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Argentina: Un fiasco de 1,6 millones de euros
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Argentina: Un fiasco de 1,6 millones de euros

El único programa del Fondo del Agua en Argentina ha fracasado: la AECID y la Fundación Ernesto Sabato mantienen una disputa por la devolución de los 1,6 millones de euros de la donación española

Foto: 84.000 beneficiarios no gozarán de los molinos de viento, la mayoría habitantes de las zonas más pobres de Argentina. (Fundación Ernesto Sabato)
84.000 beneficiarios no gozarán de los molinos de viento, la mayoría habitantes de las zonas más pobres de Argentina. (Fundación Ernesto Sabato)

“La dura realidad es una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones”. Las palabras del escritor argentino Ernesto Sabato (1911-2011) resuenan en la selva misionera, un estrecho territorio de Argentina que separa Paraguay y Brasil, donde viven las comunidades indígenas mbayá guaraní. Como si se tratara de un involuntario augur, el novelista y ensayista resumió sin saberlo la telaraña en la que se han enredado España y la fundación que él mismo creó años antes de su muerte. La “dura realidad” está representada en el fracaso del único proyecto que el Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento iba a desarrollar en Argentina. Las “torpes realizaciones” han dejado sin agua a esas comunidades indígenas, entre otros beneficiarios. Unas 84.000 personas han salido perjudicadas.

Los molinos de viento, como así se llamaba el proyecto, nunca girarán. Han sido 3,2 millones de euros desaprovechados. Los 1,6 millones girados desde Madrid descansan, desde hace un lustro, en una cuenta del Banco Santander en Buenos Aires. De esta cantidad se han gastado 500.000 euros para un programa que, definitivamente, no se ejecutará.

De estar vivo, el conflicto y el posterior desenlace hubiesen sido un puñal para el escritor argentino. España ordenó el reintegro de los fondos a la fundación, motivo por el que ambas partes mantienen actualmente una disputa jurídico-administrativa con coletazos políticos que llega a involucrar hasta la estatalización de YPF. Se trata de esa “desoladora confusión” que el autor narró en sus memorias autobiográficas Antes del fin (1998).

A sus 92 años, Sabato constituyó una fundación para llevar a cabo tareas solidarias. Quería abrir puertas con su nombre para ofrecer ayuda a los más necesitados. Los programas se centrarían en dar techo, comida y cultura. Desde sus inicios, la entidad contó con el apoyo de Unicef, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el premio nobel José Saramago, universidades de distintos lugares del mundo y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

Elvira González Fraga, su última compañera, relevó al escritor al frente de la fundación. Ella era una asidua –con o sin la presencia de Sabato– de los círculos culturales de Madrid. Era habitual encontrarla en una exposición en el Círculo de Bellas Artes o en una presentación con la fundación Cives Mundis. “Tenía una estrecha relación con los dirigentes del PSOE, la Casa Real y, en especial, con la infanta Cristina”, confiesa una fuente de la cooperación española en el Río de la Plata.

Antes del programa previsto en el Fondo del Agua, la Fundación Sabato ya había ejecutado una decena de proyectos financiados por la AECID, enmarcados como ayuda social para zonas de extrema pobreza. Fue el caso de los centros de contención social para jóvenes talentos del fútbol en Rosario, donde se asociaron con la Fundación Atlético de Madrid; o como hicieron con las comunidades mbayá en la provincia de Misiones, al norte del país, donde retrataron su cultura en una exposición fotográfica expuesta en Madrid.

Pero la entidad argentina nunca se había dedicado a temas de agua. ¿Por qué entonces la AECID dio el visto bueno a la Fundación Sabato para desarrollar el único programa del Fondo del Agua en Argentina? Los funcionarios españoles no han querido desvelar esta incógnita.

“Es un ejemplo de lo que no se tenía que haber hecho, tanto por el tamaño del proyecto como por la entidad gestora”, considera Gonzalo Robles, secretario general de Cooperación Internacional para el Desarrollo de España.

Una fundación sin experiencia en agua

El caso argentino es una excepción dentro del Fondo del Agua. En casi todos los programas, la AECID ha elegido como ejecutor de los proyectos a entidades públicas con capacidad operativa, como ministerios, o bien a empresas de servicios proveedoras del agua. En Argentina, los trabajos se encargaron a una institución cultural privada.

“Aunque lo principal del proyecto era la provisión de agua potable, también estaban contempladas tareas de formación y fortalecimiento institucional, temas en los que sí tenemos experiencia”, intenta explicar Daniel Feito, abogado de la Fundación Sabato.

Pese a estas desventajas, España aprobó el proyecto para llevar agua potable, a través de energía eólica, a las regiones más pobres de Argentina. El presupuesto ascendía a 3,2 millones de euros: la mitad procedía de fondos españoles y la otra, de la Fundación Ernesto Sabato.

Este reparto equitativo de las aportaciones de España y los socios locales es la norma prevista para los programas del Fondo del Agua en los países más avanzados de América Latina. En estos casos la donación española representa como máximo el 50% del coste de cada proyecto. Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Cuba, México, Panamá y Uruguay figuran en este grupo.

“El Fondo del Agua es un gran instrumento en un tema tan decisivo para el desarrollo como es el agua, con una vocación regional para que toda América Latina lo conociera y lo compartiera”, argumenta al respecto el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, creador de este programa.

A medida que los nuevos países de renta media avanzan en su desarrollo, la cooperación internacional se orienta más hacia el apoyo técnico y la capacitación de personal. No obstante, en muchos casos el incremento de riqueza ha llevado aparejado un aumento de la desigualdad.

“En algunos países esas bolsas de pobreza son equiparables a los países menos adelantados del mundo. España puede seguir ayudando a que el crecimiento económico de estos países se haga con equidad”, manifiesta Gonzalo Robles.

Crónica de un fracaso

El proyecto argentino de los molinos de viento avanzó: firma de convenios con las autoridades de varias provincias, viajes de funcionarios españoles a la zona y encuentros con técnicos especializados. Aprobados los primeros papeles, el Gobierno español autorizó la inversión inicial para redactar el Plan Operativo General (POG), documento que planifica la ejecución de cada programa del Fondo del Agua. En total se gastó medio millón de euros, pero el POG nunca se aprobó. La Fundación Ernesto Sabato presentó tres planes que fueron rechazados, uno por uno, por los técnicos españoles.

“El análisis concluyó en la calidad insuficiente del documento. Además, se detectó una posible escasa capacidad de la Fundación Sabato para ejecutar el programa con eficiencia y se constató que, en aquella fecha, ya se había dispuesto casi la totalidad de los fondos previstos para la elaboración del POG”, argumentan los funcionarios españoles en la ficha del programa de 2013.

Meses más tarde, las autoridades españolas pidieron finalmente el reintegro de los fondos. La contraparte argentina asegura que el Gobierno del Partido Popular, tras llegar al poder, impuso un nuevo requisito: incluir el tratamiento de las aguas residuales, tarea que, según la fundación argentina, no estaba prevista en primera instancia.

“Es el cambio de gestión en el Ejecutivo español lo que determina el fracaso del proyecto”, considera el abogado Feito. “Qué casualidad que este cambio de actitud ocurriera después del problema de YPF [la estatalización de la petrolera propiedad de Repsol ordenada por Argentina en abril de 2012]. Hay un problema político dando vueltas que nos excede”, argumenta.

Desde España se pone el foco en los sueldos percibidos por el personal de la Fundación Ernesto Sabato. El más contundente ha sido Jesús Manuel Gracia Aldaz, secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica. “La fundación lleva tres años cobrando solamente la directora y su hijo el Fondo de cooperación. Ningún ciudadano de Argentina ha bebido un vaso de agua potable”, manifestó el 16 de abril de 2012 en comisión parlamentaria.

“Si los españoles se enteraran en qué se gasta el dinero de los contribuyentes en cooperación…”, deja entrever una fuente española que ha evaluado el proyecto. Este mismo funcionario señala que uno de los graves problemas del proyecto residía en que la mitad del presupuesto estaba destinado a salarios.

Por su parte, Adriano García-Loygorri, exjefe del Departamento del Fondo del Agua, apunta que “quizás se aprobó mucho dinero en poco tiempo, y eso fue un error”. Y sentencia: “El dinero no está para tirarse”.

El medio millón de euros gastado se ha ido principalmente en sueldos. La Fundación Sabato contrató a cinco personas para redactar el informe que nunca fue aprobado. Ante la consulta sobre el monto desglosado de los salarios, la entidad se negó a entregar la información.

España reclama ahora la devolución de los 160.000 euros que, según afirman desde la Fundación Sabato, se destinaron a sueldos. A esta cantidad habría que sumarle los intereses, de acuerdo a lo establecido en los Presupuestos Generales del Estado español.

Incidentes "como en cualquier obra pública"

El programa de los molinos de viento no ha sido el único fracaso del Fondo del Agua. Otros cuatro proyectos en Colombia, Paraguay, Brasil y uno conjunto para Haití y República Dominicana han sido reintegrados o cancelados. Estos cinco programas representan menos del 3% -22,26 de millones de euros sobre un total de 788- de las aportaciones españolas.

“Con 65 programas y 19 países tiene que haber incidentes, como los hay en cualquier obra pública, pero el balance es muy bueno”, indica Gonzalo Robles, secretario general de Cooperación Internacional para el Desarrollo de España.

El país presidido por Cristina Kirchner no ha presentado ningún programa alternativo al de los molinos de viento, por lo que la presencia del Fondo del Agua en Argentina quedará plasmada sólo sobre el papel. Ninguna infraestructura hidráulica se levantará en suelo argentino con las donaciones españolas.

Parte del dinero recuperado se ha reinvertido en otros tres programas bilaterales en Colombia, Perú y El Salvador aprobados en 2014. La AECID ha destinado 12,5 millones de euros a estos nuevos proyectos, que a su vez han apalancado otros 15,2 millones de los socios locales. El único programa del que España aún no ha recuperado el dinero desembolsado es el de Argentina.

En una de las últimas reuniones, en la que participó el embajador de España en Argentina, las autoridades españolas exigieron el reintegro de los fondos en disputa. El acuerdo parece tan lejano que ha pasado un año desde la última notificación legal entre las partes.

La devolución, además, tiene ahora otros problemas legales. El dinero -en pesos argentinos y en dólares- no puede convertirse a euros por las restricciones del mercado cambiario argentino. Y más: Argentina ha prohibido girar dinero hacia el extranjero. La Fundación Sabato evalúa, en caso de llegar a un acuerdo, pedir autorización a las autoridades argentinas para hacer una excepción en la normativa, si bien tampoco descartan la intermediación de la diplomacia española para permitir que liberen divisas.

El reintegro de los fondos españoles todavía llevará su tiempo. Mientras tanto, los 1,6 millones de euros destinados para el agua que debían generar los molinos de viento continúan acumulando polvo en la cuenta del Banco Santander de Buenos Aires. Las comunidades indígenas mbayá guaraní, que viven en plena selva a unos 1.000 kilómetros al noreste de Buenos Aires, permanecen ajenas a estos problemas, viviendo la “dura realidad” de no tener acceso a agua potable. Una esperanza truncada por “una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones”.

*Jesús Escudero ha colaborado en la producción de este reportaje.

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Esta información forma parte del proyecto El Fondo del Agua: cómo España abastece a América Latina, ganador en concurso público de una ayuda periodística internacional gestionada por el Centro Europeo de Periodismo y la Fundación Bill & Melinda Gates. El único contacto con ambas instituciones ha consistido en cumplimentar diversos formularios relacionados con el proyecto, pero en ningún caso acerca de la orientación periodística de los reportajes.

“La dura realidad es una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones”. Las palabras del escritor argentino Ernesto Sabato (1911-2011) resuenan en la selva misionera, un estrecho territorio de Argentina que separa Paraguay y Brasil, donde viven las comunidades indígenas mbayá guaraní. Como si se tratara de un involuntario augur, el novelista y ensayista resumió sin saberlo la telaraña en la que se han enredado España y la fundación que él mismo creó años antes de su muerte. La “dura realidad” está representada en el fracaso del único proyecto que el Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento iba a desarrollar en Argentina. Las “torpes realizaciones” han dejado sin agua a esas comunidades indígenas, entre otros beneficiarios. Unas 84.000 personas han salido perjudicadas.

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