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Vivir los penaltis rodeados de marroquíes: "Torre-Pacheco está muy lejos de Molenbeek"
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LA CAPITAL DE LOS TEMPOREROS DE MURCIA

Vivir los penaltis rodeados de marroquíes: "Torre-Pacheco está muy lejos de Molenbeek"

Dicen que Torre-Pacheco va camino de convertirse en Molenbeek, pero de momento la situación no se le parece en nada

Foto: Dos aficionados marroquíes celebran la victoria de su país contra España. (Ana Beltrán)
Dos aficionados marroquíes celebran la victoria de su país contra España. (Ana Beltrán)

Decía un meme que el martes, ganase quien ganase, Torre-Pacheco estaba en los cuartos de final del Mundial.

Ayer pasó de ronda el 20% del pueblo que trabaja el campo. La comunidad marroquí en Torre-Pacheco (Murcia) vivió en chándal y ropa de trabajo la histórica victoria sobre España, que los coloca, por primera vez, entre los ocho mejores países del mundo sobre el césped. “La mayoría hemos trabajado hasta la hora de comer. Menos mal que ha caído en día de fiesta, porque si no la mitad de estos no estaban aquí”, dice Youssuf, con chaleco de obra y gorra, acodado en la barra del kebab Estambul, en la calle San Cayetano.

Foto: Foto: Javier García Angosto.

A los que se refiere Youssuf es a los 400 compatriotas que se arraciman en el local para ver el partido. El Estambul tiene capacidad para 50 comensales; el resto del espacio se ha ganado quitando las mesas y zampándose los pasillos. La disposición demográfica abruma: 385 son hombres, cinco mujeres. La salvedad son la esposa y las tres hijas del dueño y la fotógrafa de este periódico.

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Los marroquíes comenzaron a llegar a Torre-Pacheco en 1979, con las primeras aguas del trasvase Tajo-Segura, que convirtió al pueblo en la capital del campo de Cartagena. Ahora se cultiva tanto y tan variado que sus fruterías no tienen que recurrir a productos de otras regiones. Lechugas, apios, varios tipos de tomates, alcachofas, patatas, melocotones, albaricoques, melones, sandías, fresas y limones se plantan en los alrededores del Estambul, y son sus clientes quienes los recogen.

Al fondo, la retransmisión árabe de Bein Sport repite machaconamente “tiki taka” en los primeros compases del partido, mientras el dueño se afana por encontrar sillas para los que van llegando. Es impresionante la variedad de los asientos: hay desde aquellas sillas rojas de hierro que se estilaban en las terrazas hasta los años noventa hasta taburetes de plástico que no levantan dos palmos del suelo, pasando por mobiliario de oficinas que no conoció la informática.

Se han hecho hueco como han podido, a menudo apoyando su hombro contra el del vecino para mantener el equilibrio. Cada vez que sale en pantalla Achraf Hakimi, estrella de los Leones del Atlas, la sala se excita y alguno acaba en el suelo.

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Cada 25 personas hay una pequeña mesa redonda donde se apoyan las bebidas vacías. Cafés, botellas de agua, bebidas energéticas, Schweppes de limón y alguna Coca-Cola. Ni una sola cerveza entre tamaña concurrencia a la que, por otro lado, se ve animosa. “No vamos a ganar, pero es un partido muy bonito para Marruecos. Y te digo lo mismo que antes: cuando gane España, la mitad de estos volverán aquí a cantar Morata, Morata”, continúa Youssuf.

El kebab Estambul es epicentro de epicentros. Aquí se reúne el grueso de la comunidad marroquí de Torre-Pacheco, que a su vez es el corazón alauí de la región de Murcia. Y, si nos atenemos a la relación de marroquíes por habitante, ninguna como Murcia en todo el país.

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Quizá por esto, muchos han visto en la huerta del Mar Menor el conato de lo que viven belgas y franceses en los suburbios de sus capitales. Hay indicios inquietantes. El año pasado, un marroquí estrelló su coche contra una terraza frecuentada por turistas, provocando su muerte y la de una ciudadana venezolana. En el interior del vehículo se encontraron un cuchillo de grandes dimensiones y una nota con un mensaje que podría ser interpretado como yihadista. La Audiencia Nacional sigue valorando si el atropello fue un atentado islamista o la obra de una persona con trastorno psíquico.

Foto: Estado en el que quedó el vehículo tras el choque. (EFE)

También han surgido los problemas de convivencia, fruto en parte del choque de una población envejecida, la murciana, con el boom temporero. “Lo que está pasando aquí no tiene nombre. Los marroquíes están descontrolados: hay robos de coches, allanamientos, agresiones… Hemos pasado de echar la llave a poner rejas en las ventanas, cuando en este pueblo se vivía con las puertas abiertas”, denuncian desde la asociación de vecinos de Roldán, una de las pedanías de Torre-Pacheco. “Vivimos aterrorizados y las autoridades no hacen nada. Parece que tiene que pasar algo grave como lo de El Ejido para que nos hagan caso”.

Por si fuera poco, el lunes amaneció la bandera de España en el suelo. Era la de la Casa Consistorial, frente al ayuntamiento, mientras que las banderas de la ciudad, de la región y de Europa ondeaban intactas. “A los jóvenes no los controlan ni los imanes y campan a sus anchas por ciertos barrios por los que no se puede pasar de noche. Si vas a ver el partido, ni se te ocurra meterte en uno de sus bares. Son gente muy cerrada y te pueden echar a patadas”, dicen los vecinos de Roldán.

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Y, sin embargo, aquí estamos, dos islotes españoles perfectamente integrados en un mar morisco. “No te preocupes, yo te invito”, nos dice el camarero tras revelar que no aceptan tarjeta. De hecho, reparte las bebidas sin cobrarlas en el instante, como es habitual en estas aglomeraciones, y a sabiendas de que al final del partido será imposible recaudar. “No hace falta ni decirlo: le pagamos mañana, o al otro, cuando haya”, explica Youssuf.

La mayor parte de los marroquíes del campo de Cartagena pertenecen al movimiento Justicia y Caridad. A grandes rasgos, es un grupo de extracción rural que reconoce a Mohammed VI como máxima autoridad política, pero no religiosa, de modo que han sido ilegalizados en Marruecos. Rechazan la violencia, defienden la libertad de interpretación del Corán y, lo que nos trae al caso, crean redes de apoyo entre sus comunidades. Cuando a uno le falta, otro provee sin contrapartidas, ya sea la comida, un arreglo de la furgoneta de faena o un café en el Estambul.

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Después de una primera parte soporífera, Kada nos aborda en la puerta del local. Tiene 19 años, es instalador de pladur y ha venido desde Cartagena solo para ver el partido. Lo más sorprendente es que es un argelino que anima a Marruecos: “No os dejéis confundir por los políticos: puede que los Estados se odien, pero los ciudadanos de Argelia y Marruecos nos queremos como hermanos. Ahora mismo, Argelia entera está parada viendo este partido”.

Kada comenta que en el Estambul no hay mezcla entre marroquíes y españoles porque su clientela es de “señores mayores”. En el tiempo de descanso, nos lleva varias manzanas al oeste, hasta la whiskería Acuario. Allí, en grandes mesas, jóvenes españoles y marroquíes de segunda generación viven el partido de otra manera. Son compañeros de instituto, visten los mismos vaqueros ajustados con sudadera de capucha y dialogan en castellano. "Este dice que va con Marruecos, pero es de aquí", vacila uno a otro con la camiseta de Marruecos. Su respuesta ("sabes que yo he apoyado a España, pero si juega contra Marruecos...") le genera una lluvia de collejas y todos ríen.

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La eliminatoria se va a los penaltis y regresamos al Estambul, donde la emoción está en máximos. Los marroquíes dan por buena la tanda, hasta el punto de celebrar una lesión muscular de los suyos para perder tiempo. Cuando comienzan los lanzamientos, el éxtasis: Sarabia al palo y después Bono, el portero del Sevilla, se la saca a Morata y a Busquets, cuya mirada anticipaba el fiasco. La Historia se ponía a los pies a Achraf, nuevo ídolo alauí, que con un tiro a lo Panenka puso boca abajo el kebab.

Mientras todos salían, el dueño, subido a la barra, imploraba contención a los suyos: "Ahora a dormir. Por favor. Todos a dormir, no vamos a la calle".

No le hicieron caso; tampoco tenían por qué. Los marroquíes tomaron una minúscula rotonda, adornada con un jarrón, y de ella hicieron la Cibeles. Coches tocando el claxon, fuegos artificiales y los españolísimos cánticos de "campeones" o "sí, sí, sí" bajo la mirada inquisitoria de los vecinos de la zona que, desde sus balcones móvil en mano, lo registran para las redes sociales. Incluso hubo banderas de España, que representan a la segunda generación. "No te imaginas lo feliz que estoy, ninguno creíamos que íbamos a ganar a España, que es una de las mejores del mundo", dice uno de los marroquíes a las cámaras de televisión mientras la policía local le empuja hacia la acera. "Ya ves que no hay problema. Celebramos sin molestar a nadie, como cualquiera. ¿Por qué hay tanta policía aquí? ¿Estamos en Afganistán?", lamenta el muchacho.

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En una esquina, lejos del barullo, un Youssuf emocionado está haciendo una videollamada con su novia, que vive en Bélgica: "Me dice que allí se está volviendo a liar, pero aquí no es igual, los españoles y los marroquíes somos amigos. Torre-Pacheco está muy lejos de Molenbeek".

Decía un meme que el martes, ganase quien ganase, Torre-Pacheco estaba en los cuartos de final del Mundial.

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