De los 'troskos' a los 'sociatas': tres sectores en Podemos y siete corrientes ideológicas
La “hipótesis Podemos” se desarrolló como herramienta política aglutinadora de la contestación social surgida al calor del 15-M, un movimiento ya de por sí marcado por una inusual heterogeneidad
Las dificultades en Podemos para materializar acuerdos de cara al congreso de Vistalegre II se están centrando en las diferencias político-estratégicas que mantienen las principales corrientes del partido —pablistas, errejonistas y anticapitalistas—, pero al margen de que en ocasiones se resalten artificialmente como parte del juego competitivo, detrás esconden una amalgama de tradiciones ideológicas en disputa. La “hipótesis Podemos” se desarrolló como herramienta política aglutinadora de la contestación social surgida al calor del 15-M, un movimiento ya de por sí marcado por una inusual heterogeneidad, pivotando así sobre una multitud de tradiciones ideológicas: eurocomunismo, trotskismo, socialdemocracia, autonomismo, leninismo o ecosocialismo, con sus matices en cuestiones territoriales —federalismo, soberanismo y confederalismo—, sectoriales o sindicales.
No hay más que identificar las siglas que forman parte del puzle de la confluencia de Unidos Podemos para calibrar los diferentes equilibrios ideológicos y su peso interno en la apuesta electoral. En el propio seno de Podemos conviven dirigentes, cuadros medios o militantes de base que proceden de diferentes tradiciones ideológicas de izquierda, lo cual no determinó en los inicios su alineamiento en uno u otro sector. Estas son las corrientes de pensamiento presentes en la formación. El populismo, entendido como estrategia y no como ideología, no tiene cabida en la lista, aunque condicione hacia posturas más pragmáticas y posibilistas, vinculadas a la socialdemocracia y al revisionismo 'light' del eurocomunismo.
Cuando se activó el 'mercado de fichajes' tras el congreso constituyente, Vistalegre I, se incidió en perfiles provenientes tanto del activismo como de la política de partidos que aportasen experiencia, más sectorial que organizativa. Entonces se incorporaron personas cercanas a IU y al PSOE, además de otras fuerzas de ámbito autonómico como el BNG, Anova, ICV, Mès, Izquierda Castellana o el SAT (como parte de la CUT). De cara a las generales del 20-D hubo una segunda vuelta de fichajes que se centraron en caras reconocibles, también con diferentes adscripciones ideológicas de izquierda y centro-izquierda para incorporar a las listas. En el último año, las incorporaciones han basculado más hacia el entorno del PCE y sus juventudes comunistas, siendo un claro ejemplo de ello el renovado equipo de asesores de Pablo Iglesias.
Del eurocomunismo al leninismo
La indefinición característica del populismo de izquierdas con sello errejonista, más centrado en lo discursivo y estratégico que en lo material, que caracterizó a la formación durante el ciclo electoral hizo imperceptibles las diferencias entre las tradiciones eurocomunista y leninista, que convivieron dejando de lado sus identidades. Si Pablo Iglesias durante su imberbe militancia en las juventudes comunistas siempre se había decantado por la vía leninista, asumiendo las tesis de sus padres políticos Manolo Monereo y Julio Anguita, tras el salto de estos a Unidos Podemos el 26-J, abrazó más claramente esta tradición. La estrategia “obrerista”, antagonista con el PSOE y basada en la construcción del “bloque histórico” político y social, vino de su mano y ahora es asumida por el secretario general.
Los miembros de la promotora del partido provenían de estas tradiciones, soterradas bajo la “hipótesis Podemos”, pero también del autonomismo y el postobrerismo que Pablo Iglesias teorizó en su tesis doctoral coincidiendo con su activismo en el movimiento antiglobalización, e incluso del trotskismo. Esta última corriente es la que identifica al sector anticapitalista, que se autodenomina revolucionario. Anticapitalistas, la actual denominación adoptada por los integrantes de la extinta Izquierda Anticapitalista (IA), hunde sus raíces en la LCR (Liga Comunista Revolucionaria), con Jaime Pastor como uno de sus destacados ideólogos. Defensores de la línea soberanista, en su seno hay un nutrido grupo de ecosocialistas, fruto de la corriente que formaron dentro de Izquierda Unida hasta su escisión de la coalición de izquierdas.
Revolucionarios en Podemos
La línea trotskista de los Anticapitalistas, y su hoja de ruta revolucionaria, sin recurrir a eufemismos como transformación social o cambio, fue la única que rechazó diluirse en favor de la estrategia populista tras Vistalegre I. No sin asumir conflictos internos y priorizando su coherencia ideológica sobre la presencia en puestos de dirección, en la que no fueron integrados.
La coordinadora andaluza, Teresa Rodríguez, una de las caras visibles de Anticapitalistas, fue la primera en redefinir ideológicamente Podemos, defendiendo el “socialismo” en los documentos políticos con los que revalidó su liderazgo en las primarias andaluzas. Ahora, de cara al congreso de Vistalegre II, los documentos que ha presentado este sector recuperan sin complejos la lucha de clases, el conflicto social o la colectivización de los bienes comunes. Como satélites de esta corriente se encuentran actores provenientes de movimientos sociales y del autonomismo, la corriente libertaria de la izquierda política.
Si Pablo Iglesias se ha reconciliado con su tradición ideológica, desprendiéndose del disfraz del populismo, Íñigo Errejón ha asentado su proyecto en una línea que bebe tanto de la socialdemocracia como del carrillismo. Corriente esta última a la que el secretario general se refería como “comunismo de derechas”. En el programa económico, a pesar de su indefinición en cuestiones materiales debido a la estrategia transversal sobre la que pivota, se visibiliza esta línea al defender la iniciativa público-privada en la gestión de los sectores estratégicos. Iglesias apuesta directamente por las nacionalizaciones. La lectura simplificada de este choque, rescatando la confrontación que ya se produjo en IU entre las tesis de Carrillo, eurocomunistas, y las de Anguita, leninistas, es inevitable.
El fantasma del PDNI
Como ha recalcado el secretario general en más de una ocasión durante los últimos meses sobre el número dos: "Íñigo y su gente se incorporaron después al proyecto y vienen de otras tradiciones". De ahí que algunas voces autorizadas equiparan también el errejonismo al Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI), que, liderado por López Garrido e integrado por caras visibles como Cristina Almeida o Rosa Aguilar, se escindió de la IU de Julio Anguita tras su fallido intento de “renovar la izquierda” para tender puentes con el PSOE. En política, y sobre todo en la izquierda, se observa una tendencia cíclica a la repetición de ciertos hitos históricos.
La definición de Podemos en Vistalegre II respecto a su relación con los socialistas vuelve a despertar el fantasma del PDNI, que condenaría a la formación al modelo cíclico de las escisiones, la posterior reconfiguración de la unidad popular, su tensa convivencia y la vuelta a las escisiones. Cambian los protagonistas y las siglas, pero las corrientes ideológicas se mantienen, unas épocas separadas, otras juntas. La capacidad o no para romper esta tendencia será lo que determinará las posibilidades de éxito de Podemos en el panorama político español.
Las dificultades en Podemos para materializar acuerdos de cara al congreso de Vistalegre II se están centrando en las diferencias político-estratégicas que mantienen las principales corrientes del partido —pablistas, errejonistas y anticapitalistas—, pero al margen de que en ocasiones se resalten artificialmente como parte del juego competitivo, detrás esconden una amalgama de tradiciones ideológicas en disputa. La “hipótesis Podemos” se desarrolló como herramienta política aglutinadora de la contestación social surgida al calor del 15-M, un movimiento ya de por sí marcado por una inusual heterogeneidad, pivotando así sobre una multitud de tradiciones ideológicas: eurocomunismo, trotskismo, socialdemocracia, autonomismo, leninismo o ecosocialismo, con sus matices en cuestiones territoriales —federalismo, soberanismo y confederalismo—, sectoriales o sindicales.