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Garbiñe Muguruza sigue su caída en picado: también fracasa en la gira china
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jelena jankovic se impuso por 6-2 y 7-6

Garbiñe Muguruza sigue su caída en picado: también fracasa en la gira china

La española pierde en primera ronda del torneo de Wuhan, en el que el pasado año fue finalista. Desde que ganó Roland Garros ha sido incapaz de pasar de cuartos de final en ningún torneo

Foto: Garbiñe Muguruza (EFE)
Garbiñe Muguruza (EFE)
Foto: Garbiñe muguruza, en Tokio (EFE)

No, Wuhan tampoco fue. Garbiñe Muguruza sigue en su imparable descalabro. El año 2016, a este paso, será recordado más como el año de su caída que como aquel en el que consiguió Roland Garros. En mayo era campeona de un grande, número 2 del mundo y la única figura en el tenis que podía dar respuesta a Serena Williams. Hoy es una jugadora sin confianza, sin físico y sin tenis, una sombra de si misma, la víctima, y a la vez la culpable, de uno de los mayores deterioros que se recuerdan en el deporte.

En esta ocasión la verdugo de Garbiñe es Jelena Jankovic. Una buena jugadora que tiene sus mejores días en el pasado. A sus 31 años quedan lejos los días en los que fue número 1 del mundo y finalista del Abierto de Estados Unidos (2008). Hoy en día, después de años de altibajos, está muy lejos de lo que fue. No es lo que era, pero tiene lo suficiente para poner en un aprieto a Muguruza, que en las últimas semanas ha dejado de jugar como sabe. La derrota, en este caso, fue en dos sets (6-2 y 7-6). Una vez más, primera ronda.

Muguruza echaba la culpa a su falta de serenidad, una constante en su juego. "Puede que hayan sido los nervios, pero sé que he de seguir mi patrón de juego, ser valiente y seguir luchando y trabajando. Y las cosas se darán. He de ser paciente", comentaba tras su enésima derrota. "Ha sido un partido duro, pero sé que mi tenis está ahí y es una cuestión de tener paciencia. las cosas funcionarán. Siento que en la mayoría de peloteos he tenido la iniciativa, pero no he sabido rematar", explicaba.

Intentarlo de nuevo en Pekín

Y eso que China, en teoría, se le da bien a Garbiñe. El año pasado, en Wuhan, fue finalista. Tuvo una de las mejores semanas de su carrera y solo una lesión la apartó de levantar finalmente el trofeo. La semana siguiente, ya recuperada, se hizo con el Abierto de China, que se disputa en Pekín. Antres de empezar este torneo, es decir, antes de perder contra Jankovic -procesos casi simultáneos- se la veía muy risueña auguruando un buen resultado en Wuhan. O eso le decía a sus patrocinadores. Y ahora, a Pekín: "Voy a intentarlo de nuevo sin ponerme más presión que la de seguir trabajando".

Nada más lejos de la realidad. Garbiñe pareció de nuevo sobre la pista sin movilidad, sin capacidad de reacción y con unas enormes lagunas en su juego. Se puede apelar, una vez más, a la psicología para intentar explicar su extraño caso. Pero lo cierto es que ya no es solo eso, además de su lacra se la ve fuera de forma, sin la incapacidad de desplegar su juego con normalidad. Es decir, ya no solo es inconsistencia, es casi dejadez. Los resultados que se están viendo desde Roland Garros son consecuencia de meses de preparación deficitaria. Ya no es que no quiera, es que no puede.

La jugadora española sigue necesitando un buen torneo, algo que la devuelva a la senda de la victoria y le recuerde su potencial como tenista. Pero no se regala nada en el deporte, es imposible que eso ocurra si ella no pone las herramientas necesarias para ello. Garbiñe no está en forma, ya no es solo que esté descentrada, es que no tiene la soltura de sus buenos días. Su relación con Sam Sumyk, su entrenador desde hace un año, parece deteriorada. Es una jugadora vulcánica, capaz de descentrarse rápidamente y con tendencia a colapsar mentalmente, y no parece que el francés esté evolucionando eso con ella. En su día fue el técnico de Azarenka, la hizo campeona. Después de Bouchard y con ella fue incapaz. Peor aún, la canadiense vivió un proceso similar al que ahora atenaza a Muguruza. Y no fue capaz de recuperarla. Hoy vaga por el circuito perdiendo primeras rondas. Garbiñe no se puede permitir repetir eso.

Foto: Garbiñe muguruza, en Tokio (EFE)

No, Wuhan tampoco fue. Garbiñe Muguruza sigue en su imparable descalabro. El año 2016, a este paso, será recordado más como el año de su caída que como aquel en el que consiguió Roland Garros. En mayo era campeona de un grande, número 2 del mundo y la única figura en el tenis que podía dar respuesta a Serena Williams. Hoy es una jugadora sin confianza, sin físico y sin tenis, una sombra de si misma, la víctima, y a la vez la culpable, de uno de los mayores deterioros que se recuerdan en el deporte.

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