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¿Qué hay detrás de la Bandera de la Concha? Así se busca la gloria en el Cantábrico
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LA GENTE SE AMONTONA

¿Qué hay detrás de la Bandera de la Concha? Así se busca la gloria en el Cantábrico

En sus orígenes, fue una competición cuyo objetivo era encontrar ballenas para ir hasta ellas. Luego se llevaban hasta tierra para exhibir semejante trofeo ante los presentes

Foto: Primera jornada de las regatas de traineras de 2021. (EFE/Gorka Estrada)
Primera jornada de las regatas de traineras de 2021. (EFE/Gorka Estrada)

Al ver cómo la gente se apiña en los montes Igeldo o Urgull de San Sebastián, o en otros lugares tan emblemáticos de la ciudad como el muelle o el Paseo Nuevo, los dos primeros domingos de septiembre para presenciar 'in situ' la Bandera de La Concha, se hace difícil intuir que todo ese ambiente festivo tiene su origen en la caza de ballenas. Tal vez, como en la mayoría de las ocasiones, la leyenda se entremezcla con la realidad cuando se evocan las aventuras de los 'arrantzales' (pescadores vascos). La versión más extendida es que cuando desde alto del monte Ulía alguien avistaba uno de estos enormes cetáceos daba de inmediato el aviso. Era entonces cuando se disparaba la adrenalina de los más valientes que se dirigían a toda prisa al puerto para subirse a un barco. Y todo por obtener el codiciado premio de ser los primeros en llegar donde estaba la ballena para capturarla y exhibir en tierra el preciado trofeo.

Los segundos se quedaban con la miel en los labios y sin recompensa. Esa especie de carrera contrarreloj fue el germen de lo que hoy se conoce como regatas de traineras. Es raro ver ahora ballenas en el Cantábrico. La última fue capturada por los remeros de Orio (Guipúzcoa) el 14 de mayo de 1901. Lo recuerda en su canción 'Balearen bertsoak' (Los versos de la ballena) el cantante oriotarra Benito Letxundi cuando cinco embarcaciones, guiadas por sus respectivos patrones (Olaizola, Loidi, Uranga, Atxaga y Manterola), cazaron al enorme cetáceo armados solo con un arpón y algo de dinamita. Según la canción, el animal medía 12 metros de largo, diez de grosor y cuatro la parte más ancha de la pala de la cola.

Foto: Miles de personas en las fiesta de Bilbao. (EFE/Javier Zorrilla)

La épica de la lucha del hombre contra el inmenso animal se convirtió hace lustros en el modo de vida de muchos pescadores que se atrevían a bogar en mar abierto. Este tipo de embarcaciones se nutrían de hombres fornidos capaces de remar a veces durante varias horas para llegar a los caladeros, recoger la pesca y traerla a puerto donde era subastada. Todo ello, en el menor tiempo posible. Además de las labores propias de la pesca, el origen de las regatas de traineras se remonta al atoaje de barcos o, lo que es lo mismo, a la actividad de remolcar pesqueros de gran tamaño bogando con sus embarcaciones hasta el puerto dado su difícil acceso o el fuerte oleaje siempre presente en alguno de ellos. Con la llegada del motor a las embarcaciones la fuerza del hombre pasó a un segundo plano. Aun así, el pique entre los pueblos costeros por saber quién contaba con la tripulación más rápida hizo de las regatas de traineras una competición donde toman parte tripulaciones de Galicia, Asturias, Cantabria y, sobre todo, del País Vasco.

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Participantes durante una Jornada de las regatas traineras. (EFE/Mariscal)

Más de un siglo de historia

La primera competición entre traineras de la que se tiene constancia data de 1854 cuando en plenas fiestas de San Juan tres embarcaciones guipuzcoanas de Pasaia compitieron para demostrar cuál era la más veloz. Ganaron los de San Pedro. De allí surgió la idea de celebrar una especie de 'Olimpiada del remo' que tomó cuerpo más tarde cuando hace 143 años el consistorio donostiarra cursó una invitación a 'las gentes del mar' para tomar parte en un nuevo evento deportivo. Así, el 8 de septiembre 1879 nació la Bandera de La Concha, una competición que se incluyó por primera vez en el programa de fiestas de la ciudad y que desde 2008 cuenta con su versión femenina. Este año, además, la organización ha previsto rendir un homenaje al marinero guipuzcoano de Getaria, Juan Sebastián Elkano, al cumplirse el próximo 6 de septiembre el quinto centenario de su primera vuelta al mundo.

Hasta 1912 la tripulación se componía de 13 remeros que pertenecían a la misma cofradía. El grupo era guiado por un patrón que solía ser el propietario de la embarcación y de todo tipo de enseres necesarios para la pesca. Su misión era la de situarse en la popa de la trainera y guiarla a fin de recorrer tres millas náuticas (5,5 kilómetros) en el menor tiempo posible. Originariamente para las regatas usaban las mismas embarcaciones que empleaban para su actividad pesquera. Pesaban más de 300 kilos y tenían una longitud (eslora) de 12 metros y un ancho máximo (manga) de 172 centímetros. La trainera más rápida, que en aquella primera ocasión fue la de San Sebastián guiada por el patrón Juan Cruz Carril, obtuvo un premio en metálico al acabar la regata en algo más de 20 minutos. Como es lógico, la dotación económica para el ganador de las llamadas olimpiadas del remo ha ido subiendo hasta alcanzar el pasado año los 25.000 euros tanto en categoría masculina como femenina. El segundo se quedó con algo más de la mitad del primer premio (15.500 euros) y el tercero con otros 12.250 euros.

Hasta la llegada del siglo XX las traineras guipuzcoanas eran las claras dominadoras con la única excepción de los vizcaínos de Ondárroa, que consiguieron llevarse la bandera a casa en 1898. Los remeros de San Sebastián obtuvieron nueve entorchados, seguidos de Getaria (3) y Pasajes San Pedro (2) y Hondarribia (1). La llegada del nuevo siglo trajo como primer ganador a la trainera que mejor curriculum presenta a lo largo de los años en esta mítica competición: Orio. La casualidad quiso que aquella primera victoria de 1901 coincidiera en el tiempo con la captura de la última ballena en el Golfo de Vizcaya.

placeholder La playa de La Concha es el lugar en el que se disputa la competición. (EFE/Mariscal)
La playa de La Concha es el lugar en el que se disputa la competición. (EFE/Mariscal)

La célebre trainera de Orio

Hablar de la Bandera de la Concha sin aludir de forma especial a la trainera de Orio sería una falta de respeto. El club presume en su página web de haber celebrado 884 victorias en sus más de 100 años de vida y de haber ganado 719 banderas, 32 de ellas en la playa de La Concha, un récord muy difícil de superar a corto o medio plazo por las otras embarcaciones guipuzcoana que le siguen en el pódium de vencedores, Pasajes San Pedro (15) y San Sebastián y Hondarribia (14). El pueblo, de apenas 6.000 habitantes, adorna sus balcones en los días de competición con banderas amarillas con un aguilucho negro (mirotza) como fondo. Todos apoyan sin fisuras a la embarcación que en 1916 se llamaba San Nikolas, en honor al patrón del pueblo, y que luego ha tenido otras denominaciones tales como Kanpa, Txlki o Mirotza.

Con el paso del tiempo se flexibilizaron las estrictas normas para formar parte de una tripulación. Hasta 1928 los remeros de cada trainera estaban obligados a trabajar en la industria pesquera de la localidad a la que representaban, y a partir del año siguiente bastaba con ser vecino del pueblo. A mediados de siglo ya valía, incluso, con pertenecer a la misma cuenca geográfica donde estaba ubicado el pueblo y ya desde 1976 se instaura la libertad de contratación con la única exigencia de que toda la tripulación debía pertenecer al club deportivo que promovía la trainera.

La idea original es que la competición tuviera una periodicidad anual. Por distintos motivos, sin embargo, hubo periodos de tiempo a finales del siglo XIX y principios del XX, además de los tres años que duró la Guerra Civil, en que no se pudieron celebrar. Por tanto, en 142 años de historia se han disputado 126 ediciones con 17 ganadores diferentes. La provincia de Guipúzcoa se lleva la palma, puesto que son diez embarcaciones diferentes las que han conseguido ondear la Bandera de La Concha, le sigue Vizcaya con cuatro y Cantabria con tres. A los vizcaínos les queda el consuelo de que al menos la trainera de Bermeo (Urdaibai) tenga en la actualidad el récord de la prueba con 18:53.52.

placeholder Los participantes se esfuerzan durante las regatas traineras. (EFE/Mariscal)
Los participantes se esfuerzan durante las regatas traineras. (EFE/Mariscal)

De las invitaciones a las pruebas clasificatorias

Con puntualidad británica, el primer domingo de septiembre, a las 12 del mediodía, comienza la primera de las dos tandas en las que participan las ocho traineras que ese año han demostrado ser las mejores del Cantábrico. Previamente, el miércoles y el jueves anterior se disputa una jornada clasificatoria donde 24 embarcaciones masculinas y 19 femeninas entran en liza de cara a obtener una de las plazas en juego que les permita aspirar a la conquista de la preciada bandera que este año tendrá un ganador distinto a la edición del año pasado puesto que Santurtzi no ha podido inscribirse por problemas burocráticos.

Ibon Gaztañazpi, un exremero de Orio que suele narrar en euskera las regatas para la televisión pública vasca (ETB1) recuerda que en los últimos años se han modificado las normas de clasificación. Antes, todas las tripulaciones acudían por invitación hasta que a principios de la década de los 80 se optó por organizar el jueves anterior una jornada clasificatoria contrarreloj dada la avalancha de peticiones que superaba con creces las ocho previstas para la jornada final. Hubo, no obstante, una época durante la década de los 70, en que los remeros se decantaron por la modalidad del banco móvil hasta que las aguas volvieron a su cauce y el boom de las traineras regresó de nuevo al Cantábrico. Esta vez, para quedarse.

Las siete traineras más rápidas pasan a disputar los dos primeros fines de semana de septiembre la Bandera de La Concha. A ellos se une la octava en discordia que se corresponde con la de San Sebastián en su calidad de anfitrión. Hasta hace bien poco había cuatro embarcaciones que aspiraban a representar a la ciudad (Donostiarra, Arraun Lagunak, Ur Kirolak y Fortuna) y que tenían que competir entre ellas para determinar quién iba a tener el honor de bogar en representación de los donostiarras. Los últimos años, sin embargo, la Donostiarra ha quedado como la única trainera de la ciudad en categoría masculina. Las mujeres tienen dos: Arraun Lagunak y Ur Kirolak.

placeholder La felicidad de los presentes tras competir. (EFE/Mariscal)
La felicidad de los presentes tras competir. (EFE/Mariscal)

El favoritismo de Bermeo

Los favoritos para este año son los remeros de Bermeo que van líderes en la Eusko Label Liga, seguidos de Hondarribia y de Donosti. En mujeres las dominadoras este año son las chicas de Orio junto a las donostiarras de Arraun Lagunak. Los bogadores tienen su sitio reservado en función de sus características físicas. En realidad, no hay una norma fija. Lo más habitual es que los hombres con más peso remen en el centro de la embarcación, los más ligeros lo hagan en la proa y que el resto lo haga en la popa.

Gaztapazpi subraya que en los últimos años se ha producido una "gran revolución" puesto que ha bajado "un montón el promedio de peso". Antes, el perfil se ajustaba "al de un morrosko del Cantábrico, mientras que ahora se parece más al de un ciclista ligero y fibroso". Los números así lo atestiguan. En los últimos 15 años se ha pasado de una media de unos 80 kilos por cada bogador a unos 73 kilos. Los remeros más "cotizados" son los que tienen idénticas prestaciones a babor o a estribor de la trainera. Son los que reman en la proa de la trainera.

El mismo jueves de la prueba clasificatoria se celebra también el sorteo para determinar qué cuatro embarcaciones compiten en cada una de las dos tandas del domingo. Las traineras tienen que hacer un recorrido de ida y vuelta a lo largo tres millas náuticas por la bahía de La Concha bordeando una ciaboga que hay a mitad del trayecto a una velocidad media de unos 16 o 17 km/hora. Eso sorteo es "fundamental", según indica Gaztañazpi. La gente a lo mejor no lo aprecia desde tierra firme, pero durante la media hora que separa la primera tanda de la segunda puede haber cambios de viento o de marea que pueden ser "determinantes".

placeholder Los participantes en acción durante la edición de 2020. (EFE/Mariscal)
Los participantes en acción durante la edición de 2020. (EFE/Mariscal)

La presencia del viento

Y es que cabe la posibilidad de que, si a las 12 del mediodía sopla un viento del nordeste de 6 km/hora, a los pocos minutos pueda aumentar a los 10 km/hora. Ese tipo de cambios influyen y mucho en el remo moderno, porque “a veces” las diferencias son mínimas "no como antes cuando el primero podían sacar al resto hasta 40 segundos de diferencia", y de ahí que ahora todos los favoritos quieran remar "siempre juntos". De hecho, en 2021 la Sotera de Santurtzi se impuso a la Ama Guadalupekoa de Hondarribia por tan solo 48 centésimas de segundo.

Antes de empezar la primera tanda dominical se procede, a su vez, al sorteo de las calles. Cada embarcación sale desde su baliza y comienza a bogar por la calle que le ha tocado en suerte. Solo puede saltar de una a otra cuando haya sacado la ventaja "suficiente" al propietario de la misma. Si incumple el reglamento, queda descalificada. El viento y las olas también tienen su importancia. No es lo mismo remar por las dos calles exteriores (la una y la cuatro), que por las interiores. Por ejemplo, si sopla viento del nordeste, la trainera que va por la calle uno (la más próxima al muelle) "tiene más abrigo". Todo lo contrario ocurre si el viento viene del noreste, puesto que en ese caso la más favorecida es la que boga más cerca de la isla de Santa Clara.

placeholder Los capitanes alientan a sus equipos. (EFE/Mariscal)
Los capitanes alientan a sus equipos. (EFE/Mariscal)

En cualquier caso, interpretar las señales del mar, los vientos y las mareas resulta bastante complejo. Las variaciones de esos tres componentes dan "infinidad" de combinaciones a la hora de hacer cábalas. Los pescadores vascos más veteranos suelen decir: "Itsasoan gehien dakienak ez daki ezer" (el que más sabe del mar no sabe nada). Finalmente, las cuatro traineras más rápidas pasan a disputar juntas el siguiente domingo la tanda de honor. Para conocer a los ganadores, que serán recibidos como auténticos héroes en sus respectivos municipios por sus vecinos, hay que echar mano de la calculadora porque hay que sumar los tiempos de las dos jornadas. La embarcación que menos tiempo haya empleado se lleva la gloria. Al resto le toca esperar otro año más.

El premio es una bandera que durante años se encargaba de bordar Itziar Aldutzin en un telar durante alrededor de 400 horas y que estaba puesta de 7,5 metros de tela, 6.000 metros de hilo azul, 2.500 metros de hilo color oro viejo y 2.000 metros de otros tonos. En 2017 todo cambió porque a partir de entonces se encargó el trabajo a una empresa valenciana. ¿Motivo? Como siempre el económico. La nueva bandera la podían tejer máquinas programadas con un ordenador con lo que el coste disminuía de los 2.200 euros, donde se incluía la mano de obra y materiales de gran calidad, a los 900 euros.

Al ver cómo la gente se apiña en los montes Igeldo o Urgull de San Sebastián, o en otros lugares tan emblemáticos de la ciudad como el muelle o el Paseo Nuevo, los dos primeros domingos de septiembre para presenciar 'in situ' la Bandera de La Concha, se hace difícil intuir que todo ese ambiente festivo tiene su origen en la caza de ballenas. Tal vez, como en la mayoría de las ocasiones, la leyenda se entremezcla con la realidad cuando se evocan las aventuras de los 'arrantzales' (pescadores vascos). La versión más extendida es que cuando desde alto del monte Ulía alguien avistaba uno de estos enormes cetáceos daba de inmediato el aviso. Era entonces cuando se disparaba la adrenalina de los más valientes que se dirigían a toda prisa al puerto para subirse a un barco. Y todo por obtener el codiciado premio de ser los primeros en llegar donde estaba la ballena para capturarla y exhibir en tierra el preciado trofeo.

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