La vuelta de Kovacic, un respiro necesario para su mentor Modric
El jugador croata ha estado dos meses fuera de los terrenos de juego por una lesión en el aductor. Su ausencia se ha notado en el equipo, entre otras cosas porque su compatriota no ha podido descansar
Mateo Kovacic se ufana porque el público del Bernabéu le tiene mucho cariño. Le hace sentir bien el amor de la grada, aunque su caso no suena extraño para cualquiera que conozca al madridismo. Es un gladiador, un jugador de mil carreras, de los que nunca va a ahorrarse ir a por el balón. No es solo eso, ni mucho menos, el croata es un jugador de gran dimensión, un muy buen futbolista en desarrollo. Pero lo que más le hace conectar, como a tantos otros antes, es la pasión con la que se toma el fútbol.
El centrocampista croata vuelve a la convocatoria del Real Madrid después de dos meses fuera por una lesión en el tendón largo del aductor. El joven, aún 23 años, ha sido una ausencia destacada, aunque solo sea porque en los malos tiempos, y los de los blancos lo han sido, brillan con más fuerza los que no están. Ley del fútbol.
En estos tiempos de duda en los que el Madrid se ha distanciado a 10 puntos del Barcelona en Liga y no ha logrado la primera plaza de su grupo en Champions, él no estaba. No tendría que ser tan grave, al fin y al cabo Kovacic no tiene aún la consideración de elemento imprescindible en la plantilla blanca, pero su ausencia ha provocado una serie de problemas concatenados a los que no se les ha encontrado solución. Luka Modric, su amigo, empezó a jugar mal. El fuelle del croata es reducido, tiene mucho fútbol, más que nadie quizá, pero es uno de esos jugadores que, por físico, tiene el descanso aconsejado y pautado. Sin Kovacic las soluciones para el conjunto se reducían y eso ha hecho forzar de más al diminuto genio de Zadar.
No son, de ningún modo, jugadores parecidos, aunque ambos tienen elementos que les conectan. Por ejemplo, son dos de esos pocos futbolistas que aún pueden coger el balón y romper una línea de presión con una conducción. En tiempos recientes esto se ve casi como un anacronismo, la doctrina Guardiola, tan extendida, prima el pase y el primer toque, como si la pelota quemase. Pero hay algunos, como Kovacic, como Modric, que quieren el esférico y, cuando están bien, son capaces de levantar la cabeza y empezar a avanzar metros, presionar a la defensa rival desde el balón.
Kovacic, por supuesto, no tiene la finura de Modric. Ni las tablas. Pero es un jugador con un motor envidiable, de esos que son capaces de transformar su energía desbordante en juego. Como su compatriota, al que le unen muchísimas cosas, él también empezó en la media punta y fue retrasando su posición hasta ser un interior de ida y vuelta, un hombre a quien las defensas rivales tienen problemas para descifrar.
Son diferentes, no hay más que verles juntos. Y es fácil verles juntos, pues ambos son cercanísimos amigos. O, para ser más exactos, tienen esa relación profunda que se da entre maestro y aprendiz. Para celebrar el último cumpleaños de Modric, Kovacic subió una foto a Instagram en la que se le veía a él de niño con su mentor. En aquel momento no era más que la fotografía de un jugador profesional con un niño que le idolatra, pero esos niños, a veces, se convierten en compañeros, y fácilmente también en amigos.
La madurez y la guerra
Lo de los clanes, en los grandes equipos, se da. Cuando Kovacic llegó al Madrid, Modric era parte de la plantilla y, como croata, era el único que compartía su idioma natal. El vínculo se creó casi de inmediato, les unían las raíces, un pasado común, una manera de entender el fútbol similar. Hoy Luka aparece en un buen número de las fotografías de Mateo en las redes sociales. Porque es un compañero, como otros muchos, pero también un amigo, de los que hay más bien pocos.
Modric, el padrino, ahora sonríe con la vuelta de su amigo. Porque no es plato de buen gusto ver a un compañero en la enfermería, pero también por la necesidad de alternar de vez en cuando en el banquillo. Con Kovacic de vuelta eso será más fácil. Él tiene en el equipo y en Zidane una ascendencia que aún no se le da a Marcos Llorente. A él no le va a faltar energía, porque nunca es así. Podrá equivocarse a veces, pecado de juventud que se le ha criticado con frecuencia. La toma de decisiones es una de las características más difíciles para un centrocampista, más aún para alguien que de inicio no jugaba en posiciones medulares. En eso es clave la experiencia y Kovacic, por edad, no puede tener de eso. La juventud se sigue curando con el tiempo.
La falta de experiencia no es, necesariamente, falta de madurez. De Kovacic destacan su compromiso y que tiene los pies en el suelo. Su biografía le hace un poco especial, pues no en vano es un niño de la guerra. Mateo nació en Linz, Austria, porque su familia tuvo que huir de la localidad de Kotor Varos ante el empuje de los serbios. Con el tiempo volvieron a Croacia y allí se hizo un hueco en las categorías inferiores del Dinamo de Zagreb, uno de los grandes equipos del país. Y de ahí, creciendo poco a poco, primero en el Inter, luego en el Real Madrid.
Kovacic es un tipo calmado que conoció a su mujer en el coro de la iglesia, algo no del todo descabellado pues, en eso, tiene poco de futbolista habitual. Profundamente religioso, católico, era de misa dominical, fue monaguillo y peregrinó a Medjugorje, un santuario católico situado en Bosnia, país de mayoría musulmana. "Con mucho trabajo y la ayuda de Dios me puedo convertir en un gran futbolista", decía Kovacic, que en ocasiones se ha sentido algo intimidado por el lenguaje algo obsceno tradicional de los vestuarios futbolísticos.
Kovacic ha sido parte de los rumores de traspaso típicos de cualquier equipo grande. En Italia le recuerdan con cariño y en Inglaterra piensan que con su gran cilindrada podría adaptarse bien a la Premier. Zidane, de todos modos, no quiere oír hablar del tema. Desprenderse de un jugador con su edad y sus características sería algo impropio de un equipo grande. Y el Real Madrid lo es.
Mateo Kovacic se ufana porque el público del Bernabéu le tiene mucho cariño. Le hace sentir bien el amor de la grada, aunque su caso no suena extraño para cualquiera que conozca al madridismo. Es un gladiador, un jugador de mil carreras, de los que nunca va a ahorrarse ir a por el balón. No es solo eso, ni mucho menos, el croata es un jugador de gran dimensión, un muy buen futbolista en desarrollo. Pero lo que más le hace conectar, como a tantos otros antes, es la pasión con la que se toma el fútbol.
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