Es noticia
Garbiñe asalta Roland Garros
  1. Deportes
  2. Tenis
se impuso por 7-5 y 6-4 en la final de parís

Garbiñe asalta Roland Garros

En su segunda final Muguruza demuestra que ella es una jugadora hecha para ganar los grandes torneos. Derrotó con contundencia a Serena Williams en una exhibición de tenis

Foto: Garbiñe besa el trofeo de Roland Garros (EFE)
Garbiñe besa el trofeo de Roland Garros (EFE)

El globo de Garbiñe Muguruza había superado a Serena Williams, pero ni ella misma tenía muy claro si había entrado. Miró al juez de silla, se volvió y, de repente, se dio cuenta de que todo había cambiado. Su rival ya aplaudía al otro lado de la red. Había dejado de ser una tenista más, empezaba a ser, y nadie se lo quitará nunca, una campeona de un Grand Slam. La alegría llegó en Roland Garros, pero podría haber surgido en cualquier parte. Muguruza, que desde este lunes será la número 2 del mundo, es una todoterreno, una jugadora a la que no importa demasiado dónde se está jugando porque ella vale para todo. El presente es suyo, puede disfrutar de lo que tiene. Y el futuro también, pues a los 22 años esto solo parece el principio de lo que está por venir.

[Los siete cambios en la vida de Garbiñe Muguruza]

El tenis recompensó a la mejor en la pista y dio la casualidad de que esa jugadora se llamaba Garbiñe Muguruza. Desde el principio jugó con una madurez impresionante, sin amedrentarse por tener enfrente a una de las mejores deportistas de todos los tiempos. Tomó la iniciativa, jugó siempre agresiva -es posible que no sepa hacerlo de otra manera- y demostró que sin experiencia también se puede ser excelente. No todo fue perfecto, pero eso incluso le dio una dimensión mayor a su juego: también supo levantarse en la adversidad. Se llevó la final en solo dos sets, ganando por 7-5 y 6-4.

[Así ven sus rivales a Garbiñe]

​Jugando contra Serena Williams, una de las deportistas más fiables del deporte mundial, Garbiñe le recordó al mundo que contra las mejores tenistas es cuando más fina y atenta está. Dio un recital de golpes paralelos, de inteligencia en la pista y de movilidad. También, y esto es noticia, de frialdad. Mucho se ha hablado de la psicología errática de Garbiñe, de las veces que se ha ido de la pista sin competir o se ha comportado más como una niña que como una profesional. Y es cierto, pero eso no es una enmienda a la totalidad de su cabeza. Al contrario, Muguruza ha demostrado con el tiempo que ella puede tener lagunas jugando contra rivales que son peores, que hay días en los que no tiene todo el interés que se necesita y por eso se lleva disgustos, pero cuando el día es grande, cuando el cartel anuncia una rival de primer nivel, la española siempre aparece. Rotunda y fuerte, jugando bien en los momentos clave y sin miedo a la derrota. Una cosa y otra no son incompatibles.

Garbiñe sabía cuando entró en la Philippe Chatriere que el tenis contra Serena Williams implica un grado de sacrificio importante. No es que no se pueda fallar una bola, eso no se puede hacer nunca, es que tampoco se puede jugar sin riesgo. Porque dejarle una pelota muerta a la americana en el centro de la pista, algo que no está bien pero que muchas veces es un recurso válido, supone que te viene encima un golpe que difícilmente podrás dominar. Serena es una fuerza de la naturaleza que saca fuerte, resta fuerte y le pega fuerte en todos los lances que se puedan imaginar en el tenis. Una bola de demolición. Aunque en este torneo de París no ha estado en su mejor versión es más que suficiente para poner contra las cuerdas a cualquier jugadora del circuito.

[El reto de Garbiñe: asentar las emociones]

No en este caso a Garbiñe, que sí llegó a la central parisina en un momento bueno de su tenis y lo demostró golpe a golpe. Sigue teniendo cosas por pulir, algo que a los 22 años es incluso sano. Por ejemplo, su servicio. Es bueno, pero solo a veces, comete más errores de los que debiera, se pierde en los segundos saques… pero a pesar de ello, y como le ocurre también a Serena, es capaz de rehacerse cuando no sale del todo bien porque su tenis es monumental. Muguruza aprovecha muy bien los fallos de sus rivales. La estadounidense se dejó muchos primeros servicios y ella, sobre el segundo, aprovechaba para meterse en la pista y acortar las distancias. Con eso, y a pesar de que el segundo saque de Williams también es un martillo, consiguió que su rival nunca se mostrase cómoda con su servicio. Y eso se ve claro en los cuatro breaks que hizo en el encuentro, dos por sets, más que suficientes para llevarse la copa a casa.

Las bolas de partido

Son elocuentes del potencial mental de Garbiñe los dos últimos juegos. Con el saque de Serena llegó a tener tres bolas de partido, pero la estadounidense consiguió servir bien -cosas de la experiencia, de la que va sobrada- y sobrevivir a la presión de la española. No falló por nervios, simplemente fue inferior en esos puntos decisivos. A otros tenistas en esos lances la cabeza les da vuelta, piensan en las oportunidades perdidas y lloran lo que no tienen. Muguruza disputó el último juego como si el partido estuviese empezando, con ninguna presión añadida. Y ganó, porque esta era su tarde.

Garbiñe es un tipo de jugadora que en España nunca se había conseguido tener. Empezando por su altura, por encima del 1.80, que le permite un control de la situación complicado cuando no se llega a tanto. Pero es que, además, tiene todos los golpes que se puedan desear. Derecha y revés, paralelo y cruzado, no hay una suerte en el juego en la que no se sienta cómoda. Tiene una enorme elegancia jugando, acompaña bien los golpes y presiona a su rival jugando muy profundo. Siempre largo, como los grandes jugadores, que no dejan bolas medias porque los rivales se aprovechan de esas debilidades.

La sonrisa de Muguruza es verdadera. En los últimos diez meses, esos que van desde su descubrimiento para el gran público en Wimbledon a su consagración definitiva por medio de este Roland Garros, los aficionados de todo el mundo se han enamorado de ella. Porque es una chica normal, alegre y muy segura de sí misma. No tiene miedo a ninguna rival, como tampoco se amedrenta delante de un micrófono. Ella camina por la vida con una soltura que no es común en la gente de su edad. "No puedo tener miedo, entreno y hago todo para estar aquí y no tenerlo", contaba Garbiñe tras el encuentro. Lo demuestra día a día, golpe a golpe.

España tiene una nueva campeona. Antes lo fueron Conchita Martínez y Arancha Sánchez Vicario. El tenis femenino español, después de años vagando por un desierto de resultados, ha vuelto. Y lo ha hecho con más fuerza que nunca, con una profundidad no recordad. Con una jugadora del futuro.

El globo de Garbiñe Muguruza había superado a Serena Williams, pero ni ella misma tenía muy claro si había entrado. Miró al juez de silla, se volvió y, de repente, se dio cuenta de que todo había cambiado. Su rival ya aplaudía al otro lado de la red. Había dejado de ser una tenista más, empezaba a ser, y nadie se lo quitará nunca, una campeona de un Grand Slam. La alegría llegó en Roland Garros, pero podría haber surgido en cualquier parte. Muguruza, que desde este lunes será la número 2 del mundo, es una todoterreno, una jugadora a la que no importa demasiado dónde se está jugando porque ella vale para todo. El presente es suyo, puede disfrutar de lo que tiene. Y el futuro también, pues a los 22 años esto solo parece el principio de lo que está por venir.

Tenis - Roland Garros Juegos
El redactor recomienda