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Los feriantes se asfixian: "Los tiempos de la Chochona se fueron para no volver"
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Los feriantes se asfixian: "Los tiempos de la Chochona se fueron para no volver"

La recuperación económica no llega a los feriantes, cada vez con más problemas para sostener un negocio familiar que lleva más de un siglo pasando de padres a hijos

Foto: Rana decorativa de una atracción fabricada por SAFECO.
Rana decorativa de una atracción fabricada por SAFECO.

“Hemos invertido medio millón de euros para vivir peor que los nómadas”, se queja Manuel, propietario de una montaña rusa en miniatura. “Yo voy tan asfixiada con las letras que cuando duermo es gracias a las pastillas”, dice Lola, dueña de unas camas elásticas y un puestecillo de algodones de azúcar y frutos secos garrapiñados. “Si este cacharro me lo comprase alguien, se lo vendía ahora mismo y me dedicaba a otra cosa”, protesta Miguel Ángel.

Manuel y Lola nos atienden con prisas, por teléfono, no tienen tiempo para enrollarse. Miguel Ángel lo hace subido a una banqueta de plástico, manipulando unas luces a las tres de la tarde, en plena ola de calor. No lleva más protección que un bañador y unas chancletas de piscina y de lo dedos le gotea una mezcla de sudor y grasa negra. Entre frase y frase grita órdenes a su hijo, que mira con mala cara desde el otro lado de la carpa.

placeholder Una atracción en Torrejón.
Una atracción en Torrejón.

El feriante hace cuentas en voz alta. Pese a su imagen y su carácter nómada tiene que hacer frente a más gastos y tasas que la mayoría de los pequeños negocios. Le cobran 2.500 euros por colocar durante una semana sus dos pequeñas atracciones –una noria para niños y un parque de bolas– en la feria de Torrejón de Ardoz. “Y esta no es una de las caras, en otras pago más de 7.000 euros”. Además de eso, le cobran otros 100 por aparcar la caravana donde vive y 90 por la máquina de Coca-Cola. “Me asfixio aunque no haga calor, hay días que no duermo”.

El mundo de la feria languidece y sus protagonistas no se ponen de acuerdo sobre el diagnóstico. Algunos culpan a las autoridades municipales por subir –o mantener– las tasas, otros a la competencia llegada del extranjero, a la crisis que no termina de marcharse de los barrios obreros de los que salen la mayoría de sus clientes… “O quizá sea el cambio de costumbres, el ocio. A los niños y los adolescentes esto ya no les tira tanto”. En lo que están todos de acuerdo es que este negocio familiar, que lleva un siglo pasando de padres a hijos, se encuentra hoy en un momento crítico.

placeholder Una atracción durante su montaje en Torrejón.
Una atracción durante su montaje en Torrejón.

Miguel Ángel sigue haciendo cuentas en voz alta. “Hay muchos más gastos fijos. El transporte es fundamental, hay que calcular los kilómetros antes porque es muy caro. Antes me podía permitir contratar un trabajador pero ahora lo hago yo todo con la familia. Nos pegamos días casi sin dormir entre una feria y otra. Si llueve y tenemos que cerrar, nadie nos devuelve el dinero. O si hay fútbol y no viene nadie. Antes merecía la pena porque se ganaba bien. Ahora es una ruina, apenas da para comer. Yo solo tengo deudas. Los que vienen consumen la mitad que antes. Cuando los ves paseando de un lado para otro y comiendo pipas… malo. Esto se ha convertido en el peor de los trabajos, no quieren hacerlo ni los rumanos”, se queja.

Los que vienen consumen la mitad que antes. Cuando los ves paseando de un lado para otro y comiendo pipas… malo

El padre de Miguel Ángel era feriante. Y el pionero fue el abuelo, que se puso a viajar "con aparatos de madera". Él aprendió el oficio de niño y ahora se siente atrapado en una forma de vida que le absorbe todas las horas del día durante ocho meses al año, sin margen ni energías para buscar alternativas. “Con lo que saco aquí tengo que ir pagando la siguiente feria. Luego hay que cubrir el mantenimiento de todo y las letras. Cada día se inventan una regulación nueva, un impuesto distinto. Los ayuntamientos necesitan recaudar y no perdonan. Si paro un rato, se viene todo abajo. Los meses de descanso tengo que gastar lo mínimo, arreglarlo todo, pintarlo, etcétera. Y yo no soy de los que peor está. Algunas atracciones medianas te pueden costar medio millón de euros y hay gente hipotecada para siempre porque ahora es muy difícil venderlas por un precio razonable”.

placeholder Una de las caravanas donde viven los feriantes.
Una de las caravanas donde viven los feriantes.

El de los feriantes es un mundo cerrado, sin apenas tejido asociativo, en el que la mayoría se conocen desde niños y acumulan odios, amistades y alianzas. No hay informes sobre el sector y nadie se ocupa de identificar tendencias negro sobre blanco o de recopilar cifras. Más allá de asociaciones regionales que no responden al teléfono, no hay interlocutores que puedan hablar en nombre del gremio. Pero su decadencia se palpa en lugares como la nave de SAFECO, uno de los principales fabricantes de atracciones de España, situada el polígono de La Muela (Zaragoza).

En los últimos tiempos, SAFECO recibe un encargo al año y sobrevive gracias a reparaciones y servicios de mantenimiento. “A finales de los años 90 hacíamos casi una máquina al mes y teníamos hasta 30 personas en plantilla. Hemos hecho de todo, hasta autos de choque. La cosa empezó a bajar y la crisis fue la puntilla. Ahora es una suerte si hacemos una o dos atracciones al año. La plantilla la hemos tenido que rebajar a 11 personas”, lamenta su gerente, Luis Subías.

placeholder Montaje de una atracción en Torrejón.
Montaje de una atracción en Torrejón.

SAFECO se ha especializado en la producción de una única atracción, que actualmente copa la mayoría de sus pedidos. Se trata del canguro, también conocido como rana o saltamontes dependiendo de la región de la que llegue el encargo: una rueda con brazos que suben y bajan. “Es una atracción mediana que cuesta entre 250.000 y 400.000 euros, dependiendo de la decoración. Su fabricación es una cosa muy artesanal, no se puede hacer casi nada en serie. Tampoco podemos mecanizar mucho. Excepto las partes centrales que no pueden variar porque llevan un estudio técnico, podemos adaptar todo a los diferentes clientes. Algunos nos las piden sin nada y ellos las pintan y les ponen luces. Es una máquina cara que pocas familias pueden pagar sin pedir dinero prestado”.

Su fabricación es una cosa muy artesanal, no se puede hacer casi nada en serie. Tampoco podemos mecanizar mucho

Subías achaca la caída de las ventas a la transformación del ocio adolescente. “Las familias con niños pequeños siguen yendo a las ferias, pero los adolescentes han perdido el entusiasmo. Con los videojuegos, las consolas, los teléfonos y la cantidad de cosas que pueden hacer ahora, ya no es tan divertido”. Otro gran problema, argumenta, es que la mayoría de los feriantes se han quedado sin acceso a financiación. “Antes las cajas los conocían de toda la vida, conocían a la familia, y les prestaban lo que iban necesitando. Pero hace tres o cuatro años cambió todo y hoy es imposible que les den dinero para comprar algo gordo como una noria. Lo consideran un cacharro, no un negocio. Y no se fían”.

placeholder Una tómbola en la feria de Torrejón.
Una tómbola en la feria de Torrejón.

Algunos feriantes admiten en privado que en su sector se ha movido tradicionalmente mucho dinero en negro y eso les ha dejado sin acceso a créditos. “En general esto es peor que los bares. A ver, es que ha sido así toda la vida. ¿Quién controla cuántos niños montan en los caballitos? Cuando vas al banco y dices que eres autónomo y ven tu declaración del año pasado… Te miran como si estuvieses loco porque a lo mejor tú les estás diciendo que necesitas medio millón de euros para una atracción. ¿Cómo lo vas a pagar con esos ingresos?”.

Muchas atracciones aguantan más de cuarenta años dando vueltas por España y luego acaban su vida en países como México o Marruecos, donde las ferias siguen llenándose con las nuevas oleadas de inmigrantes rurales. Las modas cambian y las máquinas, los hinchables, etcétera, pierden valor rápidamente. “La pista de bolas que yo tengo se vendía hace unos años por 54.000 euros. Ahora la encuentras nueva por 38.000”, dice Miguel Ángel.

En una web especializada –Feriamania– se puede comprar prácticamente todo de segunda mano: un tiovivo por 40.000 euros, una churrería móvil por 10.000, un Dino Park por 60.000. El precio sube mucho cuando incluye la “ruta”, una suerte de cesión informal pactada que da derecho a plantar la atracción en los mismos espacios que ocupaba el feriante que vende. “Antes se pagaba mucho más, sobre todo con ruta, pero ha bajado mucho. Ahora puedes comprarte una atracción pequeña con ruta por menos de 50.000 euros”, dice Miguel, propietario de una tómbola. “Y como los ayuntamientos cambian las condiciones a veces no siempre respetan la ruta. Yo si vendo esto con ruta tendría que ir ayuntamiento por ayuntamiento convenciendo a la gente que conozco de que lo he vendido yo y es como un traspaso”, explica.

Armengol Engonga, concejal de festejos de Guadalajara, asegura que al menos en su municipio hacen lo posible para ayudar a los feriantes. “No hemos subido las tarifas en los últimos años y tampoco creo que sean altas. Nos hemos dado cuenta de que hay que potenciar el recinto ferial e intentamos llevar actividades cerca para que se anime y creo que no hemos recibido muchas quejas. No creo que estén mal aquí, de hecho todos los años repiten e incluso hay más solicitudes de bares, asociaciones, empresas…”.

Lola subraya que algunos feriantes prosperan mientras el resto se hunde. Pone como ejemplo a la familia Bañuls, un conglomerado de primos y familiares que han levantado un pequeño imperio con las atracciones más grandes, que montan con grúas en lugares privilegiados de los recintos. A Torrejón, ilustra, han traído una montaña de rápidos de agua, “la sensación de la feria con este calor”. Dice que los Bañuls "han dado el salto y van de sitio en sitio, supervisando, con sus cochazos. Son muy buenos y tienen siempre los mejores cacharros. El que viene a montarse solo en una cosa, normalmente se monta con ellos”.

He tenido también algún español pero son perros vagos. Solo los extranjeros aguantan este ritmo

Miguel, el propietario de la tómbola, lamenta que los años buenos no van a volver. “Cuando más ganamos fue con los años de la Chochona. Eso era una locura, esa muñeca horrorosa la tenía todo el mundo en casa. Y el Perrito Piloto. Nosotros nos mantenemos porque si veo que la tómbola un año no funciona, pues la convierto en otra cosa, en un juego de dardos con globos. Tengo también canastas… De todo”. A Torrejón ha traído también la famosa carrera de camellos, de la que cada vez quedan menos por España. Se fabricaba en Herencia (Ciudad Real), en una empresa llamada Tecnove que fabrica desde quirófanos portátiles a las unidades móviles de TVE pasando por furgones policiales.

Los feriantes tienen ocho meses de actividad fuerte, especialmente durante el verano, y luego picos sueltos, como el navideño. “El único mes en el que realmente paro es enero, pero hay que reparar y hacer cosas. Yo aún me mantengo, aunque cuesta, y además es como una droga, más adictivo que la cocaína porque es muy intenso. Pero mi hijo no quiere seguir. Hay semanas que duermes dos horas, pasas calor y no paras. Y días que te hartas de aguantar borrachos violentos, coges un palo y acabas declarando en comisaría. La violencia por las noches es un problema. En algunos sitios sacan antidisturbios en los días más conflictivos y ves muchos palos”, comenta Miguel. Sus empleados, nicaragüenses a los que ayudó a hacer los papeles, cobran unos mil euros al mes más manutención y alojamiento en camping. “He tenido también algún español pero son perros vagos. Solo los extranjeros aguantan este ritmo”.

“Hemos invertido medio millón de euros para vivir peor que los nómadas”, se queja Manuel, propietario de una montaña rusa en miniatura. “Yo voy tan asfixiada con las letras que cuando duermo es gracias a las pastillas”, dice Lola, dueña de unas camas elásticas y un puestecillo de algodones de azúcar y frutos secos garrapiñados. “Si este cacharro me lo comprase alguien, se lo vendía ahora mismo y me dedicaba a otra cosa”, protesta Miguel Ángel.

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