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"La alianza entre las élites empresariales y los políticos está en el centro de la historia de España"
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"La alianza entre las élites empresariales y los políticos está en el centro de la historia de España"

Carlos Sánchez Sanz publica 'Capitalismo de amiguetes' (Ed. Harper Collins), un recorrido por los estrechos vínculos entre los poderes económicos y los políticos de nuestro país

Foto: Carlos Sánchez, en la redacción de El Confidencial. (Sergio Beleña)
Carlos Sánchez, en la redacción de El Confidencial. (Sergio Beleña)

Carlos Sánchez Sanz (Madrid, 1956) finaliza con Capitalismo de amiguetes (Ed. Harper Collins) su trilogía sobre la aristocracia económica en España, de la que también forman parte Dinero fresco (2003) y Los nuevos amos de España (2007). Sánchez es uno de los periodistas económicos más prestigiosos de nuestro país. Su amplia trayectoria abarca desde RTVE, donde trabajó como redactor en RNE e Informe Semanal, y el diario El Mundo, donde fue redactor jefe de Economía y de Nacional hasta El Confidencial, medio en el que ingresó en 2005 y donde ejerce de director adjunto. En su nueva obra realiza un notable recorrido histórico por esa estrecha alianza entre poder político y élites económicas que ha moldeado los últimos 150 años.

PREGUNTA. En otros países, las élites son muy resistentes y tienden a perdurar durante muchos años. ¿Ha sido así en España? ¿Qué reemplazo de élites han existido?

RESPUESTA. En la historia reciente de España hay dos grandes momentos de ruptura de las élites tradicionales. La primera se da con la Restauración y la segunda ocurre en 1959, con el plan de estabilización franquista, que genera nuevas élites económicas, mucho más modernas y profesionalizadas. Más tarde hubo una nueva renovación con nuestra adhesión a Europa, en 1986, con el gran crecimiento económico, la burbuja inmobiliaria y el mundo financiero. Pero antes de eso, lo que une a todas las aristocracias económicas desde la Restauración es su pasión por la política. En los países occidentales, como Francia o Alemania, las élites tenían conexiones con la política, pero no tenían tanta presencia activa. Aquí los empresarios necesitaban a los políticos para defender sus intereses particulares en forma de proteccionismo, y los políticos a los empresarios para aumentar el control social —ahí están los caciques— y hacer negocios comunes. La alianza entre las élites empresariales y los políticos ha estado en el centro de la historia de España. Ha sido la tónica habitual durante décadas.

P. ¿Perduran muchos apellidos?

R. Ha habido sustitución de élites, pero lo que no ha cambiado es la pasión por los títulos nobiliarios. Todavía hoy en muchos consejos de administración se coloca a gente que tiene un título o que posee un apellido de familia aristocrática. En el franquismo es muy curioso porque es un régimen que pone fin a la república, pero no recupera la monarquía, y, sin embargo, es cuando más títulos nobiliarios se concedieron. Franco quería conectar con la aristocracia económica y les daba un título: les mantenía en sus empresas en una economía estatalizada y ellos, a cambio, no se metían en política, pero eran colaboradores necesarios.

P. Una de las vías típicas de acceso a las élites, políticas y económicas, era a través de los despachos de abogados, porque ligaban la influencia política y la parlamentaria.

R. Una de las causas del atraso histórico de España, algo que se ha estudiado mucho, es el desprecio de la Iglesia, también en el plano educativo, por el mundo empresarial y por la economía. España se incorporó mucho más tarde a la ciencia económica: mientras que en el siglo XIX en muchos países europeos se habían creado centros especializados en economía y empresariales, en nuestro país, hasta bien entrado el franquismo, no había facultad de económicas. Se puso más el acento en las conexiones con el poder político para asentar un sistema proteccionista y así proteger a las élites. Por eso, era muy importante el acceso a través del ámbito jurídico, que era el que asentaba esa relación con las leyes que se publicaban en los diarios oficiales. En el siglo XIX y primer tercio del XX, casi todos los políticos y los propios empresarios eran abogados no expertos en economía.

P. Cuentas como las escuelas de negocios también se implantaron muy tardíamente, lo que demostraba el desinterés respecto de la economía.

R. A partir de los años 50 del siglo XX, con el plan de estabilización, la sociedad española se hace más moderna y se hacen precisos profesionales que conozcan bien el mundo de la empresa. Así nace el IESE, fundada por el Opus, como primer centro de posgrado. La economía española hasta entonces tiraba de los sectores primarios, había poco peso de la industria. Pero, a partir de esa fecha, se hace más compleja y por eso nacen las escuelas de negocios. También se pone en marcha la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), que no es una escuela en si misma, pero que se interesa mucho en que los directivos tengan una buena formación.

Foto: 'La carga', una pintura al óleo de Ramón Casas.

P. La APD, además, fue un lobby potente.

R. Estaba formada por otra generación de empresarios, que hablaban idiomas, viajaban, exportaban y tuvieron cierta influencia en las postrimerías del franquismo. Cuando llega Felipe González al poder cobra mucha importancia porque Felipe no tenía una base detrás de contactos empresariales. El PSOE era un partido que había abandonado hacía poco el marxismo y no tenía élites de los negocios detrás. Lo que hacen Boyer primero y Solchaga después es apoyarse en esa organización. Eran, además, una élite empresarial moderna, de su tiempo y que conocían bien el sistema desde dentro. Claudio Boada, por ejemplo había sido el presidente del Instituto Nacional de Hidrocarburos y conocía bien los entresijos del poder económico en España. Felipe se apoyó en ellos en la primera época de su mandato.

P. Otro sector de mucha importancia, a través del cual las élites se forjaron, fue el de los ingenieros de caminos.

R. Fueron importantes en dos etapas muy distintas. La primera fue con José Echegaray, un ministro de Hacienda que desarrolló la profesión de ingenieros de caminos y que les dio mucha libertad. Por ejemplo, para construir carreteras no había que pedir permiso, salvo cuando afectaran a expropiaciones. Más tarde, Primo de Rivera, más autoritario y planificador, acabó con sus privilegios. Pero con el desarrollismo franquista de mediados de los 50, empieza a crecer la economía y llega mucha inversión extranjera, ya que teníamos mano de obra barata, y vuelven a cobrar un enorme poder, porque son ellos los que planifican. Eso explica que cuando España crece a finales de siglo y principios del XXI las empresas principales fuesen las concesionarias, muy vinculadas al territorio y a las obras públicas, como Ferrovial, Acciona o ACS.

"La industria textil catalana nunca fue eficiente, pero funcionaba porque tenía un mercado cautivo que era el español"

P. Llama la atención que, dado el poder político que tuvieron los militares en el XIX y en XX, apenas aparezcan en el libro.

R. El ejército español históricamente, y lo identificó bien Azaña, era un ejército muy pobre y con pocos medios y eso fomentaba la corrupción, por lo que a menudo estuvieron lejos del poder empresarial. No hay más que leer el famoso Expediente Picasso del desastre de Annual donde ser revelan las penurias que pasaba la tropa, pero también los mandos. Los pronunciamientos del XIX o del XX fueron más de carácter político e ideológico que empresarial. En otros Estados los empresarios se apoyaron en los militares para dar golpes de estado, aquí no ocurrió así. Aunque es verdad que posteriormente hubo una alianza de facto.

P. Otro de los aspectos relevantes del libro es el análisis de la estrechísima ligazón que han tenido la banca y la industria.

R. La financiación en España en siglo XXI y XX fue fundamentalmente extranjera: teníamos dificultades a causa de nuestra mala tradición a la hora de pagar las deudas. De modo que los financieros se quedaron con la industria para asegurarse fondos recurrentes durante un tiempo, y eso les hace ser rentables. Los grandes financiadores de la obra pública española fueron la banca inglesa y alemana y, sobre todo, la francesa, que financia el ferrocarril. De esta manera, controlaban todo el sistema económico. Se produjo una fusión entre sistema financiero e industrial hasta los años 80, cuando los bancos empiezan a soltar lastre, ya que tienen un sistema distinto en Europa y en el mundo que les permite financiarse. Los bancos no se han financiado con los mercados de capitales, sino a través de la industria.

placeholder 'Capitalismo de amiguetes', de Carlos Sánchez.
'Capitalismo de amiguetes', de Carlos Sánchez.

P. ¿Cuáles fueron los efectos de esa fusión?

R. Hizo a la industria española poco competitiva, ya que estaba al servicio de la banca, y esta era un sistema muy cerrado y controlado. En consecuencia, para asegurar la rentabilidad buscan la protección del Estado. No tratan de competir, no se fijan en el exterior, y la industria textil catalana fue un caso claro, sino que presionan políticamente para que el proteccionismo les permita protegerse.

Lo más curioso es que cuando se abre el comercio del textil mundial, la industria catalana, tiende a desaparecer, mientras que en la otra esquina de España, Amancio Ortega crea Inditex y se lleva por delante al resto. La industria textil catalana nunca fue eficiente, pero funcionaba porque tenía un mercado cautivo que era el español. Lo lógico hubiera sido que Inditex hubiera nacido en Cataluña y, sin embargo, surgió en Galicia que no tenía tradición textil.

"Cuando Franco toma el poder necesita a los empresarios, y los únicos constituidos formalmente como tales eran catalanes y vascos"

P. Esa unión de intereses entre la capital, Cataluña y País Vasco pone de manifiesto hasta qué punto la política territorial y la económica han ido unidas a lo largo de los dos últimos siglos.

R. Una de las características de capitalismo español es la fuerte influencia de los territorios, que en otros países también ha ocurrido, pero no de una manera tan decisiva. España es un país complejo, con regiones diferenciadas, pero lo esencial es que, con la comunión entre poder político y empresarial, este era muy consciente de que tenía que estar físicamente cerca de los centros de poder. Tenían que estar en Madrid. La estrategia de los primeros nacionalistas catalanes, como Cambó, fue acercase al poder. Apoyó a Primo de Rivera porque quería mantener una industria muy protegida de los poderes exteriores. Y cuando el gobierno quería abrir el mercado, se producían alianzas entre los vascos y los catalanes para que eso no se produjera. El libro comienza contando cómo en 1916, en el Hotel Palace, se reúnen las élites económicas para impedir que se lleve a efecto el impuesto que quería implantar Santiago Alba sobre los impuestos extraordinarios de las empresas como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Los aranceles subieron en 1919 por la presión de los vascos y catalanes frente a los gobiernos liberales. Ese fue el gran debate de los siglos XIX y XX, el de los proteccionistas contra los liberales.

P. Con la llegada de Franco, que era militar, ese vínculo con los empresarios catalanes y vascos tampoco varió.

R. Como decía antes, el ejército español nunca estuvo vinculado al poder empresarial, de modo que cuando Franco toma el poder necesita a los empresarios, y los únicos que están constituidos formalmente como tales eran los catalanes y los vascos, sobre todo los catalanes. En un estado dictatorial, donde la economía se nacionaliza, los empresarios tienen mucho menos peso político, pero apoyan a Franco a cambio de disponer de un mercado cautivo. En el caso de los vascos hay una pequeña diferencia, porque había una parte de las élites que estaban muy vinculadas al PNV y que rechazaban a Franco. Ramón de la Sota, por ejemplo, fue expropiado por sus conexiones con el PNV. Pero en líneas generales, Franco y las burguesías catalanas y vascas se protegieron mutuamente.

P. Felipe González también acudió a ellos cuando llegó al poder.

R. Hay un caso muy emblemático, el de la antigua Gas Natural. Con una figura clave, que es Pere Durán Farell, que tiene mucho parecido con Cambó. Es un visionario que se da cuenta de que España necesita energía barata para que funcione la industria y trae gas natural desde Argelia a España. En el 70, Franco inaugura la primera estación de gas natural. Ese proyecto, que era privado, lo nacionalizaron los tecnócratas del franquismo, ya que entendían que era un asunto de soberanía nacional. Y cuando González necesita granjearse el apoyo de las élites económicas, privatiza toda la industria de gas natural, de la mano de Farell. El mundo al revés.

"Sigue habiendo amiguismo e influencia de los territorios, pero ahora estamos en un momento mucho más abierto"

P. Cierras el libro con un breve capítulo dedicado a los grupos de presión, donde resalta la especificidad española.

R. El lobby, en la concepción actual de la palabra, ha sido muy pequeño. En España, la influencia se ha conseguido mucho más a través de los territorios. Siempre ha habido lobbies, incluso cuando estaban prohibidos los sindicatos y las asociaciones patronales, estaba UNESA, que representaba a las eléctricas, pero su influencia existía porque detrás estaban los bancos.

P. Sin embargo, las últimas décadas han sido muy distintas. El peso de las finanzas internacionales, el desarrollo de la globalización y la desaparición de buena parte de la industria española ha configurado unas élites españolas y con menor peso. Estamos en una época muy diferente de la que describes.

R. El clientelismo político del que habla el libro fue posible por la mala calidad de las instituciones, ya que no había control por parte de terceros. A partir de 1986, cuando se entra en la UE y había que competir, todo eso cambia, y se crean instituciones que permiten separación de poderes, como la CNMC, la CNMV. Antes no había vigilantes de la bolsa, sino agentes de cambio y bolsa que operaban casi con total libertad. Ahora tenemos instituciones de mucha mayor calidad que permiten que haya mayor control. Sigue habiendo amiguismo, influencia de los territorios y presión para controlar el BOE por parte de las élites. Pero ahora estamos en un momento mucho más abierto.

Carlos Sánchez Sanz (Madrid, 1956) finaliza con Capitalismo de amiguetes (Ed. Harper Collins) su trilogía sobre la aristocracia económica en España, de la que también forman parte Dinero fresco (2003) y Los nuevos amos de España (2007). Sánchez es uno de los periodistas económicos más prestigiosos de nuestro país. Su amplia trayectoria abarca desde RTVE, donde trabajó como redactor en RNE e Informe Semanal, y el diario El Mundo, donde fue redactor jefe de Economía y de Nacional hasta El Confidencial, medio en el que ingresó en 2005 y donde ejerce de director adjunto. En su nueva obra realiza un notable recorrido histórico por esa estrecha alianza entre poder político y élites económicas que ha moldeado los últimos 150 años.

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