La 'norma' de Walid Regragui para aumentar el sentimiento de identidad de Marruecos

Marruecos es, sin ningún género de dudas, la gran sorpresa del Mundial. El combinado norteafricano está en las semifinales de Qatar después de dejar por el camino a equipos como Bélgica, España o Portugal, y quiere mantener su sueño vivo. Sabe que está a un partido de meterse en la gran final, aunque enfrente tendrá a la siempre poderosa y vigente campeona Francia. Pero el equipo de Walid Regragui tiene un secreto que le hace ser único: las madres.

Hasta el presente Mundial, la mejor participación de Marruecos en una Copa del Mundo había sido en México '86, donde cayó en octavos de final ante Alemania Federal por 1 a 0, en un partido en el que Lottar Matthäus marcó en el minuto 88. Los Leones del Atlas nunca habían conseguido pasar de ahí, hasta Qatar, donde el conjunto marroquí está haciendo historia y está sorprendiendo al mundo. Y buena parte del éxito tiene que ver con la manera de ver la vida de Regragui.

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Rubén Rodríguez

El seleccionador nacional, reclutado para la causa solo 100 días antes del comienzo del torneo por las desavenencias de jugadores y federación con Valhid Halilhodzic, está haciendo un trabajo impresionante con Marruecos. No solo por haber recuperado a jugadores como Hakim Ziyech, sino, sobre todo, porque, a pesar de las grandes individualidades con las que cuenta, ha conseguido inculcar a sus pupilos que lo importante es el equipo y jugar en bloque.

Su ya característico 4-1-4-1, en el que Sofyan Amrabat se ha convertido en el jugador clave del equipo —es el que equilibra, recupera, sostiene y distribuye—, genera grandes dificultades a los rivales para superar líneas. La plantilla ha entendido que se ataca juntos y se defiende juntos. Y, especialmente, que la base del triunfo llega desde la zaga, donde solo ha concedido un gol en todo el torneo... y fue en propia puerta. Pero detrás de todo hay un secreto aún mayor.

Antes de comenzar la aventura mundialista, Regragui se reunió con toda la plantilla y les contó la nueva norma que iba a imponer en la concentración del Mundial: las madres tenían que viajar a Qatar. Así, con el objetivo de crear buen ambiente y unidad, el técnico pidió a los jugadores que invitaran a sus progenitoras, todo pagado por la federación marroquí, quienes conviven junto a los jugadores en un rascacielos de West Bay, en Doha, mientras se disputa el torneo.

Esta decisión tiene una doble vertiente: por un lado, generar sentimiento de familia por encima de todo; por otro, poner en valor las raíces y la pertenencia a un país. Y es que recordemos que, de los 25 convocados, solo 12 han nacido en Marruecos, con cuatro neerlandeses, tres belgas, dos españoles, dos franceses, un canadiense y un italiano. Todos ellos son hijos de emigrantes marroquíes, y qué mejor que en un Mundial para encontrar ese elemento de sentimiento de nación.

Regragui ha hecho de Marruecos una verdadera familia, un equipo que lucha, pelea y se vacía en el césped juntos en busca de un objetivo común. Y, por si fuera poco, ha generado esa misma sensibilidad en la convivencia, con las madres jugando un papel fundamental con los jugadores. Los Leones del Atlas están a solo un partido de meterse en la gran final de un Mundial. ¿Lo conseguirán? Será este miércoles cuando lo sepamos, pero, de momento, soñar es gratis.