Los empresarios catalanes proponen una operación retorno para destensar la situación política

La política de gestos de ida y vuelta tiene una carta más en juego: el regreso de las empresas que dejaron Cataluña tras la crisis secesionista de 2017. Este propósito es otro de los ejes de acción expuestos en las jornadas que el Cercle d'Economia celebra esta semana en Barcelona y que este jueves verbalizó de forma abierta Josep Maria Sánchez Llibre, presidente de la patronal Foment del Treball, dentro de los pasos a dar, como con los indultos, para recuperar la normalidad política, económica y social.

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En la misma línea, pero no tan explícito, habló Xavier Faus el miércoles, aunque su posicionamiento como presidente del Cercle a favor de los indultos para lograr la concordia marcó la agenda. En ese esfuerzo por mediar una solución entre España y Cataluña, el regreso de las más de 7.000 empresas que han salido durante estos años sería de gran importancia, sobre todo por la carga simbólica que tendría de cara a esa normalidad anhelada por los empresarios, muchos de ellos de sagas familiares.

De manera pública, el mensaje es claro. Sin embargo, de puertas adentro, entre los asistentes a las jornadas del Cercle reconocen la dificultad del reto por dos motivos fundamentales. Por un lado, por la experiencia positiva que ha representado para muchas de las empresas el cambio de sede social y el traslado de plantillas. Y por otro, más importante si cabe, porque no se percibe un cambio en el discurso del bloque nacionalista capaz de generar la suficiente confianza para impulsar ese retorno.

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Los discursos lanzados desde las jornadas del Cercle apuntan a esa operación retorno como otro primer paso para “escenificar la reconciliación”. Incluso pequeños gestos como la foto del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, con Felipe VI se enmarcan en ese relato y se consideran pequeñas conquistas, pese a la surrealista trastienda institucional que provocó el plantón a la cena oficial, al margen de las diferentes derivadas que tuvo entre las propias filas independentistas.

Curiosamente, entre los presentes han estado muchas figuras del empresariado catalán, como Josep Oliu (Sabadell), Marc Puig (Grupo Puig), Fernando Rodés (Havas), Joan Molins (Cementos Molins), Javier Godó (Grupo Godó)..., pero ningún representante de La Caixa, cuya salida de Cataluña fue determinante (y controvertida) para el desenlace del pulso soberanista. En este nuevo contexto que se trata de impulsar, nada sería más simbólico que Isidre Fainé devolviera las sedes a Barcelona.

Para que movimientos como ese se produzcan, es necesario que Cataluña y Barcelona dejen de ser antipáticas. Y para ese viraje demandado por los empresarios, el protagonismo político recuperado por el PSC se antoja clave. Y también el Partido Popular. No en vano, la intervención de Pablo Casado sobre el futuro de Cataluña, al margen de su oposición a los indultos, fue bien acogida e incluso celebrada por su franqueza y honestidad. Solo falta que ERC se atreva a pilotar el cambio.