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Zapatero, harto de la desidia de Solbes, le obligó a decir en el Congreso que no se va
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EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO ABRONCÓ EN PRIVADO AL VICEPRESIDENTE

Zapatero, harto de la desidia de Solbes, le obligó a decir en el Congreso que no se va

La crisis económica ha provocado un notable deterioro de las relaciones entre José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Solbes. Y el enfado del presidente del Gobierno por las

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le obligó a decir en el Congreso que no se va
Zapatero, harto de la desidia de Solbes, le obligó a decir en el Congreso que no se va

La crisis económica ha provocado un notable deterioro de las relaciones entre José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Solbes. Y el enfado del presidente del Gobierno por las reiteradas muestras de desidia y cansancio del vicepresidente económico explotó cuando éste dijo en público que sentía "envidia" hacia el dimisionario Mariano Fernández Bermejo, víctima de su aventura cinegética con el juez Baltasar Garzón, por su condición de ex ministro.

La renuencia de Solbes a seguir en el Gobierno viene de lejos. Zapatero ya tuvo que emplearse a fondo, tras revalidar su victoria en las urnas en 2008, para convencerle de que no soltase las riendas de la Economía al menos hasta 2010. Solbes aceptó a regañadientes, pero desde entonces no ha ocultado, en público y en privado, que quiere abandonar la primera línea política.

La última vez que lo hizo fue el pasado 23 de febrero, cuando expresó, en un foro económico, su "envidia" por Fernández Bermejo. Es cierto que lo dijo en un tono pretendidamente jocoso, pero, como llovía sobre mojado, el berrinche de Zapatero, de la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, y de otros miembros del Gobierno fue mayúsculo, según han asegurado a El Confidencial fuentes socialistas.

Si Solbes quiso hacer una broma, a Zapatero no le hizo ninguna gracia. ¿En qué lugar quedaba la credibilidad del presidente del Gobierno si, mientras defendía las nuevas medidas para combatir la grave recesión, su vicepresidente económico frivolizaba sobre sus deseos de abandonar el barco? Por si fuera poco, en las dos semanas posteriores Solbes se empeñó en ser el aguafiestas de los mensajes moderadamente optimistas con los que Zapatero trataba, sin mucho éxito, de combatir la desconfianza generalizada instalada entre los ciudadanos.

Primero dijo que la recuperación económica prevista para el segundo semestre de este año "está en entredicho", justo cuando Zapatero acababa de asegurar que a partir de julio "la tendencia de destrucción de empleo cambiará y el horizonte será distinto". Y poco después Solbes afirmó, ni corto ni perezoso, que el Gobierno no tenía margen de maniobra para luchar contra la recesión porque ya había tomado "todas las medidas posibles".

Tantas y tan reiteradas salidas de tono no sólo contribuyeron a alimentar las especulaciones sobre una inminente remodelación del Gobierno que se cobraría, en primer lugar, la pieza del propio Solbes, sino que irritaron profundamente a Zapatero, según las fuentes consultadas. Y el presidente del Gobierno decidió cortar por lo sano.

Tensa conversación

El pasado 10 de marzo, la víspera de que Solbes se enfrentase en el Congreso, durante la sesión semanal de control al Gobierno, a las preguntas de la oposición, Zapatero mantuvo una tensa conversación con el vicepresidente económico. Le abroncó por avivar, con su actitud desdeñosa, la hoguera de rumores sobre una crisis de Gobierno; le advirtió que los tiempos políticos de una eventual remodelación del Ejecutivo los marcaba el presidente, no sus ministros; y le ordenó que al día siguiente, desde el hemiciclo del Congreso, tratase de apagar las llamas que él mismo había alimentado y dijese que no tenía ninguna intención de dejar el cargo.

Dicho y hecho. El miércoles 11 de marzo, Solbes aprovechó su ya clásico rifirrafe con el portavoz económico del PP, Cristóbal Montoro, para asegurar que se sentía "cómodo" en su puesto de vicepresidente económico, y atribuyó a su "sentido del humor mediterráneo" -Solbes es alicantino- sus comentarios sobre la "envidia" que le daba su ya ex colega Fernández Bermejo.

"No tengo deseos de perder mi empleo", dijo Solbes desde su escaño. Y añadió: "Me siento satisfecho de ser ministro de Economía, y, evidentemente, no tengo ningún deseo de dejar de serlo". Sus palabras no debieron sonar excesivamente sinceras y convincentes, porque fueron acogidas con risas y murmullos desde los bancos de la oposición.

Desde entonces, el vicepresidente no ha vuelto a manifestar, ni en broma ni en serio, sus deseos de que Zapatero le sustituya. Pero eso no significa que el presidente del Gobierno no tenga ya en su cabeza algunos de los nombres de quienes podrían relevar al cansado Solbes. Dos de ellos, el secretario de Estado de Economía, David Vegara, y el secretario de Política Económica y Empleo del PSOE, Octavio Granado, se han ganado el respeto de Zapatero y ejercen más influencia en las decisiones económicas del jefe del Ejecutivo que el propio Solbes, a quien los socialistas, en general, dan ya por amortizado.

La crisis económica ha provocado un notable deterioro de las relaciones entre José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Solbes. Y el enfado del presidente del Gobierno por las reiteradas muestras de desidia y cansancio del vicepresidente económico explotó cuando éste dijo en público que sentía "envidia" hacia el dimisionario Mariano Fernández Bermejo, víctima de su aventura cinegética con el juez Baltasar Garzón, por su condición de ex ministro.