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Los feriantes regresan del purgatorio: "He tenido que vender mi casa para comer"
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Los feriantes regresan del purgatorio: "He tenido que vender mi casa para comer"

Miguelturra (Ciudad Real) ha cedido un espacio todo el verano para que los feriantes puedan remontar tras 15 meses de miseria. Son los más castigados, pero por fin están de vuelta

Foto: Eugenia Sánchez prepara nubes de algodón en la feria permanente de Miguelturra. (David Brunat)
Eugenia Sánchez prepara nubes de algodón en la feria permanente de Miguelturra. (David Brunat)

Angélica Abellán ha tenido que vender su casa para reabrir el remolque en el que sirve patatas fritas, perritos y bocadillos tras 15 meses sin trabajar debido a la pandemia. Roberto González recogió sus castillos hinchables en marzo de 2020 y los ha vuelto a instalar ahora con una deuda de 15.000 euros y varios meses comiendo gracias al banco de alimentos. Eugenia Sánchez ha perdido todos sus ahorros y solo ha aguantado gracias a la pensión de su marido jubilado.

Es la nueva normalidad de los feriantes, el sector más castigado entre los más castigados por el covid. El ayuntamiento de Miguelturra (Ciudad Real) ha dado un paso al frente con una medida pionera: les cede el recinto ferial de forma gratuita todo el verano para que puedan ir remontando tras la hecatombe que han sufrido sus vidas. Ayuntamientos en toda España están adoptando medidas de apoyo a estos empresarios.

placeholder Vecinos de Miguelturra en las atracciones del recinto ferial. (D.B.)
Vecinos de Miguelturra en las atracciones del recinto ferial. (D.B.)

En Miguelturra hay una quincena de puestos. Los clásicos de cualquier feria recreativa: autochoques, tiovivo, saltamontes, castillos hinchables, churros y hamburguesas. Lleva una semana abierta y los vecinos, por ahora, están respondiendo. Los primeros días los niños se lanzaban literalmente sobre las colchonetas. No se quitaban ni los zapatos. “Tú imagina lo que es tener una inversión de 200.000 euros metida 15 meses en una nave hasta que no te queda dinero ni para pagar el alquiler. Mis cinco hijos me veían en casa y me preguntaban "papá, ¿no trabajas?" Ha sido desesperante. Yo lo he vivido con mucha ansiedad, tuve que ir al médico a que me recetara pastillas”, explica Roberto González.

"Tú imagina lo que es tener una inversión de 200.000 euros metida 15 meses en una nave hasta que no te queda dinero ni para el alquiler"

Suyo es el castillo hinchable en el que hoy los más pequeños de Miguelturra trepan y saltan. Roberto observa, limpia y gestiona. Desde febrero de 2020 no lo hacía. En este tiempo ha pasado más tiempo en la cola del banco de alimentos que en la nave arreglando sus castillos. Ni siquiera ha podido alquilar los que tiene para cumpleaños y comuniones porque nadie ha celebrado fiestas infantiles. Volver a estar en danza es una liberación.

placeholder Roberto González, frente a su castillo hinchable. (D.B.)
Roberto González, frente a su castillo hinchable. (D.B.)

Diego Rodríguez es concejal de Festejos y responsable de la iniciativa. “En Miguelturra tenemos a varias familias de feriantes y algunas fueron al ayuntamiento a plantearnos la idea. Y decidimos cederles este espacio todo el verano. Tenemos feriantes de otros pueblos y hay más que nos han pedido instalarse. Mientras haya espacio, se lo daremos. En junio aprobaremos la exención de la tasa de ocupación del suelo, y también tienen luz y agua. Todos los grupos políticos estamos a favor de esto. Los feriantes son los grandes olvidados de las administraciones, incluso de la sociedad, y hemos querido ser pioneros con el colectivo más vulnerable de esta crisis”.

"Los feriantes son los grandes olvidades de las administraciones, incluso de la sociedad", afirman desde el ayuntamiento de Miguelturra

Un grupo de niños se acerca al remolque de patatas y bocadillos de Angélica Abellán. La paradoja es que Angélica tiene un remolque en el que preparar comida, pero no tiene una casa en la que vivir con su marido y sus cuatro hijos. Tuvo que venderla días atrás, ahogada por la hipoteca y las deudas que ha acumulado estos 15 meses. Ha pactado con el comprador habitarla hasta septiembre. Entonces tendrá que buscarse la vida en función del dinero que consiga recaudar este verano.

placeholder Angélica Abellán sirve comida a un grupo de niños. (D.B.)
Angélica Abellán sirve comida a un grupo de niños. (D.B.)

“Era venderla o dejar de comer. Además, mi madre era avalista. Así que nos iremos de alquiler adonde podamos. Es mi casa de casada, ha sido muy duro venderla”, cuenta Angélica. También ella acudió al banco de alimentos para poner algo sobre la mesa en estos largos meses de inactividad. Y aún puede considerarse afortunada, pues ha cobrado el cese de actividad para autónomos. No todos los feriantes pueden decir lo mismo. La feria es un trabajo estacional y los empresarios se dan de alta como autónomos generalmente entre marzo y octubre. Eso ha hecho que muchos de ellos no cumplieran los requisitos para acogerse a las ayudas fiscales.

“Aquí hay varios que no han cobrado ayuda porque les faltaban meses cotizados como autónomos. Han aguantado malamente gracias a la familia”, explica Eugenia Sánchez mientras pone a punto su pequeño puesto de nubes de azúcar y juguetes. Eugenia tiene 70 años y lleva más de 40 subida a este pequeño remolque, dándole vueltas a las tan deseadas nubes de algodón rosa. Su marido está a un lado del remolque, sentado en una silla de plástico. Juntos han pasado una vida de feria en feria, llevando varias atracciones a la vez cuando eran jóvenes. A Eugenia le gusta el jaleo y dice que aguantará algunos años más. “A la que es 'ferianta' le gusta la feria, pero la epidemia ha hecho mucho daño. La feria cada año iba más floja y esto ha sido la puntilla. Poco me queda ya”.

placeholder Dos niños esperan su turno en el castillo hinchable. (D.B.)
Dos niños esperan su turno en el castillo hinchable. (D.B.)

Ayudas insuficientes

Varios gobiernos autonómicos han aprobado ayudas directas para el sector. Castilla-La Mancha, por ejemplo, ha dado 1.500 euros a cada feriante. Pero ese dinero queda en nada repartido en 15 mensualidades, y además un requisito era no darse de baja de autónomos. “Ese dinero se me va ya solo en los seguros. Son unos 1.200 de la atracción y otros 800 en los remolques. Y luego hay que comer”, dice Norberto Tena sentado en la caseta de su fabulosa pista de autos de choque, la atracción estrella entre los chavales, quienes en una estampa que nunca caduca revolotean alrededor de esta atracción para fumarse un pitillo furtivo y ligotear.

placeholder Un adolescente golpea una máquina de boxeo. (D.B.)
Un adolescente golpea una máquina de boxeo. (D.B.)

Los feriantes están felices de volver al ruedo, pero son realistas: este verano tampoco será normal. Las ferias irán abriendo en los pueblos, pero con aforos limitados y mucha prudencia aún por parte de los padres y los ayuntamientos. Tena explica su plan: “Me quedaré aquí buena parte del verano porque no merece la pena irse a las ferias grandes. En ferias como Cáceres y Plasencia tienes que pagar de 3.000 a 6.000 euros por la tasa de suelo. Eso este año, con las limitaciones de aforo, es perder dinero. Y más si a mi lado hay otros dos autos de choque que también querrán ganar algo de dinero. Así que nos quedaremos por aquí en ferias pequeñas y ya hacia el final del verano subiremos hacia Toledo y Madrid”.

placeholder Ruperto Céspedes por fin ha reabierto su churrería. (D.B.)
Ruperto Céspedes por fin ha reabierto su churrería. (D.B.)

La tarde oscurece y Ruperto Céspedes sigue sacando churros. Parece que los vecinos están satisfechos con este parque de atracciones permanente instalado en el pueblo. “Veremos si no se cansan, pero al menos podemos ir trabajando. Los feriantes somos como hormiguitas, lo que juntamos en verano lo guardamos para sobrevivir en invierno y poner a punto las atracciones. Vamos a ver lo que juntamos este año”, cuenta el churrero.

Que la normalidad regrese lentamente también para los feriantes es una señal muy clara de que ya vamos viendo la luz al final del túnel.

Angélica Abellán ha tenido que vender su casa para reabrir el remolque en el que sirve patatas fritas, perritos y bocadillos tras 15 meses sin trabajar debido a la pandemia. Roberto González recogió sus castillos hinchables en marzo de 2020 y los ha vuelto a instalar ahora con una deuda de 15.000 euros y varios meses comiendo gracias al banco de alimentos. Eugenia Sánchez ha perdido todos sus ahorros y solo ha aguantado gracias a la pensión de su marido jubilado.

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