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Camarera de pisos en prácticas: tres años para aprender a arreglar habitaciones
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¿qué hay detrás de los contratos formativos?

Camarera de pisos en prácticas: tres años para aprender a arreglar habitaciones

Ni uno, ni dos. Algunas empresas consideran que hacen falta hasta tres años para convertirse en una profesional de la limpieza en los hoteles. Esta es la historia de Rosa, pero no es la única

Foto: Una camarera haciendo una cama
Una camarera haciendo una cama

1.106 días. Más de tres años. Es la duración máxima de las prácticas que le ofrecieron a Rosa, una camarera de pisos 'becaria' que encadena este tipo de contratos desde hace demasiado tiempo. “Estaba desesperada por trabajar. Me lo presentaron como una gran oportunidad para los jóvenes y no me lo pensé”. Rosa cobraba unos 530 euros al mes por dejarse -literalmente- la espalda arreglando las habitaciones de un concurrido hotel de Sevilla.

“Es una manera de entrar en la empresa”, explica a este diario el abogado laboralista y delegado de Paradores de UGT, César Galiano. El contrato formativo para auxiliares de pisos está regulado en el estatuto de los trabajadores y permite un plazo máximo de dos años en el sector de la hostelería, aunque varía en función del convenio. Las 'camareras becarias' cobran aproximadamente el 60% del salario de una trabajadora. Son aprendices, claro. O eso dice su contrato…

Lo que las prácticas esconden

"No te están enseñando. Estás trabajando”. Así resume Ana María Dobaño el fraude de los contratos formativos en este sector. La secretaria general de la Asociación Española de Gobernantas de Hotel (ASEGO) denuncia que las empresas externas son las que más se lucran a través de este sistema. “Las chicas no tienen tutor, cobran menos por hacer el mismo trabajo y pueden estar años así”, bajo el pretexto de una formación que no existe.

Rosa está convencida de que los empresarios han encontrado “la excusa perfecta para pagar menos” a uno de los núcleos duros de los hoteles: el servicio de limpieza. Al contrario de lo que pone en su contrato, esta joven 'aprendiza' ha hecho guardias hasta la una de la madrugada y ha trabajado tanto domingos como festivos. La figura del tutor brilla por su ausencia en la mayoría de los casos, ratifica Dobaño.

En teoría tampoco podemos trabajar solas y yo arreglo habitaciones por mi cuenta desde el tercer día

Primero firmó un contrato inicial de seis meses, luego se lo renovaron por otros seis y más tarde le ofrecieron un último contrato formativo de dos años: siete horas al día -sobre papel- por 100 euros más (630). Un total de tres años en prácticas a todas luces ilegales según Galiano. De hecho, la Audiencia Nacional declaró nulo el convenio colectivo de esta empresa en 2013 pero dicha sentencia no ha sido suficiente para acabar con las irregularidades.

“Si tú dices que no, tienes 30 detrás. Se aprovechan de la desesperación de la gente”. ¿Merece la pena estar así tres años por 20 euros al día?, plantea Rosa. Aunque su verdadera inquietud es otra: ¿qué alternativa queda? Por suerte, acaba de encontrar otro trabajo en un sector muy distinto: el de las frutas y hortalizas.

¿Formación? ¿Qué formación?

“Se supone que como aprendiz tienes que estar al lado de la gobernanta para que te enseñe. En muchos casos no hay ni gobernanta porque la han despedido”, cuenta el secretario de Política Institucional de la Federación de Servicios de CC.OO. Gonzalo Fuentes denuncia que las 'aprendizas' cargan con más responsabilidad de la estipulada en el contrato mientras se preguntan qué pasó con la formación que les prometieron.

Rosa sí tenía un cursillo dos veces a la semana. “La clase consistía en que cada chica contase sus anécdotas en el trabajo. Ni libros, ni teoría, ni nada”. Basta con firmar un papelito de asistencia a final de año. Así de simple es el maquillaje de los contratos formativos.

Un hotel en manos de aprendices

De las 15 trabajadoras que arreglan las habitaciones de este hotel sevillano, 10 tienen un contrato de formación. “Ya no aguantaba más; mis compañeras tampoco”, explica Rosa. Alguna incluso prefiere volver a la cola del paro y ya de paso cobrar la ayuda del Estado mientras se dedica a limpiar en casas de particulares. “Rentaría más”, asegura esta joven.

“Los empresarios se ahorran mucho dinero en sueldos. Siempre buscan alargar lo que sale barato” sin darse cuenta de que lo 'barato' a veces sale caro. Fuentes cree que este tipo de prácticas fraudulentas pueden repercutir en la calidad del servicio. “Empeora cada año. Basta con ver cuánto tardan en coger el teléfono los recepcionistas de los hoteles, saturados por la carga de trabajo”. Y mientras, España se consolida como líder en turismo.

Los empresarios no se dan cuenta de que las habitaciones son el alma de un hotel

Así lo denuncia la portavoz de ASEGO. Dobaño no puede entender cómo los directivos dejan en manos de una empresa externa un departamento tan importante como el de las camareras de pisos. “Con la externalización se acaban los derechos de las trabajadoras. Solo cuentan los números y no las personas”, opina. Este diario ha intentado contactar con la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos, pero no ha recibido respuesta.

Puedes ponerte enferma... si lo recuperas después

La lista de irregularidades no tiene fin en la empresa de Rosa. No contentos con cubrir la mayoría de sus puestos de trabajo con contratos formativos, también niegan a sus 'aprendizas' el derecho a ponerse enfermas. “Si te das de baja no cobras nada, tienes que recuperar las horas de trabajo perdidas más adelante”, explica esta sevillana. Ella lo vivió en sus propias carnes cuando no le quedó más remedio que guardar unos días de reposo por un tirón en la espalda. “Ese mes cobré 350 euros”.

Tanto Dobaño como Luisa, gobernanta en un hotel de Madrid, coinciden en algo: no hacen falta dos años para sacarse un máster en limpieza de habitaciones. “En 15 días se aprende”, zanja Luisa. Aunque a los empresarios no les interese hablar del tema.

1.106 días. Más de tres años. Es la duración máxima de las prácticas que le ofrecieron a Rosa, una camarera de pisos 'becaria' que encadena este tipo de contratos desde hace demasiado tiempo. “Estaba desesperada por trabajar. Me lo presentaron como una gran oportunidad para los jóvenes y no me lo pensé”. Rosa cobraba unos 530 euros al mes por dejarse -literalmente- la espalda arreglando las habitaciones de un concurrido hotel de Sevilla.

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