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El trono que reclama Garbiñe Muguruza y el camino a seguir para conseguirlo
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Su resurrección genera inquietud

El trono que reclama Garbiñe Muguruza y el camino a seguir para conseguirlo

De seguir en esta dinámica, la hispano-venezolana podría asaltar el número uno del tenis, pues apenas tiene puntos que defender tras su desastroso 2019. Donde vaya, sumará. No tiene nada que perder

Foto: Garbiñe Muguruza, durante la final del Open de Australia. (EFE)
Garbiñe Muguruza, durante la final del Open de Australia. (EFE)

"Ahora mismo es difícil estar feliz". Los primeros minutos de Garbiñe Muguruza tras perder la final del Open de Australia frente a Sofia Kenin no desbordaban optimismo. Su rostro denotaba la impotencia propia de quien sabe que ha dejado escapar una oportunidad. Sin embargo, la hispano-venezolana tiene motivos más que suficientes para sonreír. Todo se percibe mejor con el paso de las horas. La derrota se mastica y digiere, dejando un poso que invita a la reflexión templada.

En líneas generales, no hubo mal partido este pasado sábado de Garbiñe, sino un gran despliegue tenístico por parte de su rival, a la que no hay que restarle mérito. La caraqueña no pudo rematar su gran torneo, pero tiene razones de sobra para salir satisfecha de su trabajo: ha dejado atrás todas las frustraciones que la arrastraban hacia abajo y ha recuperado el nivel. Dejó en la cuneta a tres top 10 antes de plantarse en la final. Muguruza está lista para pelear por todo de nuevo.

Esta es la clave, la confianza que ha adquirido en suelo 'aussie' tras una excelente pretemporada a las órdenes de Conchita Martínez, su nueva entrenadora. Lo más difícil viene ahora, mantener la continuidad, algo que le ha costado en anteriores ocasiones. "La regularidad nunca ha sido mi fuerte, soy mas una jugadora de torneos puntuales. Ya me conocéis, soy una tenista agresiva. Me gusta tomar muchos riesgos, va con mi personalidad, así que no será fácil”, sostiene. Del puesto 34, al 16 tras Australia. Un gran paso adelante que le acerca a las posiciones de privilegio, donde por talento y capacidad debe estar. Muguruza ya tiene cosechados en apenas un mes de competición más puntos que en todo el curso pasado, ver para creer. El cambio de chip y un trabajado enfocado en fortalecer su físico están dando sus frutos.

placeholder Muguruza, durante su comparecencia con la prensa tras la final. (EFE)
Muguruza, durante su comparecencia con la prensa tras la final. (EFE)

El número uno

El objetivo del número uno, por lo tanto, no es una quimera, pues tras su desastroso 2019 Garbiñe no defiende prácticamente puntos y allí donde vaya siempre sumará. Además, el circuito WTA está repleto de contrastes: jugadoras que suben tan rápido como bajan. Desde enero del 2017 ocho raquetas se han relevado en la cumbre de la clasificación. Simona Halep es la que, en este periodo, más tiempo ha ostentado el primer puesto: 48 semanas consecutivas. Precisamente, fue la rumana la encargada de mandar un serio aviso a navegantes tras caer apeada en semifinales: "Si Muguruza juega así con más frecuencia, es la número uno". Razón no le falta.

"Los resultados demuestran que lo que hago está funcionando, empezar el año con una final es una gran empujón, haber ganado a gente tan buena es una prueba importante de que estoy en el buen camino”, dice Muguruza. Tiene el tenis, ahora solo le falta terminar de creérselo. Hay un trono esperando reina. Desde que Serena Williams se dio una tregua para ser madre el circuito femenino se ha convertido en un lugar ingobernable. No existe una referente clara, nadie está a un nivel superior. La igualdad es máxima entre las principales candidatas y, curiosamente, de entre todas ellas Garbiñe es la que menos tiene que perder. Doble ganadora de Grand Slam, su resurrección genera cierta inquietud entre sus oponentes. Una Muguruza centrada, con la metas bien marcadas y en óptimas condiciones físicas es un valor seguro.

"Conchita ha vuelto a demostrar que sabe llevarme, entiende perfectamente cómo funciona mi juego. Estoy creciendo a su lado”, explica la hispano-venezolana, que lo fía todo a la sabiduría de su técnica. La oscense le ha cambiado los esquemas, ha ordenado su mente y le ha devuelto la ilusión. "Una vez que Garbiñe coge el ritmo es difícil pararle", indica. El tren ya está en marcha. La caraqueña tiene por delante citas de todo tipo para seguir su particular escalada, aunque es de sobra conocido su especial interés en Indian Wells y Miami, torneos sobre superficie dura que le gustaría tener, y como no Madrid. Garbiñe nunca ha logrado ser profeta en su tierra. Los octavos de final en la capital española son su máximo hasta el momento. Cuentas pendientes tiene también en el US Open, allí tampoco ha pasado de octavos. Antes del último Grand Slam del año llegarán los JJOO, otra asignatura que espera aprobar con medalla. Serán sus segundos tras Rio 2016 y espera llegar a la fecha preparada, sin dudas y con confianza. Todo eso solo lo podrá conseguir con resultados.

"Ahora mismo es difícil estar feliz". Los primeros minutos de Garbiñe Muguruza tras perder la final del Open de Australia frente a Sofia Kenin no desbordaban optimismo. Su rostro denotaba la impotencia propia de quien sabe que ha dejado escapar una oportunidad. Sin embargo, la hispano-venezolana tiene motivos más que suficientes para sonreír. Todo se percibe mejor con el paso de las horas. La derrota se mastica y digiere, dejando un poso que invita a la reflexión templada.

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