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Buceo bajo hielo: cuando aventura y ciencia se unen en territorio hostil
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Buceo bajo hielo: cuando aventura y ciencia se unen en territorio hostil

Actividad poco conocida por el gran público, en España es posible practicarla en algunos lugares concretos, aunque son los polos los paraísos de estos aventureros

Foto: Los dos polos son los lugares más apasionantes para practicar el buceo bajo hielo (Cordon Press)
Los dos polos son los lugares más apasionantes para practicar el buceo bajo hielo (Cordon Press)

Sin ser catalogado como extremo, sí tiene un claro componente de aventura porque el entorno en el que se desarrolla así lo marca. Fueron buceadores austriacos y suizos los que se olvidaron de lugares paradisíacos y tropicales del planeta para hacer arriesgadas inmersiones, zambulléndose en lagos de alta montaña donde una gruesa capa de hielo lo cubría todo. Inmersiones que requieren de unos protocolos de seguridad más exigentes. Una actividad que en España, como en otros lugares, tiene un componente científico, pues los buceadores no sólo disfrutan de un paisaje único, también aprovechan la ocasión para tomar imágenes y muestras del ecosistema en el que se encuentran. Un mundo helado que apasiona a más aventureros con el paso del tiempo.

La Federación Española de Actividades Subacuáticas (FEDAS) es la que impulsa esta actividad desconocida para el gran público. Desde hace tiempo organiza jornadas de buceo bajo hielo con el fin de ir captando poco a poco más seguidores. Unos 600 buceadores ya han realizado esta actividad y cada año que pasa aumenta el número de personas interesadas en realizar estos cursos. Las próximas jornadas se realizarán en el mes de marzo en Panticosa y ya son alrededor de 40 los apuntados para disfrutar bajo una capa de hielo. La buena forma física siempre ayuda y en este caso impulsará al buceador, una cuestión clave, a consumir poco aire y tener controlado el cansancio para disfrutar con mayor tranquilidad de la inmersión.

“El buceo en sí está considerado como un deporte de aventura, aunque nosotros preferimos catalogarlo como una actividad lúdica como puede ser el senderismo en montaña”, explica en conversación con El Confidencial Javier Vázquez Miguel (Secretario de la Escuela Nacional de Buceo Autónomo Deportivo de la FEDAS). En el caso que nos ocupa, añade, “el buceo bajo hielo se convierte en una actividad con un riesgo incrementado, y por lo tanto podríamos englobarlo dentro de lo que se conocen como deportes de aventura, ya que en él se mezclan deporte, conocimientos, riesgo, forma física y un entorno que podemos considerar semi-hostil”.

Estado físico y mental

Un aspecto a resaltar en el buceo bajo hielo es su vertiente científica. La Escuela Nacional de Buceo Autónomo Deportivo de la FEDAS colabora con el Comité Polar Español en la elaboración de unos protocolos de actuación en las inmersiones (en este caso ártico y antártico), con unas medidas de seguridad y reglas de emergencia muy específicas para esta actividad. Hay que tener en cuenta que el equipo está formado por científicos, los cuales desarrollan diversos estudios, desde la fauna existente en estos biotopos, hasta el avance o retroceso de los hielos, pasando por mediciones de temperatura, salinidad, contaminación, etc. Para ello es indispensable que tanto el equipo de buceadores que se sumerge, como el que está de apoyo en superficie, conozcan hasta el último detalle todas las normas de seguridad, y esto incluye el mantenimiento de los equipos de buceo, el estado físico y mental de los buceadores y los conocimientos científico-técnicos de las actividades a desarrollar.

Por todo ello, y según explica Javier Vázquez, el protocolo de seguridad es más estricto, “el nivel de exigencia es más alto que en otro tipo de inmersiones”. La razón es que “además de estar buceando bajo un techo físico en el que solo existe una entrada y salida en la mayoría de ocasiones, debemos sumarle las bajas temperaturas a las que se somete todo el equipo, desde los 4 grados positivos como temperatura más alta en el agua hasta temperaturas bajo cero extremadamente gélidas que pueden darse en la superficie, más si hablamos de zonas como los árticos”. “Todo ello implica que antes de sumergirse, el equipo de buceadores debe revisarse mutuamente el material, no dejando ninguna cosa al azar, y esta revisión se realizará tanto antes de entrar al agua, como durante la propia inmersión”, añade.

Icebergs y túneles de hielo

Bucear junto a icebergs, introducirse en estrechos túneles de hielo, explorar barcos hundidos… En las heladas profundidades disfrutan los buceadores de imágenes únicas. Y rodeados de mucha vida. En los lugares más inhóspitos del planeta la hay y con su observación se deleitan estos exploradores de lo desconocido. Los aventureros españoles, que por cuestiones económicas no pueden aspirar a grandes expediciones, se zambullen en lagos de alta montaña, donde pueden observar en estado de hibernación peces, cangrejos de río y flora específica de estos entornos. En los árticos, el espectáculo adquiere otra dimensión si de flora y, sobre todo, de fauna hablamos; en estos lejanos lugares, además de organismos como crustáceos, anélidos o determinadas algas, también se puede tener contacto con grandes cetáceos (ballenas, orcas, narvales y delfines) o incluso mamíferos otarios como leones marinos y focas leopardo e incluso otros carnívoros como el oso polar.

Todos los lagos alpinos y pirenaicos ofrecen unas condiciones excepcionales, aunque si hablamos de paraísos seguramente cualquiera que haya tenido la oportunidad de bucear bajo el hielo en el Ártico o en la Antártida coincidirá en que aquello es el verdadero edén del buceo bajo el hielo. En los polos, los protocolos para preservar la integridad de los buceadores se multiplican por unos factores muy determinados. En el caso de los icebergs o témpanos de hielo que van a la deriva, hay que tener en todo momento especial cuidado con el desplazamiento de estos y su dirección, dado que podrían obstaculizar la salida del agua si estos se dirigieran a la zona de entrada a la inmersión.

Aislamiento térmico

Todo buceador sueña con realizar algún día una aventura en uno de los polos, pero en nuestro país no es nada sencillo engancharse a una expedición tan extrema y costosa. Vázquez explica que “desconocemos lo que pueden costar. Evidentemente para poder realizarlas los equipos suelen financiarse con subvenciones aportadas por departamentos gubernamentales de carácter científico o bien con patrocinadores privados. En ambos casos el trabajo para conseguir subvenciones conlleva una ardua labor burocrática”. En España hay dos puntos prioritarios para la práctica de esta modalidad; son la zona del Pirineo catalán y andorrano, con lagos como el de Nuria y algunos de Andorra o incluso de la zona prepirenaica, y sobre todo los conocidos como 'ibones' del Pirineo aragonés, cuna de este deporte en nuestro país, con muchos lagos que en invierno ofrecen unas condiciones idóneas.

En una actividad minoritaria y con escasa repercusión mediática, la inversión de sus practicantes es importante, pues no conviene olvidar que hablamos de inmersiones extremas y los materiales deben estar siempre perfectamente preparados, sobre todo por las bajas temperaturas. Al traje totalmente seco y de buena calidad, ademas de la protección térmica interior de un espesor considerable o de unos materiales específicos para el aislamiento térmico, habrá que sumarle unos reguladores de gama alta preparados para su uso en aguas frías. Y todo ello sin olvidar los cabos y mosquetones de seguridad, sumando por otra parte todo el material necesario para preparar el agujero de acceso; hablamos en este último caso de sierras o motosierras, palas, clavos de hielo… Nada que ver con hacer 'snorkeling' en el Caribe.

Una medida planificación

No existe en el buceo bajo hielo una limitación en cuanto a la profundidad máxima fuera de las normas convencionales. No obstante, y dado el carácter de riesgo incrementado que tienen este tipo de inmersiones, no es muy aconsejable realizarlas a mucha profundidad, ya que si los tiempos de permanencia se alargan, las descompresiones antes de llegar a superficie también serán considerables. Si tenemos en cuenta la temperatura del agua, el hecho de tener que estar quieto realizando paradas de descompresión durante mucho tiempo incrementa el riesgo de hipotermia. Lógicamente hay unos riesgos importantes que hay que esquivar. Para empezar, relata Javier Vázquez, “la hipotermia causada por las bajas temperaturas y que se puede producir bien por no llevar una protección térmica adecuada, o por alargar los tiempos de inmersión más allá de lo previsto en la planificación previa de la inmersión. Por ello es muy importante dicha planificación en función del equipo que llevamos para calcular el tiempo máximo de permanencia en el fondo”.

Otro claro factor de riesgo es la congelación de partes del equipo. Los reguladores y las válvulas del jacket o traje seco pueden sufrir congelaciones si no están preparados para temperaturas extremadamente gélidas. “El aire y el vapor que puede generarse dentro de estos mecanismos, al pasar a estado líquido, éste último queda congelado, dejando 'clavados' algunos de los mecanismos de estos aparatos”, destaca Vázquez, por lo que es muy importante conocer el protocolo de actuación en estos casos y lo que es más importante, prevenir para que no se produzcan. El último riesgo -quizás el más importante- es la pérdida de contacto con el equipo de superficie. Pese a ser una situación muy excepcional y rara, no por ello deja de ser imposible y por lo tanto a tener en cuenta en los protocolos de actuación y de emergencia. Subraya el experto buceador para acabar que “esto puede deberse a la pérdida del cabo que une al equipo de buceadores con superficie, bien por rotura del mismo o desenganche de los buceadores que están en el fondo. Pero si se cumplen todas las normas de seguridad, existen métodos de búsqueda y recuperación con equipos de reserva con protocolos elaborados para tal situación”.

Sin ser catalogado como extremo, sí tiene un claro componente de aventura porque el entorno en el que se desarrolla así lo marca. Fueron buceadores austriacos y suizos los que se olvidaron de lugares paradisíacos y tropicales del planeta para hacer arriesgadas inmersiones, zambulléndose en lagos de alta montaña donde una gruesa capa de hielo lo cubría todo. Inmersiones que requieren de unos protocolos de seguridad más exigentes. Una actividad que en España, como en otros lugares, tiene un componente científico, pues los buceadores no sólo disfrutan de un paisaje único, también aprovechan la ocasión para tomar imágenes y muestras del ecosistema en el que se encuentran. Un mundo helado que apasiona a más aventureros con el paso del tiempo.

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