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El síndrome europeo de la ‘doble R’: multa para Rajoy y rescate bancario para Renzi
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españa, molesta por el doble rasero de bruselas

El síndrome europeo de la ‘doble R’: multa para Rajoy y rescate bancario para Renzi

Bruselas daña la credibilidad de Rajoy con la multa por déficit excesivo al mismo tiempo que socorre a Renzi para que pueda rescatar a los bancos de Italia con ayudas públicas

Foto: El primero ministro italiano, Matteo Renzi, y el presidente de España, Mariano Rajoy. (Reuters)
El primero ministro italiano, Matteo Renzi, y el presidente de España, Mariano Rajoy. (Reuters)

La inestabilidad parlamentaria frente a las necesidades financieras. Las preocupaciones domésticas contra los problemas sistémicos. España versus Italia, los dos grandes países del arco mediterráneo mantienen una pugna sorda en la que una vez más se demuestra que es mucho mejor caer en gracia que ser gracioso. Por lo menos a la hora de obtener las mercedes de una Unión Europea pillada a contrapié del Brexit y cuya solemnidad funcional obliga a mantener el equilibrio inestable de la ortodoxia recalcitrante que imponen los viejos tratados sin provocar una oleada de suicidios políticos al estilo o parecidos al que acaba de protagonizar el Reino Unido.

La Comisión Europea empieza a mostrar síntomas de una esquizofrenia galopante en su empeño de sancionar el déficit excesivo cometido por España al mismo tiempo que hace la vista gorda para facilitar el rescate de la banca en Italia con fondos públicos. La infracción más elemental de las normas comunitarias se valora en cada caso con el rasero más adecuado para no precipitar acontecimientos indeseables que puedan llevarse por delante el proyecto de integración europea. El síndrome de la doble R que incluye en el mismo expediente a Mariano Rajoy con Matteo Renzi refleja el grado de arbitrariedad que puede llegar a metabolizar el Gobierno títere de Bruselas cuando se ve obligado a dar ejemplo ante los verdaderos mandatarios de Europa.

El aparato burocrático que lidera Jean-Claude Juncker considera que ha llegado la hora de aplicar el manual con España, toda vez que las elecciones del 26-J han devuelto el sosiego a los observadores internacionales, al menos en un primer momento. Rajoy ha obtenido el favor que reclamaba para retrasar la multa después de pasar por las urnas y los dirigentes comunitarios están seguros de que el presidente en funciones manejará los tiempos con su proverbial sentido estratégico para renovar otros cuatro años el alquiler del Palacio de La Moncloa. Lo que menos importa en Bruselas es la calidad de vida que podrá disfrutar un Gobierno cogido con alfileres y obligado a pedir permiso hasta para ir al cuarto de baño.

Precisamente esto último es lo que preocupa a los empresarios españoles, como señalaba la pasada semana uno de los grandes banqueros a la flamante presidenta del Congreso de los Diputados. Ana Pastor no se imaginaba ni por asomo que estaba predestinada para una encomienda política tan solemne y trascendental como es la de tramitar, en su calidad de tercera autoridad del Estado, el complicado expediente para la formación de un Gobierno estable y operativo. Una misión que a día de hoy se cotiza muy cara en el mundo de los negocios, donde son muchos los que sitúan a Rajoy en el puesto de mando, pero bastante menos los que confían en que pueda manejar el timón a salvo de tempestades.

Los empresarios creen que Rajoy será investido pero temen que solo pueda presidir un Gobierno débil e incapaz de gestionar una legislatura llena de peligros

El primer obstáculo de la investidura será superado tarde o temprano porque el PSOE sabe que lo peor es enemigo de lo malo y unas terceras elecciones pueden resultar para los socialistas bastante más nefastas que una legislatura en abierta oposición con el Gobierno y en acérrima rivalidad con Podemos. El problema es que los intereses de los políticos no coinciden con las necesidades acuciantes del país y España no tiene tiempo material para distraerse en vacilaciones de partido, por lo que necesita despertar de manera urgente del letargo político en que viene sumida desde las elecciones del pasado 20 de diciembre.

La formación de un Gobierno por la vía rápida se ha convertido en una emergencia nacional porque, de lo contrario, será inevitable recurrir a una prórroga de las cuentas públicas que impedirá acometer nuevos programas presupuestarios a la Hacienda Pública, entendida esta en la más amplia acepción que incluye a las comunidades autónomas y corporaciones locales. Agosto es un mes clave porque si para septiembre no hay acuerdo parlamentario la economía del país tendrá que moverse durante los próximos meses con el único impulso de la inercia que han generado los arbitrarios vientos de cola procedentes del mercado internacional.

La cuestión no reside exclusivamente en si hay Gobierno o no, sino más bien en el cuándo y en el cómo. El parto de los montes puede dar a luz un ratón que no permita la gobernabilidad del país y en ello juegan también las circunstancias temporales que impedirían cumplir los preceptos que establece la Constitución para disponer de una nueva Ley de Presupuestos. Sin un consenso suficiente será imposible convencer a los mercados de cualquier esfuerzo económico y la senda fiscal trazada por la Comisión Europea representará un mero brindis al sol de cara a cubrir el expediente de los burócratas comunitarios y salvar la cara del nuevo y más débil Gobierno de la historia democrática reciente.

Todo ello explica el silencio cómplice, y hasta podría entenderse que sospechoso, mantenido en las últimas semanas por los distintos portavoces institucionales de nuestro país, incluyendo el Ministerio de Economía y el Banco de España, sobre el ‘putsch’ que el Gobierno de Italia trata de propinar al Tratado de la Unión Europea para rescatar a sus bancos con 40.000 millones de ayudas públicas. Renzi ha colocado la carreta por delante de los bueyes para meter miedo en el cuerpo diplomático de las principales cancillerías continentales, advirtiendo de que no gestionará un fracaso en el referéndum sobre la reforma constitucional anunciado para el mes de noviembre en su país.

Los test de estrés que se publicarán este viernes servirán como coartada perfecta para que Italia pueda rescatar con ayudas públicas a sus maltrechos bancos

Lo último que se puede permitir Europa es una avalancha populista en Italia inflamada por una crisis financiera que obligase a los accionistas y acreedores de las más rancias entidades bancarias a perder hasta la camisa porque así lo han decidido los burócratas comunitarios con sus manuales reglamentarios de salón. Renzi salvará los muebles acogiéndose a los test de estrés de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), presidida por el también italiano Andrea Enria, que serán publicados el próximo viernes. Para que no falten aderezos ni justificaciones, otro célebre compatriota como Mario Draghi acaba de consagrar desde su púlpito en el Banco Central Europeo (BCE) la necesidad de un ‘cortafuegos’ que sofoque el incendio de los 350.000 millones en activos dudosos que acumulan las entidades de crédito italianas.

Todo está listo y dispuesto para que las nuevas pruebas de resistencia actúen como coartada institucional para la dotación de eso que los puristas financieros definen como ‘capital precautorio’ y que no es otra cosa que la aportación de ayudas para facilitar un rescate sin mayores alharacas y, por supuesto, sin ninguna servidumbre de paso a hombres de negro, troicas o supervisores de mal agüero. El dictamen de recapitalización de los bancos italianos se producirá poco después de que colegio de comisarios de la UE certifique el próximo miércoles la sanción a España por no adoptar medidas efectivas contra el déficit del Estado. Una multa que no debería superar el mero carácter simbólico, quedando incluso en cero, pero cuya sola amenaza supone un golpe bajo para un Gobierno débil y abocado a navegar contra todas las corrientes de una legislatura plagada de obstáculos.

España e Italia parecen caminar por Europa en la misma dirección pero en sentido opuesto. Renzi ha absorbido hasta la última gota de la generosidad y reconocimiento con que la Unión trata a sus más preciados socios, una pócima que se le niega a Rajoy después y quizá debido también a que el 26-J ha espantado los peores temores institucionales que se podían albergar sobre la deriva política en nuestro país. Está visto que en el Viejo (y pellejo) Continente, más si cabe ahora que el Reino Unido quiere dar la espantada, lo importante no es tanto que te respeten como que te tengan miedo. Por eso no es extraño que el presidente en funciones se niegue a adquirir un Gobierno en mal uso y de segunda mano y empiece a calibrar, ¿por qué no?, unas terceras elecciones. A lo mejor hasta en Bruselas se dan cuenta de lo mucho que también se juega Europa en España.

La inestabilidad parlamentaria frente a las necesidades financieras. Las preocupaciones domésticas contra los problemas sistémicos. España versus Italia, los dos grandes países del arco mediterráneo mantienen una pugna sorda en la que una vez más se demuestra que es mucho mejor caer en gracia que ser gracioso. Por lo menos a la hora de obtener las mercedes de una Unión Europea pillada a contrapié del Brexit y cuya solemnidad funcional obliga a mantener el equilibrio inestable de la ortodoxia recalcitrante que imponen los viejos tratados sin provocar una oleada de suicidios políticos al estilo o parecidos al que acaba de protagonizar el Reino Unido.

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