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Iglesias recupera la esencia 15-M, aglutina fuerzas y se sitúa como oposición rupturista
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Iglesias recupera la esencia 15-M, aglutina fuerzas y se sitúa como oposición rupturista

Podemos se sitúa en la oposición rupturista. No busca entrar en el Gobierno. Ni cuenta con los cuadros ni la experiencia institucional suficientes, ni forma parte de su estrategia a medio plazo

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, interviene durante el debate de la sesión de investidura. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, interviene durante el debate de la sesión de investidura. (Reuters)

El discurso de Pablo Iglesias durante la sesión de investidura ha marcado el inicio del proceso de refundación de Podemos. La vuelta a los principios fundacionales, como reclamaba el exdirigente Juan Carlos Mondero. El salto hacia atrás para pasar, como ya anticipó Íñigo Errejón, de la maquinaria electoral al movimiento-partido. Las arengas 'quincemayistas', las menciones a los tótems revolucionarios, como Salvador Puig Antich y el subcomandante Marcos, o el planteamiento rupturista, tanto en el fondo como en la forma, tan alejado de la moderacion imprimida durante la campaña electoral, han generado revuelo de puertas hacia afuera, pero también hacia dentro.

Hacia afuera, comienza a escucharse entre el resto de fuerzas parlamentarias que Iglesias “se ha quitado la careta”. Vuelve a defender posiciones antogónicas con el PSOE después de haber vestido un traje socialdemócrata, a la medida de las campañas electorales. Una postura que el 15-M simplificó como “PPSOE” o, si se prefiere, con el eslogan “PP, PSOE, la misma mierda es”, y que busca más allá de un cambio: una transformación sistémica. Con estas coordenadas, las posibilidades de acercamiento con Pedro Sánchez y Ferraz, más allá de la escenificación hacia la galería o las fotos compartiendo mesas de negociación, se antojan complicadas, aun sacando del juego a Ciudadanos.

Nada más abandonar el hemiciclo tras la primera votación de la sesión de investidura, Pablo Iglesias insistía en que “hay los votos suficientes para sacar adelante un Gobierno de progreso”. Un Ejecutivo encabezado por el líder socialista y del que formen parte, además de Podemos, Compromís e Izquierda Unida-Unidad Popular. Todo ello contando con el apoyo de las formaciones nacionalistas, que, como ironizó Joan Tardà, el portavoz de ERC durante el debate, estarían dispuestas a darlo “si Pedro Sánchez vuelve a nacer y reconoce el derecho a decidir”. Una quimera de la que todos son conscientes, máxime después de que Iglesias recordase en su intervención el pasado de “cal viva” y de la “cultura del pelotazo” de los socialistas, pero que nadie accede a reconocer en público.

Hacia dentro, el discurso de Pablo Iglesias ha generado una grata y generalizada sorpresa entre los sectores críticos de la formación, encabezados por Anticapitalistas. Grata por haber abandonado lo que entienden como “el giro centrista”, y sorprendente por iniciar 'de facto' lo que llevaban reclamando desde hacía meses: un proceso de refundación tras el 20-D, cuya única vía para garantizarlo pasaba por la convocatoria de una asamblea extraordinaria. Pero no solo ha calado entre los militantes de la formación, también entre los 'activistas' del tejido social, en un contexto de desmovilización de la “ilusión”.

La secretaria general andaluza, Teresa Rodríguez, una de las caras más visibles de Anticapitalistas junto al eurodiputado Miguel Urbán, ya recordó tras las generales la necesidad de “repensarnos a nosotros mismos" de cara a "construir una organización participativa, que sea más democrática y garantista con sus bases". Iglesias invitó personalmente a la líder andaluza, representante del sector crítico, a que asistiera a su estreno en el Congreso. No pudo acudir y se perdió la sorpresa que se encargaron de aplaudir sus compañeros de filas.

Urbán, por su parte, indicaba que "uno de los retos de la organización es construir un partido-movimiento pluralista, democrático, apegado a las diferentes realidades nacionales y territoriales, profundamente participativo y basado en la democracia de base". Reivindicaciones que ya comenzaron a tomar forma con la conformación del grupo confederal de Podemos-En Comú-En Marea y, ahora, con la declaración de intenciones lanzada por Iglesias.

Con el rechazo directo al PSOE, al menos a su ala “inmovilista”, con la que se habría empotrado Sánchez, Podemos inicia la hoja de ruta del partido que ya adelantó Errejón ante los suyos en la universidad de verano de la formación: dejar de ser una máquina de guerra electoral y volver a convertirse en Podemos, en un “movimiento popular”. Como tal, recuperar la movilización social que, tímidamente, ya está marcha, incluidas varias significaciones públicas de Pablo Iglesias, sobre todo a nivel sindical. Recuperar la calle pues, y por tanto seguir aglutinando fuerzas. Convertirse en el partido que, como el 15-M, representa trasversalmente todo tipo de luchas y movilizaciones.

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Podemos se sitúa así en la oposición rupturista. No busca entrar en el Gobierno. Ni cuenta con los cuadros ni la experiencia institucional suficientes, ni forma parte de su estrategia a medio plazo. Como explicaba el número dos del partido, Íñigo Errejón, y se encargaban de recordar dos miembros de su equipo de asesores en un reciente documento de debate publicado por el 'think tank' del partido, “la clave es que haya un resultado que haga imposible la vuelta a lo de antes con plena normalidad. Es decir, que haya un resultado que haga saltar por los aires el sistema de partidos viejos”. Un objetivo en el que trabaja la Secretaría Política mediante una estrategia a medio o largo plazo. Podemos es quizá la única fuerza sin una agenda cortoplacista.

A propósito de la reivindicación de la asamblea extraordinaria, Miguel Urbán explicaba a este diario que el éxito de la 'remontada' de Podemos en campaña se debía "a la demanda popular de una alternativa electoral de cambio, al buen trabajo pegado al terreno de muchos círculos y militantes, a las confluencias y a la orientación que mantuvo Pablo Iglesias en los principales debates televisados, apelando a la memoria del 15-M, al recuerdo indignado y a la ilusión por construir algo nuevo". Factores que, entendía, debe reflejar Podemos a nivel orgánico. La dirección ya ha dado los primeros pasos en ese sentido.

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Razones todas ellas para deducir que Podemos no formará parte de un Gobierno de coalición con el PSOE siendo fuerza subsidiaria. Razones que por, otra parte, ya esgrimió el propio Pablo Iglesias, tanto en las tertulias políticas del programa de debate 'Fort Apache' (“no es lo mismo un Gobierno alternativo al del PP en el que la fuerza mayoritaria eres tú a otro en el que la fuerza mayoritaria sea el PSOE”), como en artículos académicos: “Solo pactaremos si los superamos” ('Understanding Podemos', cuyo artículo íntegro en español puede consultar aquí).

Podemos se ha propuesto seguir “ensanchando y consolidando la brecha del cambio”, como se recoge en el documento de debate antes citado. Para ello necesita la calle y, en primero lugar, evitar una repetición de elecciones. La clave se dilucidará a lo largo de los dos próximos meses, el plazo máximo marcado por la Constitución para intentar formar Gobierno desde la primera votación de la sesión de investidura.

El discurso de Pablo Iglesias durante la sesión de investidura ha marcado el inicio del proceso de refundación de Podemos. La vuelta a los principios fundacionales, como reclamaba el exdirigente Juan Carlos Mondero. El salto hacia atrás para pasar, como ya anticipó Íñigo Errejón, de la maquinaria electoral al movimiento-partido. Las arengas 'quincemayistas', las menciones a los tótems revolucionarios, como Salvador Puig Antich y el subcomandante Marcos, o el planteamiento rupturista, tanto en el fondo como en la forma, tan alejado de la moderacion imprimida durante la campaña electoral, han generado revuelo de puertas hacia afuera, pero también hacia dentro.

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