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Bienvenido Mr. Yayo: dentro del primer autobús de abuelos vacunados a Benidorm
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EL PRINCIPIO DEL FIN DE LA PANDEMIA

Bienvenido Mr. Yayo: dentro del primer autobús de abuelos vacunados a Benidorm

Nos colamos en el primer viaje de 66 jubilados vacunados que, como si fueran los liberadores de París en 1944, desatan a su paso la euforia de los locales por reiniciar el turismo de grupos

Foto: Miguel Ángel, Lola, José y Trini, en la azotea del hotel. (S.B.)
Miguel Ángel, Lola, José y Trini, en la azotea del hotel. (S.B.)

Escena 1. La liberación de Benidorm

El conductor del autobús anuncia que han llegado a su destino: Benidorm. Los pasajeros, todos ellos jubilados, miran por las ventanas. No dan crédito. Han cortado la calle. Los hosteleros aplauden, los turistas se detienen con curiosidad y los cámaras de las principales televisiones de España graban este momento insólito. Ha venido hasta el alcalde de la ciudad.

No, no es el inicio de la película de un nuevo director de cine con ínfulas berlanguianas. Tampoco la llegada de Concha Velasco y sus amigas a la Costa Blanca. Del bus, con sus sillas de playa y sombrillas, bajan unos cuantos humildes jubilados que vienen con la Asociación Cultural de Mayores de Fuenlabrada (ACUMAFU), la primera que organiza un viaje de personas vacunadas desde que empezó la pandemia.

placeholder Vista de la Playa de Levante de Benidorm. (S.B)
Vista de la Playa de Levante de Benidorm. (S.B)

“Parecíamos los Reyes”, explicará más tarde José, integrante de la excursión. “Todo me pareció muy marciano, a mí no me habían aplaudido en la vida”, dirá Juan, que también venía desde Fuenlabrada. “Había 100 o 200 personas, se nos fue de las manos”, repetirá Marcelo, presidente de ACUMAFU. “Fue emocionante, hemos hecho historia”, asegurará Antonio Pérez Pérez, alcalde de la ciudad. “Fue una pantomima del ayuntamiento”, añadirá un comerciante.

¿Madrileñofobia? ¡Madrileñofilia! Las crónicas y sus protagonistas describen la escena del pasado 16 de mayo en Benidorm como apoteósica. La viva imagen de un país a punto de estallar por los cuatro costados tras más de un año de confinamientos, quiebras y psicosis por la crisis sanitaria más grave en 100 años. Un país que necesita sol y playa (los abuelos), necesita dinero para sobrevivir (los hosteleros) y, sobre todo, necesita algo de alegría después de tantas malas noticias (todos).

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Foto: S. B.

Bienvenidos al primer viaje de abuelos vacunados que, como si fueran los liberadores de París en 1944, desatan a su paso la euforia de los locales. ¿El motivo? Estos jubilados son la avanzadilla del principio del fin de la pandemia y, además, son el atisbo de la vuelta al pan de cada día de más del 13% de españoles: la industria del turismo.

Escena 2. ¿Usted no será de Fuenlabrada?

Sergio —el fotógrafo— y yo llegamos a Benidorm el miércoles por la mañana. La idea es pasar el día con los jubilados, ver qué hacen en sus últimas horas y regresar con ellos el jueves en autobús.

Pese a que el Imserso ha anunciado que no reactivará los viajes hasta octubre, algunas asociaciones han dado un paso adelante para reiniciar la normalidad. “Nuestra idea es mostrarle a España que, si estás vacunado con las dos dosis, es seguro viajar a otros sitios”, explica Marcelo Cornellá, de ACUMAFU. Crearon tanta expectación con este viaje piloto que recibieron más de 9.000 peticiones, pero solo unos pocos tuvieron la suerte de escaparse cuatro noches a Benidorm por 150 euros.

placeholder Foto: S.B.
Foto: S.B.

En la entrada del hotel Alameda, donde se hospedan los integrantes del viaje, no hay ningún fuenlabreño. Marcelo se marchó el día anterior y no he concertado ninguna entrevista porque pensé que sería fácil encontrarles. Pronto descubro que no. Hablo con una señora de 74 años, pero es de Cuenca. “He venido a pasar unos días a celebrar que estoy viva… y que voy a seguir estándolo mucho tiempo”. Nos asomamos a la playa de Levante para ver si tenemos más suerte. Hay 100 personas desperdigadas por la arena. Acercarse a un desconocido en una playa de Benidorm y preguntarle si es de Fuenlabrada es como entrar a un McDonalds e interrogar a un chaval con un Big Mac si compite en ligas profesionales de petanca.

“No, soy de San Sebastián”, me dice una señora de 70 años debajo de una sombrilla. Otros aseguran que son de Vitoria. Bilbao. Madrid. Albacete. Murcia. Nadie es de Fuenlabrada pero… todos conocen a los jubilados de Fuenlabrada. “Han salido en la televisión, en la prensa local, en la radio… Los tenemos hasta en la sopa”, me contesta otra turista de Albacete, mientras apura una lata de cerveza.

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Volvemos al hotel, resignados. En la calle adyacente, sin embargo, dos hombres que rondan los 70 años vuelven de la playa. Preguntamos, desesperados. “¿Ustedes no serán de Fuenlabrada?”.

Bingo.

“Somos los primeros turistas que viajan en grupo de toda Europa”, dice emocionado Antonio, un corpulento hombre con sombrero blanco. Les menciono el recibimiento de las televisiones —han salido en La Sexta, en TeleMadrid, en Televisión Española, Cuatro…—, y me reconocen que se han sentido abrumados. “Nos grabaron todo el domingo y todo el lunes, mi hija me dice que me ve más por la tele que en persona”, declara Juan.

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Volvemos al comedor del hotel con ellos y allí nos señalan quiénes son de Fuenlabrada. Es una situación embarazosa. Algunos están tan achicharrados por las cámaras que, cuando ven al fotógrafo, dicen que no con el dedo. “Ya me han grabado siete cámaras distintas”, exclama una señora que se acaba de sentar a comer una ensalada. Otros se muestran más abiertos a hablar. “¡Sí, somos nosotros!”, dice otra jubilada en la cola del comedor, para añadir, con los brazos caídos, “pero mañana se acaba…”.

Dejamos a los jubilados apurando las botellas de vino y dando buena cuenta de los filetes empanados con patatas. A las 17:00 horas nos volvemos a encontrar con Juan y Antonio en la playa para hacerles fotos. Ambos son viudos y aprovechan estos viajes para hablar con otras personas. “Se suele conocer a otras mujeres, pero ahora todo es menos imprevisible”, dice Juan.

“Siempre hay algún revenido que te trata de amargar el viaje… pero no lo consiguen. Yo pienso: no vales ni pa’ tacos de escopeta”, me dice Antonio, un albañil que lleva siete años jubilado.

placeholder Foto: S.B.
Foto: S.B.

Al salir del baño en el mar, relata su momento “más gracioso” del viaje. El mismo domingo que llegaron se bebió en la comida más de una botella de vino, una copa y un chupito y, cuando se fueron a la playa, lo veía todo nublado. Se metió al agua y con las olas se cayó. Se levantaba y se volvía a caer. "Llevaba una buena chufla", dice. Antonio no puede terminar de contar la historia de la risa y Juan le ayuda. Volvemos al hotel porque tienen que grabar otro directo.

Escena 3. "¿Que los de 70 no tenemos sexo?"

Nueve jubilados esperan en el hall. Les han dicho que la entrevista con la televisión sería a las 18:00, pero han pasado 20 minutos y aún no ha llegado nadie. Han dejado de jugar a las cartas y matan el tiempo charlando. Toña dice que sus amigos desconfiaron mucho del viaje, pero ahora casi todos están reservando otros. Ellos han sido los primeros valientes en probar la nueva normalidad. Pero, reconocen, todavía no es tan divertida como la anterior a la pandemia.

placeholder José y Trini en la azotea del hotel. (S. B.)
José y Trini en la azotea del hotel. (S. B.)

“Sin baile por la noche estos viajes se vuelven más aburridos”, matiza Mercedes, apoyada en un bastón de madera. Antes de que me deje añadir algo, me acusa con el dedo como si hubiera cometido algún pecado innombrable: “¡Pero hay gente que mira más que baila!”.

Desvío la conversación a la pandemia de coronavirus, que ha acabado con la vida de 80.000 personas en España, muchos de ellos mayores de 70 años como estos jubilados. “Imagínate lo que es ir tachando compañeros de dominó, amigos de toda la vida, por este maldito virus”, dice Antonio. “¿Y ahora con quién voy a jugar?”. “Yo compré una caja de guantes y ahí sigue, sin abrir”, afirma Juan. La mujer de su lado, una señora con el pelo blanco enlacado, le contesta que ella no se los quitó ni para dormir.

Llegan los periodistas de la televisión y todos se levantan para subir a la terraza. Tengo a mi lado a José, que apenas habla. “¿No estás un poco harto de tanta cámara?”, le pregunto. “He salido más en la tele que Julio Iglesias, ¿por qué me iba a molestar?”, dice, sin apenas esbozar una sonrisa. Ya en la azotea, Trinidad y Lola se arremolinan en las tumbonas y sus maridos les empiezan a poner crema. “Perfecto”, exclama el cámara. Los viudos se colocan en otro lado. “Déjame el jersey, nena”, le dice Juan a la trabajadora del hotel.

placeholder Foto: S.B.
Foto: S.B.

Más tarde, algunos reconocerán en privado que ya están un poco cansados del numerito de la televisión. “Quieren que diga las tonterías de que teníamos ya las dos dosis de la vacuna y nos faltaba la tercera: la de sol y playa”, cuenta uno en bajito.

A Trini, sin embargo, no le importa salir ante las cámaras. Se gusta delante de ellas. Cuando la tele se va, le pedimos hacerle unas últimas fotos. “¡Llama a mi José!”, responde. A ella, Benidorm le gusta por el “salseo”. Antes iban a bailar a los Pepes (Pepe's bar), pero ahora está cerrado. “Ay, si pudiéramos echar unos bailes lo que te enseñaba yo a ti”, me dice. “A mí la tele no me da ni una pizca de vergüenza”, continúa, mirándome a los ojos. “¿Que los mayores no tenemos sexo con 70 años? ¿Pero qué mentira más gorda es esa? ¡Con viagra y sin viagra!”.

Mientras posan, les pregunto cuál ha sido su rutina de viaje.

—¿Nuestra rutina? Gastar dinero. Como venga más gente como nosotros, esta ciudad se va a convertir en Las Vegas —me contesta José.

Escena 4. "Es un conductor de primeeeera..."

Es hora de volver a Fuenlabrada. Muchos de estos viajeros habrán contestado 157 veces la misma pregunta: “¿Qué tal se lo están pasando?” y siempre han dicho lo mismo: “De maravilla”. Todos se marchan un poco tristes. Muchos de ellos se quejan de que el viaje debería haber sido más largo. O que deberían reservar ya el próximo. Antes de subirse al autobús, la coordinadora del hotel les pide un último favor: “¡Ahorren, ahorren, les necesitamos de vuelta!”.

Sergio y yo tenemos que sentarnos al final del autobús, lejos de ellos, porque no estamos vacunados. Diez minutos después de arrancar, Trini se levanta y dice: “Venga, vamos a cantar, que nos han pedido otro vídeo para la tele”. “Aaaaaaaaaadiós con el corazón, que con el alma no puedo, y al despedirme de ti….”. Algunos no participan, pero poco a poco, como niños pequeños avergonzados, se van sumando al coro.

placeholder En el autobús de vuelta a Fuenlabrada, Madrid. (S.B.)
En el autobús de vuelta a Fuenlabrada, Madrid. (S.B.)

“Animaos, coño, que estáis dormidos”, les dice Trini. “Parecemos personas mayores”, se escucha un poco más delante. “A mí me gusta la canción de la abueeeeela”, dice otro. “Es un conductor de primeeeeeera, aceeeleeeera”, se atreve una pareja.

Esta tiene poco éxito y pronto hay un conato de rebelión. El fondo sur empieza a entonar otra canción. “Cuéntame, cómo te ha ido, si has conocido la felicidaaaaaad”, cantan. Ahora sí se animan. Los jubilados entran en trance. “Oye, si nos recibió el alcalde de Benidorm… ¿Por qué no nos iba a recibir el alcalde de Fuenlabrada?”, se escucha.

Foto: Acto de clausura de la Feria Internacional de Turismo Fitur 2021. (EFE)

Poco a poco los cánticos se van apagando. Algunos se duermen. El viaje se acaba, pero les queda una última sorpresa. Trini se levanta tras la parada para comer y les dice a los pasajeros que en Fuenlabrada les esperan más cámaras. Les pide que avisen a sus nietos y a sus hijos. Graba un último vídeo, pasajero por pasajero. Se acerca al final del bus y me pregunta:

—¿Tú quién eres? Ah, el periodista. Mírale al chico guapo, te iba a tirar los tejos, pero luego mi José se enfada…

Nada más llegar a Madrid, la asociación ACUMAFU publica un 'post' en Facebook diciendo que estos 66 jubilados han hecho historia. Quizá es un poco exagerado. Pero, como el primer soldado anónimo que se planta en territorio enemigo recién conquistado, a ellos siempre les quedará el recuerdo de que fueron los primeros en correr el velo del mundo poscovid en España. Y ahora les toca celebrarlo.

placeholder Foto: S.B.
Foto: S.B.

Durante el viaje en bus, me pregunto qué harán estos jubilados cuando todo vuelva a la normalidad. Se dice que, después de la pandemia, vendrán los nuevos felices años veinte. Entre los jóvenes ya se vislumbra un verano de desenfreno. Pero, ¿y nuestros mayores? ¿Qué harán? Ellos han sido la víctima preferida del covid y, ahora, ya vacunados, encaran el futuro con la libertad de quien se ve, de repente, sin enemigos a los que combatir. Antonio sintetiza el espíritu del grupo: "Yo voy a volver a Benidorm en el siguiente viaje, a mí me vas a encontrar allí donde esté la fiesta".

Cuando se acaben las restricciones, estos 66 abuelos lo que van a hacer es... Bueno, lo que vamos a hacer todos, ¿no? Bailar.

Escena 1. La liberación de Benidorm

El conductor del autobús anuncia que han llegado a su destino: Benidorm. Los pasajeros, todos ellos jubilados, miran por las ventanas. No dan crédito. Han cortado la calle. Los hosteleros aplauden, los turistas se detienen con curiosidad y los cámaras de las principales televisiones de España graban este momento insólito. Ha venido hasta el alcalde de la ciudad.

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