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Zapatero enfanga el debate con sus golpes bajos a Rajoy
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Zapatero enfanga el debate con sus golpes bajos a Rajoy

Nadie esperaba que fuese un debate de guante blanco, porque las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano

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Zapatero enfanga el debate con sus golpes bajos a Rajoy

Nadie esperaba que fuese un debate de guante blanco, porque las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy iban a dejar escapar la ocasión pintiparada de rebañar unos votos lanzándose a la yugular política de su adversario. Pero la agresividad mostrada ayer por el presidente del Gobierno, que convirtió el hemiciclo, por momentos, en un viscoso lodazal por el que trató de arrastrar al líder del PP, no pasó inadvertida ni siquiera en las filas socialistas.

Zapatero, en su segunda intervención -la primera de la tarde-, reabrió por sorpresa el desagüe de la crispación taponado al final de la pasada legislatura, y el hediondo olor de los atentados del 11-M, el fracasado proceso de paz o el reguero de cadáveres dejado por ETA volvió a colarse, de forma inopinada, en un debate parlamentario que hasta ese momento había seguido fielmente el guión casi monográfico de la crisis económica.

Es cierto que Rajoy, en su primer turno de palabra, había calentado el debate con sus reiteradas alusiones -más de una docena- a las "mentiras" de Zapatero sobre la magnitud de la crisis económica, que atribuyó a un "mezquino y deliberado cálculo electoral". Y que el líder de la oposición cometió errores de bulto, como cuando, con un lenguaje grueso, afirmó que al Gobierno "le traen sin cuidado los cuatro millones de parados". Y que, incluso, el presidente del PP recurrió a descalificaciones tan infantiles como afirmar, cuando desde las filas socialistas le desafiaron a que mostrase su catálogo de propuestas contra la crisis: "¡Pero si ustedes no saben leer! ¿Cómo van a enterarse?".

Reacción furibunda

Sin embargo, nada hacía presagiar la furibunda reacción de Zapatero, que fue modulando su grado de agresividad para pasar del legítimo reproche al golpe bajo -muy bajo en ocasiones- casi sin estaciones intermedias. Primero, el líder socialista arremetió contra el "estilo faltón y despreciativo" mostrado por Rajoy no sólo hacia el propio Zapatero, sino hacia los diputados del PSOE, "que representan a 11 millones de ciudadanos de este país". Luego reprochó a su rival, en tono sarcástico, que él no le puede "dar lecciones", salvo en una materia: perder elecciones. "En eso es usted un maestro, y reconozco su superioridad. Me gana por 2-0". Y prosiguió con alguna que otra patada dialéctica en la espinilla de Rajoy: "Con ustedes hemos pasado del España se rompe al España se hunde". Pero ninguna de esas escaramuzas pareció infligir el menor daño al líder del PP.

No, al menos, hasta que Zapatero pasó de las balas de fogueo a las letales -y prohibidas- bombas de racimo. "Ustedes jalean cada dato negativo, casi se diría que lo anhelan. Su objetivo no es colaborar para vencer la crisis, sino servirse de la crisis. Esa actitud no ayuda a España, porque cualquier inversor extranjero que les escuche recibirá un mensaje de desconfianza hacia nuestro país", afirmó, en una primera andanada, el presidente del Gobierno, que dirigió entonces sus baterías hacia el portavoz de Economía del PP. "Cristóbal Montoro llegó a decir que los cinco millones de parados quedan al alcance de la mano. Sólo le faltó decir que casi los acaricia con las manos".

Esta vez, Rajoy no se mordió la lengua. Dolido por la grave acusación de Zapatero, el líder del PP salió en defensa de Montoro y aseguró que su partido no sólo no se alegra de que se haya rebasado la cifra de cuatro millones de parados, sino que se limita a decir "lo mismo que los autónomos, los transportistas, la Unión Europea, el FMI o el Banco de España. ¿También cree usted que todos ellos se alegran del paro? No le acepto la afirmación que acaba de hacer, porque es mentira y es impropia de un presidente del Gobierno".

ETA y los muertos

Pero los ataques más virulentos de Zapatero aún estaban por llegar. "Lo que a mí jamás se me habría ocurrido decir es que usted traiciona a los muertos", le reprochó el presidente del Gobierno, recordando así, fuera de contexto, la desafortunada frase pronunciada por Rajoy en el debate del estado de la Nación de 2005, cuando acusó a Zapatero de "traicionar a los muertos y permitir que ETA recupere las posiciones que ocupaba antes de su arrinconamiento".

Y prosiguió el líder socialista, añadiendo desconcierto al evidente malestar provocado en Rajoy por sus palabras: "Me sorprende que haya vuelto a sacar a colación la política antiterrorista. En esto tampoco ha cambiado". ¿Acaso le había vuelto a reprochar Rajoy los errores cometidos en la pasada legislatura por su negociación con ETA y su acercamiento a la izquierda abertzale? No exactamente. Lo que Rajoy, en su réplica, había exigido a Zapatero fue una "rectificación completa" de su política económica para salir de la crisis, "como hizo en materia antiterrorista" en la anterior legislatura. "Un poco de humildad no le vendría mal", añadió el líder del PP.

Zapatero, sin embargo, todavía guardaba otro dardo envenenado para Rajoy: el de los atentados del 11-M. "En 2004 la excusa para justificar su derrota electoral fue el 11-M, y luego", le recriminó al líder del PP, "ha seguido usted abrazando" las teorías conspirativas que explicarían, supuestamente, la victoria socialista en las urnas. "Y en las elecciones de 2008 el pretexto para la derrota fue que el Gobierno había engañado a los ciudadanos con sus previsiones económicas. ¿También han engañado Angela Merkel y Nicolas Sarkozy a sus ciudadanos por haber rebajado sus previsiones de crecimiento, como han hecho todos los países?", se preguntó el presidente del Gobierno.

Nadie esperaba que fuese un debate de guante blanco, porque las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy iban a dejar escapar la ocasión pintiparada de rebañar unos votos lanzándose a la yugular política de su adversario. Pero la agresividad mostrada ayer por el presidente del Gobierno, que convirtió el hemiciclo, por momentos, en un viscoso lodazal por el que trató de arrastrar al líder del PP, no pasó inadvertida ni siquiera en las filas socialistas.

Mariano Rajoy