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El 'truco' del mercado eléctrico o ¿por qué el recibo de la luz es diferente en España?
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LA LETRA PEQUEÑA DESVIRTÚA EL PRECIO MARGINAL

El 'truco' del mercado eléctrico o ¿por qué el recibo de la luz es diferente en España?

La abismal diferencia de precios eléctricos entre España y el norte de Europa no se debe solo a razones energéticas sino a ciertas 'singularidades' de nuestro mercado doméstico

Foto: Tendido eléctrico en Oviedo. (EFE)
Tendido eléctrico en Oviedo. (EFE)

El recibo de la luz en España es lo más parecido al enigma de la pirámide y quizá también por eso los consumidores eléctricos pagamos bastante más que nuestros vecinos del norte de Europa, como se ha podido comprobar de manera harto elocuente a lo largo de los dos primeros meses del año. Entre enero y febrero la factura ha subido un total de 33 euros con respecto al mismo periodo de 2016 haciendo bueno, o incluso dejando corto, el pronóstico del ministro de Energía, Álvaro Nadal, cuando anticipó hace unas semanas que el precio de la luz supondría un sobrecoste medio para los hogares españoles de 100 euros en el conjunto del año.

La comparación con Alemania es particularmente odiosa, sobre todo si se observa el proceso de germanización al que está sometida la economía española para asegurar unos mínimos niveles de competitividad en Europa. España trata de ajustar sus estándares de vida al listón de exigencia que impone la locomotora alemana pero, como dirían en el mus, por una todas malas ya que la energía se va como la fuerza por la boca provocando que nuestro recibo de la luz se aleje años luz del país de los nibelungos. Baste decir que en Alemania, en las primeras horas del día, el mercado eléctrico llega a marcar precios negativos en los que el cliente cobra al suministrador por los consumos eléctricos.

El Gobierno insiste en justificar la notable diferencia de precios en la 'carbonización' de la producción energética en Alemania, donde han empezado a tirar de centrales térmicas que reducen el coste de generación a cambio de aumentar peligrosamente las emisiones de CO2. La explicación es tan certera como elemental, pero no termina de convencer a los defensores más acérrimos del llamado mercado marginalista que, con muy escasas excepciones, existe en casi todos los países de la Unión Europea. Dentro de España dicho sistema de formación de precios, en el que la demanda se cubre cada hora del día al importe que marca la oferta más cara, funciona desde 1998, cuando el 'mix' de generación energética no tenía nada que ver con el actual.

El sistema de formación de precios eléctricos está plagado de condiciones suspensivas que desvirtúan el llamado mercado marginalista en nuestro país

En las dos últimas décadas nuevas fuentes eléctricas se han incorporado al mercado, especialmente las energías renovables que irrumpieron cargadas de subvenciones durante el 'boom' económico provocando la gran burbuja que condujo a la reforma energética en 2013. También los ciclos combinados de gas hicieron acto protagonista de aparición en España a raíz de los apagones de diciembre de 2001 cuando el entonces presidente Aznar se quedó a oscuras en el palacio de la Moncloa. En el transcurso de estos años se han derogado además los costes de transición a la competencia (CTC) y se han terminado de amortizar centrales hidroeléctricas y nucleares que pueden llegar a ofertar su producción a precio cero.

La mejora de la eficiencia energética basada en el desarrollo de las más modernas tecnologías de generación no se ha traducido, sin embargo, en precios más favorables para los clientes en España. La razón hay que buscarla en la letra pequeña que contamina el propio mercado mayorista con una complejidad desproporcionada de la normativa desplegada en el BOE. Todo ello deriva en lo que algunos expertos del sector califican como la obsolescencia programada de un mercado marginalista plagado de notas a pie de página que otorgan carta de naturaleza a otras tantas condiciones suspensivas para hacer valer el peso de la oferta sin contraprestación alguna equivalente en favor de la demanda; esto es, de los consumidores.

Dentro del controvertido ‘pool’ eléctrico destaca la fijación de ingresos mínimos para algunas plantas productivas, cuya energía es retirada automáticamente del mercado si no se alcanzan determinados niveles de precio. Dicha condicionalidad se aplica sobre todo a los ciclos combinados y provoca que la electricidad se dispare cada vez que se requiere la entrada de gas para satisfacer los picos de la demanda. Es lo que ha pasado este año y lo que se repite con mayor o menor virulencia de manera histórica durante los meses duros del invierno. A la postre, las peculiaridades de nuestro singular mercado se reflejan en la tarifa eléctrica, que cada día sufre un recargo medio estimado en torno a los 10 millones de euros.

Algunas plantas de generación retiran su oferta del mercado si no alcanzan unos ingresos mínimos que aseguren la rentabilidad de las empresas eléctricas

España es todavía diferente en materia energética y eso se aprecia en un recibo de la luz que es el tercero más caro de toda Europa, tan sólo superado por Chipre y Malta. Todo ello porque además los consumidores tienen que asumir el coste fijo de un sistema recargado como un árbol de Navidad donde se han ido colgando todas las facturas derivadas de los numerosos bandazos protagonizados por la política energética de las últimas décadas. El resultado es una hipoteca que, en algunos casos como las renovables, habrá que ir pagando poco a poco a lo largo de los próximos 25 años.

placeholder El ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal. (EFE)
El ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal. (EFE)

El Ministerio de Energía se queja amargamente de que todos los lamentos interesados que llegan a sus oídos solo tienen por objeto descargar del coste fijo a determinados colectivos a cambio de penalizar al que más consume, que suelen ser las familias con más miembros y las industrias más intensivas. A fin de cuentas si algo está claro en el recibo de la luz es que alguien tiene que sufragar los gastos generales del sistema, incluyendo cada año los 7.000 millones de primas a las nuevas tecnologías alternativas, los 900 de subvenciones extrapeninsulares, los 7.500 de inversiones en redes o los 2.500 más en amortizaciones de deuda.

A esta cifra se añaden los 13.000 millones del término de energía; esos que dependen de un mercado marginalista imperfecto y que ha conseguido superar uno tras otro todos los debates políticos que apuntaban a una reestructuración en el mecanismo de formación de precios. Quizá la CNMC tenga algo que decir, más allá de sancionar con multas irrisorias a las empresas eléctricas que modificaron los contratos de sus clientes sin consentimiento previo. En el particular patio eléctrico existen todavía muchas más sombras que luces y si algo está claro es que la relación del precio de la electricidad sobre el PIB es en España la más elevada de todo el mundo avanzado. Por algo será.

El recibo de la luz en España es lo más parecido al enigma de la pirámide y quizá también por eso los consumidores eléctricos pagamos bastante más que nuestros vecinos del norte de Europa, como se ha podido comprobar de manera harto elocuente a lo largo de los dos primeros meses del año. Entre enero y febrero la factura ha subido un total de 33 euros con respecto al mismo periodo de 2016 haciendo bueno, o incluso dejando corto, el pronóstico del ministro de Energía, Álvaro Nadal, cuando anticipó hace unas semanas que el precio de la luz supondría un sobrecoste medio para los hogares españoles de 100 euros en el conjunto del año.

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