cómo uno de los manifestantes confesaba hace unos días en un programa de TV3 cómo era la quinta generación de payeses y que, con toda probabilidad, sería el último. "El factor emocional está presente todo el tiempo", señala el político catalán, que suma este condicionante a las causas profundas que van desde la situación del agro a las nuevas exigencias que vienen desde Bruselas tras la aprobación de una nueva PAC que entró en vigor el pasado octubre.

"Nosotros lo veníamos avisando desde hace tres años", explican desde Asaja Andalucía, donde insisten en que el hartazgo no es nuevo y "cuando alguien agita la botella, el tapón salta". En la entidad, una de las más importantes del país, admiten que la forma de relacionarse ha cambiado y que "tiene mil veces más influencia un TikTok bien grabado, que un documento sesudo". Ese es el papel que quieren jugar en las próximas semanas, ya que dan importancia a la movilización de "muchos agricultores de manera libre", pero recuerdan que lo lógico es que el Gobierno acabe sentándose en una mesa de negociación. Y es ahí donde las organizaciones representativas tienen experiencia y esperan revisar asuntos como el empleo agrario, el comercio, la revisión de la PAC o discutir sobre la situación del regadío. "No tenemos un departamento de agitación y propaganda, nos dedicamos a resolver los problemas de los agricultores que vienen", defienden desde Asaja Andalucía, donde insisten que los logros que se acuerdan en las negociaciones benefician a todo el sector agrario y no solo a los socios de las distintas entidades.

Foto: Imagen de una tractorada en Palencia. (EFE/Almudena Álvarez)

A pesar de que esta interlocución es así, Joan Coscubiela alerta de la nueva realidad, ya que organizaciones como Asaja, UPA o Coag nacen para "representar a un mundo del campo que ya ha desaparecido". Y la muestra es que esta movilización, según el sindicalista, no parte directamente de las dificultades que vive el sector agrario, ya que las reivindicaciones con las que los tractores han llegado a la ciudad no han cristalizado claramente. "Lo primero que han tenido que hacer es ponerse de acuerdo en sus peticiones", zanja.

"España es el país que más se manifiesta de Europa", explica Luis Miller, investigador del CSIC y sociólogo que ha estudiado profundamente el fenómeno de la polarización. "Pero nos manifestamos de una forma mucho más educada, no hay violencia", abunda el experto, que considera que esto es así porque "la extrema derecha ha fracasado estrepitosamente en España". Según Miller, Vox encaja más en la derecha radical, pero "no es un partido milicia" ni "justifica la violencia". "Han logrado movilizar millones de votos, pero están dentro del sistema", insiste, al tiempo que recuerda que el 15-M empezó fuera del sistema, pero pronto se canalizó por medio de partidos como Podemos.

Pero la izquierda en toda Europa se está encontrando con problemas para gestionar los "impactos", en palabras de Joan Coscubiela, de las transiciones digital y ecológica, y ante eso el dirigente sindical señala en dos direcciones. Una es la pedagogía, aunque reconoce que competir con la emocionalidad es complicado en este punto; pero sobre todo defiende que deben articular "políticas que consigan compensar los costes sociales" de estas revoluciones. Y pone un ejemplo con la instalación de parques de energías renovables en el ámbito rural. "Lo pueden hacer como un elefante en una cacharrería o con acuerdos con el territorio", zanja.

En los albores de la Transición, una tractorada con más de 100.000 vehículos paralizó a España. Entonces no había redes sociales y la única televisión que había era la pública, pero todo el mundo tenía claro que detrás de esa movilización estaban los Sindicatos de Obreros Agrícolas (SOAS) y las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPAS). Casi medio siglo después, los tractores han vuelto a las ciudades de forma casi espontánea. Las organizaciones agrarias se han puesto detrás de las marchas de una forma natural, pero con algo de desconcierto en una nueva muestra de las dificultades que se encuentran las entidades a través de las cuales se ha articulado el asociacionismo en España para conectar con las nuevas formas de protesta.

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