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Iglesias se 'errejoniza' y redime el pecado original de las exigencias de sillones al PSOE
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MOCIÓN DE CENSURA CONTRA MARIANO RAJOY

Iglesias se 'errejoniza' y redime el pecado original de las exigencias de sillones al PSOE

El líder de Podemos lleva días reelaborando su manual sobre 'realpolitik' para readaptar la praxis de Podemos al actual contexto de "urgencia democrática" y la adversa relación de fuerzas

Foto: Pablo Iglesias e Iñigo Errejón se abrazan durante la celebración de Vistalegre II. (EFE)
Pablo Iglesias e Iñigo Errejón se abrazan durante la celebración de Vistalegre II. (EFE)

"Tarde y mal", pero Pablo Iglesias ha aguantado la respiración para evitar echar en cara a Pedro Sánchez que no lo haya llamado antes de registrar la moción de censura, manteniendo un mínimo de cortesía, además de no recordarle el desdén con el que sistemáticamente rechazó su oferta de apoyar una iniciativa de este tipo desde que accedió a la secretaría general del PSOE, centrando su campaña precisamente en el "no es no" y la necesidad de "echar a Rajoy". También ha evitado caer en las críticas que Sánchez le dedicó cuando Podemos tomó la misma iniciativa tras el estallido del caso Lezo. Se trata de política, e Iglesias ha optado esta vez por jugar al ajedrez en lugar de practicar boxeo. Como había reclamado Íñigo Errejón, "sin reproches", altura de miras, y dejando a un lado la lucha por la hegemonía en el campo progresista para centrarse en lo prioritario: limpiar las instituciones.

El líder de Podemos lleva días reelaborando su manual sobre 'realpolitik', para readaptar la praxis de Podemos al actual contexto de excepcionalidad —"urgencia democrática"— y al reflujo de las fuerzas de izquierda frente al enviste conservador, auspiciado en el eje identitario y la desafección. En esta línea admitía hace escasos días, en un debate junto al sociólogo italiano Carlo Formenti celebrado en la sede del 'think tank' de Podemos, que la formación debía estar dispuesta a "cabalgar contradicciones" y asumir "la negociación constante" para traducir sus reivindicaciones, posiblemente dulcificadas, en políticas públicas. La experiencia de gobierno en los denominados "ayuntamientos del cambio" no ha sido baladí. La actual relación de fuerzas tampoco. "Eso implica poner en suspenso" ciertas demandas maximalistas y también "redefine la praxis de la acción política".

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, durante una rueda de prensa en la sede de Princesa 2. (EFE)

El posibilismo y el pragmatismo se imponen. De ahí que Iglesias haya reiterado este viernes su apoyo sin condiciones ni exigencias de sillones a Pedro Sánchez. Unidos Podemos ya ha dado el 'sí' de sus 67 diputados, y a los que se sumarán también los cuatro de Compromís, para facilitar que el líder del PSOE arrebate la presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy. No se pide nada a cambio, lo cual también supone, tenga o no éxito la iniciativa, que la formación busca redimir su pecado original. Esto es, la abstención en la investidura de fallida de Pedro Sánchez y la petición previa de un gobierno conjunto con el PSOE que incluía un reparto de sillones: presidencia para el socialista y vicepresidencia para el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Un error estratégico para Errejón y una decisión tomada por las bases para Iglesias.

El debate sobre cómo hacer compatible el diagnóstico de Podemos con una estrategia de Gobierno y de negociación con otros actores comienza a cerrarse. La excepcionalidad del actual contexto político ayuda, pero no por ello el paso que ha dado Pablo Iglesias deja de ser un hito en una corta e intensa biografía del partido. Alejamiento del sector más radical —anticapitalistas— mediante.

La actual correlación de fuerzas, y el riesgo de "un cierre restaurador", ha alentado este giro en la dirección de Podemos, donde las voces que siguen rechazando un gobierno de coalición con los socialistas son residuales. Las únicas dudas pasan por cómo asumir la tesitura de cogobernar, aun en situación subsidiaria, "con un socio que te puede poner la zancadilla". La competencia virtuosa que ha acuñado Errejón es un oxímoron, aunque ha impuesto su visión sobre la necesidad de tejer acuerdos primero a la defensiva, para "recuperar conquistas", y después seguir dando pasos más ambiciosos.

Salga o no adelante la moción de censura, Podemos inicia su precampaña para las elecciones municipales, autonómicas y europeas redimiendo otro de sus pecados originales: la negativa a gobernar en posición subsidiaria, alentada por el espejismo del 'sorpasso'. Mano tendida sin pedir nada a cambio. Con todo, Iglesias alertaba este viernes a Pedro Sánchez de que para los socialistas sería más fácil un Gobierno de coalición que uno sostenido solo por 84 diputados, en referencia a los escaños con los que cuentan en el Congreso. Sería la primera vez en la historia de la joven democracia española, recalcó tratando de evitar de forma infructuosa que el 'enfant terrible' que lleva dentro saliese a flote.

placeholder Íñigo Errejón, durante un momento de la entrevista concedida a este medio. (Pablo López Learte)
Íñigo Errejón, durante un momento de la entrevista concedida a este medio. (Pablo López Learte)

La operación que Podemos trató de llevar a cabo en la Comunidad de Madrid se impone, y con ello algunas de las tesis del proyecto errejonista comienzan a sonar en la dirección estatal. Conceptos como "proyecto de orden" son ya manejados por los pablistas. La principal urgencia para el partido pasa ahora por la regeneración democrática, reduciendo sus ambiciones sociales a un programa de mínimos con exigencias asumibles por los socialistas: asegurar las pensiones, subir el salario mínimo, igualdad retributiva entre hombres y mujeres, permisos de paternidad iguales e intransferibles, controlar el mercado de alquileres para asegurar la vivienda digna y diálogo para solucionar la cuestión territorial.

Sobre los pasos a dar por la formación, Errejón, quien hasta septiembre seguirá formando parte de la ejecutiva, resumía en una reciente entrevista con este diario que "España ya sabe que moralmente ese es nuestro rumbo como país, pero necesita ver ejemplos, referentes concretos, que le demuestren que transitar ese rumbo no es tirar los dados o hacer 'tabula rasa', sino que hay garantías y seguridad para transitar. En eso nos jugamos nosotros ser el agente más importante en España o no". Algo de errejonismo hay en la estrategia con la que Podemos encara la moción de censura en una España postgürtel.

"Tarde y mal", pero Pablo Iglesias ha aguantado la respiración para evitar echar en cara a Pedro Sánchez que no lo haya llamado antes de registrar la moción de censura, manteniendo un mínimo de cortesía, además de no recordarle el desdén con el que sistemáticamente rechazó su oferta de apoyar una iniciativa de este tipo desde que accedió a la secretaría general del PSOE, centrando su campaña precisamente en el "no es no" y la necesidad de "echar a Rajoy". También ha evitado caer en las críticas que Sánchez le dedicó cuando Podemos tomó la misma iniciativa tras el estallido del caso Lezo. Se trata de política, e Iglesias ha optado esta vez por jugar al ajedrez en lugar de practicar boxeo. Como había reclamado Íñigo Errejón, "sin reproches", altura de miras, y dejando a un lado la lucha por la hegemonía en el campo progresista para centrarse en lo prioritario: limpiar las instituciones.

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