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Garbiñe Muguruza se queda fuera del Masters y eso es lo mejor que le podría pasar
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dos partidos y dos derrotas en Singapur

Garbiñe Muguruza se queda fuera del Masters y eso es lo mejor que le podría pasar

Perder contra Radwanska le da la opción de pensar en el futuro y replantearse el tipo de jugadora que quiere llegar a ser. Si elige el camino de los últimos meses se quedará solo en el potencial

Foto: Garbiñe Muguruza (EFE)
Garbiñe Muguruza (EFE)

En realidad lo normal era esto, que Garbiñe Muguruza no hiciese un buen torneo en Singapur. Porque lleva meses jugando mal al tenis, muy lejos del perfil que puede llegar a dar, y lo lógico es que las resurrecciones repentinas no aparezcan, y menos aún cuando se juega contra las mejores del mundo, ese colectivo al que, en teoría, ella también pertenece.

Foto: Kerber y Muguruza se saludan tras un partido (Reuters) Opinión

Muguruza tiene imposible ser semifinalista en el torneo de maestras, pues se plantará en la tercer jornada con dos derrotas y las opciones evaporadas. Si se repasan los dos partidos que ha jugado se pueden sacar algunas conclusiones positivas, en ambos tuvo opciones de ganar, compitió a ráfagas contra Pliskova y Radwanska, dos estrellas del tenis, más de lo que se puede decir del reguero de calamidades de la carrera de Garbiñe de los últimos meses. Pero eso no es más que conformismo, pensar que dos derrotas en una jugadora como la española son aceptables solo puede pasar cuando, como es este caso, las expectativas están por los suelos.

Porque es cierto que en los dos partidos ha tenido buenas opciones y algunos momentos de brillo, pero también lo es que ella misma, y prácticamente ella sola, ha desperdiciado esos instantes, solo ella ha enterrado sus posibilidades de victoria. Pliskova y Radwanska, dos jugadoras buenísimas, se limitaron a dejar fallar a la española, a sobrevivir cuando era potente y aprovecharse de sus incomprensibles debilidades.

Contra la polaca, número tres del mundo, se encontró en el primer set con 5-4 a su favor y sirviendo para ganar el set. Era, simplemente, mantener el servicio para ponerse por delante y así ganar algo de esperanza. Pues nada, perdió su saque, se embarró el partido, logró agarrarse al 'tie break' y allí, en la muerte súbita, se dejó todas sus opciones rápido.

El partido no había terminado, era solo un set y la esperanza sobrevoló de nuevo por la pista de Singapur. 2-0 de primeras y la sensación de que la sangre le había vuelto a los brazos. Nada de eso, los siguientes siete juegos se resolvieron con un 6-1 para Radwanska, una racha sin paliativos a la que la tenista española no supo darle respuesta. No es que Aga, de repente, cogiese un ritmo loco, ella es una jugadora diésel, de preciosos golpes y muy regular. Es solo que Garbiñe dejó de hacer daño y le puso todo mucho más fácil.

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Tennis - Singapore WTA Finals Round Robin Singles - Singapore Indoor Stadium, Singapore - 26 10 2016 - Garbine Muguruza of Spain in action against Agnieszka Radwanska of Poland. REUTERS Edgar Su

Dejarse las ventajas

Tampoco sorprende, pues contra Plisikova ya le había pasado algo similar. Después de dominarla, de tenerla contra las cuerdas, la dejó viva y perdió los últimos cinco juegos, la única manera que tenía de perder el partido la española. Esa capacidad de autodestrucción es casi única. Cuando va bien vuela, pero en el momento en el que llega el revés, cuando las cosas pintan en contra, es incapaz de sacar partido de su juego, sus golpes se difuminan y empieza el carrusel de esa tortura para su seguidor que es verla mandar bolas muy lejos de la línea, con una mezcla de frustración y, a veces, desgana.

Jugará un partido más, contra Kuznetsova, pero ya no valdrá para nada. Quizá es mejor así. Llega el invierno del tenista, el momento en el que todo se calibra de nuevo, se trazan objetivos y, sobre todo, se trabaja pensando en un nuevo año. Borrón y cuenta nueva, algo que nunca fue más necesario para un jugador como para Garbiñe Muguruza en estos momentos. Desde que ganase Roland Garros, y de eso ya han pasado meses, ha sido incapaz de mostrar regularidad. Peor, en buenas fracciones de la temporada ni siquiera ha sacado a pasear la lucidez tenística que siempre desplegaba de vez en cuando. No está, se ha borrado del mapa.

Foto: Garbiñe Muguruza, en el US Open. (Reuters)

Ahora viene la pretemporada y, tanto como afinar las piernas y los golpes, muy probablemente más, es importante que Muguruza se plantee una pregunta ¿qué tenista quiere ser? El deporte profesional es de una exigencia máxima, obliga a los que lo practican a esfuerzos sostenidos, a vivir por y para su oficio. De nada vale tener talento si no se acompaña de un esfuerzo. Si se tiene lo primero, como es el caso, es aún más doloroso no llegar. Porque hay muchos a los que el tenis no les da la oportunidad siquiera, pero Garbiñe no está en ese punto, es peor aún, tiene esa opción y la está tirando por la borda.

Los 23 años que tiene le dan espacio más que suficiente para volver en cualquier momento. La juventud es potencialidad, una invitación a dejar atrás las fallas del pasado y volver siendo más grande. Ahora bien, el DNI, por sí solo, no va a rescatar a Garbiñe. Ir creciendo en edad no siempre está acompañado de crecer en el resto de los factores que hacen de un campeón tal cosa. Ella repite con frecuencia que el Roland Garros que tiene en sus vitrinas no se lo va a quitar nadie, y eso es rotundamente cierto. Siempre que quiera podrá mirarlo y disfrutarlo. La pregunta es ¿le vale con eso? porque si es así, y por lo visto en estos meses es difícil contradecirlo, estaríamos hablando de que una jugadora que podría haber hecho historia se quedó por el camino. Como campeona de Roland Garros, sí, eso siempre, pero muy por debajo de lo que pudo ser.

La madurez no es el punto fuerte de Muguruza. Si el Nadal de 20 años era un tipo enfocado, conocedor de su juego y ambicioso la hispanovenezolana parece todo lo contrario. Tiene miedo, o eso se desliza de sus declaraciones. Reclama su derecho a perder, que es un tipo de frase que nunca dejará de sorprender en un deportista profesional. La derrota no es un accidente, no vale como opción antes de un partido, no se puede reclamar como patrimonio personal.

Dice, como frase de prensa, que ella es su mayor enemigo. Lo que quizá su entrenador -este, otro, un psicólogo que increíblemente aún rechaza- debería decirle es que ella también es la única que se puede ayudar. Garbiñe volverá a ser ella misma el día que se ponga las pilas, en el que el tenis pase por delante de todo y se reencuentre con las sensaciones que ha tenido en ocasiones pero no ha sido capaz de dominar. Eso no le va a caer del cielo, solo el trabajo es la respuesta. Lo que tenía que darle la naturaleza ya está ahí, el problema está en optimizarlo.

En realidad lo normal era esto, que Garbiñe Muguruza no hiciese un buen torneo en Singapur. Porque lleva meses jugando mal al tenis, muy lejos del perfil que puede llegar a dar, y lo lógico es que las resurrecciones repentinas no aparezcan, y menos aún cuando se juega contra las mejores del mundo, ese colectivo al que, en teoría, ella también pertenece.

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