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El Madrid ve cuando Modric enciende la luz
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recuperó su mejor versión en nicosia

El Madrid ve cuando Modric enciende la luz

Entre que Luka se las lleva a todas y el Apoel no se cierra a bacanales, el Madrid se dio por fin una cuchipanda, una buena 'jalada', y luego se miró en el espejo y, por fin, se reconoció

Foto: Modric engancha la volea para hacer el 0-1. (Reuters)
Modric engancha la volea para hacer el 0-1. (Reuters)

El madridismo sonríe con cautela. No son pocas las personas que en un día de rabia, tristeza, conmoción o, por qué no, incluso jolgorio, decidieran romper con la rutina cambiando la comodidad de la costumbre con una borrachera, una comilona, una buena noche de sexo. Puede que todas a la vez el mismo día, completando el éxtasis que necesitaba el alma. El Apoel (0-6) ha sido esa noche de aprieto en que con tal de ser feliz, de evadirte por unas horas, le dices que sí a cualquiera. Un sí rotundo, además, del que ni siquiera te vas a arrepentir cuando lo pienses una vez recuperada la cordura en la mañana. Desenfreno facilón y mañana será otro día, el cual afrontarás, eso sí, con una amplia sonrisa.

En tiempos de escasez, cualquiera aprecia en los demás lo que uno no tiene. En el Real Madrid se echaba de menos a James, Pepe y Morata, por ejemplo, antes de parar a mirarse en el ombligo para ver qué tenía dentro de sí mismo. Quizás a Cristiano no le hiciera ilusión quedarse sin todos sus apoyos portugueses, sin el clan de Mendes que tanto le representa. Puede que también olvidara que juega en el mismo equipo en el que lo hace Luka Modric, motivo suficiente para sentirse más poderoso que el rival más poderoso, más fuerte que el rival más fuerte, más inteligente que el rival que gana una partida al Trivial sin soltar el dado.

Foto: Los cuatro goleadores del Real Madrid celebran con Marcelo. (EFE)

Luka Modric es como ese chico del instituto que siempre triunfaba con las chicas y que no te podías explicar cómo se lo montaba. No es apuesto, ni alto, ni fuerte ni divertido, pero si lo llegas a conocer, a entender su juego, te das cuenta de que es adorable y no quieres separarte jamás de él. El Madrid lo conoció hace más de cinco años y lo empezó a entender después de muchos meses, cuando se presentó ante él Carlo Ancelotti y le dijo, por lo 'bajini', que iba a ser él el equilibrista que mantuviese siempre en pie al Madrid, sin importar que al mirar hacia abajo solo tuviera la salvación de una cuerda floja. Modric es la garrocha que da confianza al descerebrado que pretende cruzar de un edificio a otro sobre una soga. El que hace creer al Madrid en ganar otra Copa de Europa cuando ya lleva dos seguidas.

placeholder Modric y Cristiano volvieron a brillar. (EFE)
Modric y Cristiano volvieron a brillar. (EFE)

Entre que Luka se las lleva a todas y el Apoel no se cierra a bacanales, el Madrid se dio por fin una cuchipanda, una buena 'jalada', y luego se miró en el espejo y, por fin, se reconoció. Al otro lado no estaba tan demacrado como hacen pensar los últimos resultados. Contemplaba ante sí un equipo con una base muy consolidada de futbolistas que pueden jugar de memoria y que lo hacen ya estén delante el Apoel, el Barça o el Bayern. No hay más que redefinir la confianza en uno mismo para comprender que lo anterior, lo negativo, es lo anormal. Que lo de siempre es ganar, que es el equipo que más ha ganado en estos dos últimos años y que puede seguir haciéndolo si deja de fallar lo que antes entraba sin aparente esfuerzo.

El zapatazo de Modric fue la canción que en cualquier verbena de pueblo levanta referencias del tipo 'mítica' y 'temazo' que pone a bailar a todo el personal. Fue un 'Follow the leader' para el Real Madrid en Nicosia. Los jugadores seleccionados por Zidane se colocaron en torno al pequeño de Zadar y siguieron el ritmo que él marcaba, no otro que la portería de Nauzet Pérez, que se quedó traspuesto en los primeros minutos, como previendo la que se le iba a venir encima con el transcurrir del partido.

Hasta no hace mucho, el Madrid no era reconocible. En cierta manera sigue sin serlo. Cuando contrató a Luka Modric, no se sabía muy bien qué estaba fichando. Era un buen jugador, claro, la Premier lo había consagrado, pero ¿de qué jugaba? ¿Para qué venía? Era mediapunta y para eso el Madrid ya tenía a Özil. Jugaría como centrocampista, pero a Mourinho le ponía más Khedira. Con el paso de un lustro, no hay Madrid que se entienda sin él. Un jugador de esos que cualquiera, incluso un antimadridista reglamentario, preferiría que no cumpliese años (y ya tiene 32). El Madrid hoy en día puede andar a tientas y solo a veces llegar a su destino; cuando Modric enciende la luz, el Madrid siempre ve.

El madridismo sonríe con cautela. No son pocas las personas que en un día de rabia, tristeza, conmoción o, por qué no, incluso jolgorio, decidieran romper con la rutina cambiando la comodidad de la costumbre con una borrachera, una comilona, una buena noche de sexo. Puede que todas a la vez el mismo día, completando el éxtasis que necesitaba el alma. El Apoel (0-6) ha sido esa noche de aprieto en que con tal de ser feliz, de evadirte por unas horas, le dices que sí a cualquiera. Un sí rotundo, además, del que ni siquiera te vas a arrepentir cuando lo pienses una vez recuperada la cordura en la mañana. Desenfreno facilón y mañana será otro día, el cual afrontarás, eso sí, con una amplia sonrisa.

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