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Hablan los supervivientes del pistolero de Tarragona: “Me disparó en el muslo”
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Hablan los supervivientes del pistolero de Tarragona: “Me disparó en el muslo”

El agresor fue abatido por los Mossos y quedó tetrapléjico. Pidió la eutanasia y se había programado para el día 28, antes del juicio, pero un juez sustituto la ha paralizado

Foto: El pistolero de Tarragona, en una imagen de archivo. (YouTube)
El pistolero de Tarragona, en una imagen de archivo. (YouTube)

Eugen, sus disparos, las víctimas que encajaron sus balas, las secuelas físicas y psicológicas de estas personas y del propio verdugo —al que abatieron los Mossos y quedó tetrapléjico— forman un complejo entramado judicial de difícil resolución. El agresor ha pedido la eutanasia, a la que tiene derecho, pero sus víctimas exigen que antes de que abandone este mundo, se celebre la vista oral y se le condene. Necesitan que se escenifique la existencia de justicia. Pero, primero, los hechos.

Eugen, un extrabajador de Securitas de 46 años, llevaba unos quince en la empresa y estaba firmemente convencido de que le robaban dinero. Durante un periodo de baja, se disfrazó con una peluca y se presentó en las oficinas de Securitas en Tarragona. En cuanto le abrieron la puerta, sacó un arma. El Confidencial ha tenido acceso a las declaraciones de sus víctimas: “Escuché como alguien tocó el timbre. Cuando abrieron observé que era un hombre con peluca y con mascarilla. Tenía un aspecto extraño. Se notaba que el pelo no era natural. En cuanto le escuché hablar, reconocí su voz. Era Eugen. Quiso acceder al pasillo que lleva a la oficina y a la sala de reuniones, pero la persona que le había abierto se lo prohibió: 'Aquí dentro no, fuera de aquí'. Yo estaba haciendo fotocopias y poco después escuché un jaleo grande. Me preguntó una compañera si sabía qué pasaba y le dije que no. Abrí la puerta para mirar y estaba allí Eugen, llevaba un arma en la mano. En el suelo estaba tirado el gerente. Con sangre a su alrededor. Pensé que estaba muerto. Eugen se giró hacia mí al oír el ruido de la puerta abrirse y disparó una sola vez. Me dio en el brazo derecho. A pesar de que sangraba y me quemaba, logré cerrar la puerta”. Fue puro instinto de supervivencia. “Me alejé de la puerta, cogiéndome el brazo. Una compañera, al ver la escena, empezó a gritar: '¿Qué hago? ¿Qué hago?'. 'Corre, llama al 112', le grité desesperada. Mi compañera se metió debajo de la mesa para hacer la llamada y yo me escondí junto a unos armarios. Por si Eugen volvía a disparar desde fuera”.

La mujer malherida seguía sangrando. No podían huir, solo rezar para que no entrase a esa dependencia de las oficinas. Entonces escuchó el ruido de un cristal. La puerta estaba cerrada, pero había unas ventanas correderas para atender a la gente por las que podía saltar. Y ellas no podían huir a ningún lugar.

"Al escuchar el ruido deduje que era el cristal del mostrador. Que lo había roto para entrar". Las imágenes de las cámaras de seguridad del interior de la oficina demuestran cómo arroja un vinilo al suelo, abre una ventana interior con violencia y salta dentro. "Lo primero que pensé fue en mi compañera de debajo de la mesa, porque era la que estaba más cerca de Eugen. Ella no paraba de repetir: 'No, por favor, no por favor'. Y se la escuchaba perfectamente, pero Eugen me estaba buscando a mí".

Foto: Foto: YouTube.

"Me vio escondida en la esquina y cuando me encontró, se le movió la mascarilla y cerró los ojos. Es como si estuviera sonriendo al verme. Me intenté echar hacia atrás, pero me caía de culo al suelo. Eugen llevaba la misma arma con la que le había visto antes, la sujetaba en la mano, pero sin apuntarme. Sabía que me iba a disparar, así que traté de esconder la cabeza. Vi cómo me apuntaba. Me puse de lado y pensé: 'Hasta aquí he llegado, me va a matar'. Entonces, me disparó en el muslo izquierdo. Sentí un dolor terrible. Era tan intenso que me quería morir. Ya me daba lo mismo y me puse boca arriba para tratar de aliviar el dolor, pero era peor, así que me coloqué en posición fetal encogida. Eugen no me dijo nada y se fue".

A esta víctima, el disparo le atravesó el brazo y le rompió el cúbito. Y el disparo de la ingle le rompió la pierna y le perforó la vejiga. En el asalto a las oficinas de Securitas dejo tres heridos y en su posterior huida, perseguido por los Mossos, abatió a un agente al que dejó maltrecho. Durante la detención, Eugen resultó herido y quedó tetrapléjico. Su situación es irreversible. “Habla y razona, pero jamás volverá a caminar”, apunta Gerard Amigo, su abogado defensor.

“Solo mueve la cabeza y levemente los brazos. En el resto, está paralizado. Además, padece muchas secuelas y enormes dolores”. Pidió la eutanasia y se la concedieron. En teoría, debía producirse el próximo 28 de julio, pero un juez acaba de paralizar esta muerte asistida hasta que la Audiencia Provincial de Barcelona tome una decisión definitiva. "Entiendo a las víctimas de mi cliente y máximo respeto para ellas”, explica el letrado con énfasis y respeto, “pero tengo que decir que, en mi opinión, prima el derecho a una muerte digna de Eugen. Mantenerlo con vida es una forma de tortura. Por eso, la comisión de expertos parece que ha apoyado la eutanasia. Las víctimas pueden resarcirse civilmente".

placeholder El abogado defensor, Gerard Amigo.
El abogado defensor, Gerard Amigo.

"Además, nadie lo ha pensado, pero mi cliente está siempre en una cama. ¿Cómo se iba a celebrar el juicio?", se pregunta en voz alta Gerard Amigo. “¿Qué van a meter una cama en la sala donde se celebre la vista? Y si le duele, ¿le van a obligar a permanecer en la sesión o suspenderán el juicio y habrá que citar a los testigos para otros días? ¿O van a celebrar las sesiones en su ausencia? Porque la ley exige que esté presente”. Para el letrado, el caso tiene numerosas aristas de difícil solución. “Lo que sí puedo adelantar es que Eugen ha firmado donar sus órganos tras la eutanasia. Se equivocó disparando. Él lo sabe, pero en su muerte quiere dar vida”, concluye su abogado.

Eugen, sus disparos, las víctimas que encajaron sus balas, las secuelas físicas y psicológicas de estas personas y del propio verdugo —al que abatieron los Mossos y quedó tetrapléjico— forman un complejo entramado judicial de difícil resolución. El agresor ha pedido la eutanasia, a la que tiene derecho, pero sus víctimas exigen que antes de que abandone este mundo, se celebre la vista oral y se le condene. Necesitan que se escenifique la existencia de justicia. Pero, primero, los hechos.

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