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Y ya van diez, Luis, que ‘tiene cojones’…
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UN TÍTULO CON EL ÍDOLO EN EL RECUERDO

Y ya van diez, Luis, que ‘tiene cojones’…

“De las nueve Ligas que tiene el Atleti, yo he ganado cuatro; y de las diez Copas, yo he ganado cinco”, decía un Luis que tiene la Décima Liga en el cielo

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Ya estaba desmejorado por la enfermedad y tanto él como su círculo más íntimo habían asumido que el triple pitido final se hallaba próximo. Luis Aragonés tomaba café el agosto pasado en un bar cercano a su refugio de la costa gaditana donde pasó los últimos 25 veranos de su vida. Bajo un aire acondicionado exagerado pese al calor exterior, ese pedazo de fútbol hecho ser humano balbuceaba socarrón sus ideas sobre la actualidad del deporte que le convirtió en leyenda. Entre todos esos análisis, historias o anécdotas, y aunque tratara de evitarlo, era evidente que la voz se le cambiaba si sus palabras versaban sobre el Atlético de Madrid. Su Atlético de Madrid.

En varios momentos de la conversación elevó el tono, como hacía siempre a la hora de reivindicar el peso y la talla del club del Manzanares. Nada de Pupas, nada de excusas ni de mala suerte ni de agravios o conspiraciones. El ídolo rojiblanco pasó efímeramente por la casa del eterno rival antes de conseguir ganarle algún título tanto vestido de corto como con el chándal de entrenador. Nunca le negaría al Real Madrid o al FC Barcelona su mayor talla económica o de masa social. Pero recordaba a todo aquel que le prestara atención que el Atlético de Madrid es de los pocos que siempre, siempre, siempre les podrá ganar. Sean partidos o títulos importantes.

Cuando de la mano de Diego Simeone el Atlético se encontraba en pleno camino de vuelta a esta gloria que Luis antes ya conoció, el ‘Sabio de Hortaleza’ dejó huérfana a la parroquia atlética. El primero de febrero la noticia cogió por sorpresa a los corazones rojiblancos y sirvió para ensalzar la figura de un hombre crucial en la centenaria historia de la institución. Es innegable el efecto de cohesión que su imagen y su ejemplo ha conseguido en el tramo final de esta temporada que ya, al menos, se cerrará con una nueva Liga rojiblanca. 18 años después de la última.

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El segundo café se lo tomó en otro bar a escasos metros del primero, en la terraza, donde se encontraba más cómodo. En la charla recordaba que la anterior Liga del Atlético, la del Doblete del 96, se la ganaron a su Valencia. Y con el orgullo profesional que le caracterizaba hacía hincapié en que ese campeonato lo perdieron los ché, sensación que la memoria popular jamás ha registrado.

Cuando el Cholo llegó en diciembre de 2011 al Atlético, el nombre de Luis llegó a estar sobre la mesa, es ley de vida que la juventud de Simeone fuera la elegida entonces. Como hombre de fútbol sabedor que el tiempo pone a cada cual en su sitio, Luis no se aventuraba a pronosticar cómo sería esta temporada que ya es la mejor del club pase lo que pase en Lisboa el sábado que viene. Pero ‘Zapatones’ sí reconocía que el técnico argentino poseía en su repertorio motivador todas las claves necesarias para que el Atlético volviera a pensar en grande. El argentino aseguró en la rueda de prensa del Camp Nou que sabe que Luis les ayudó a achicar balones ante el Barça. Así de grande es la figura de Aragonés y su peso simbólico en la gran etapa actual.

Con la camisa de manga corta desabrochada en sus primeros botones y gesticulando por momentos como si hablara a sus futbolistas en una charla previa a un importante duelo, el tono de su discurso empezó a elevarse. La mezcla de recuerdos de quien era al fin y al cabo un señor de 75 años de edad motivó un arranque de gallardía dialéctica que no respondía al contexto de la distendida charla veraniega. Pero sabía que hay cosas que conviene recordar siempre para que no se olviden. En determinados temas, para el honor de Luis, no cabía la modestia.

Por ello, en aquella tarde de su último verano, llegó un momento que Luis decidió echarse hacia adelante y, cogiéndose el meñique de la mano derecha con los dedos de la izquierda como si fuera a empezar a enumerar gestualmente, soltó contundente: “De las nueve Ligas que tiene el Atleti, yo he ganado cuatro; y de las diez Copas que tiene el Atleti, yo he ganado cinco”. Tras ese recuento conjunto de su palmarés tanto de jugador como de entrenador, volvió a reposar su anciano cuerpo en el respaldo de la silla durante un par de segundos ante el silencio de la mesa. Y acto seguido sentenció, acompañando con una sacudida en seco de la mano derecha, con una castiza, coloquial y genial expresión: “¡Que tiene cojones!”.

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Para un hombre que no gustaba de disertar en profundidad sobre un deporte que siempre consideró que es casi todo práctica y casi nada teoría, era la mejor manera de ensalzarse no sólo a él, sino a lo que significaba para él la grandeza del Atleti.

Luego justificó el arranque de chulería hablando que en su época de jugador, la más gloriosa del club, también el Madrid y el Barça eran más ricos, pero que ellos nunca fueron pobres. Tenían la estructura suficiente como para, si se hacían bien las cosas, ser capaces de optar a todo. Siempre.

Se podrán encontrar muchas diferencias entre Luis y Simeone, pero sin duda su mayor coincidencia esté en esa forma de ver al Atlético. Un club grande para ambos, donde encontraron el mejor acomodo a sus caracteres rebeldes, a partir de los cuales hicieron creer a todos. Incluidos los aficionados más impacientes, aquellos que tiran por la calle de la resignación y el fatalismo a las primeras de cambio, olvidando que siempre habrá mimbres para incomodarle la existencia a los que siempre serán favoritos. Así, haciendo bien las cosas y siendo exigentes, se le consigue ganar a cualquiera hasta en las competiciones más importantes.

Y por todo ello, hoy los atléticos se sienten con el derecho y el deber de sacar pecho. En favor de su historia y en contra de nadie. Se trata de la dignidad y el orgullo de quienes, al fin y al cabo, comparten ciudad con el equipo más laureado de la historia. Por eso, y porque ya van diez Ligas.

Por supuesto, Luis, que tiene cojones… Muchos.

Ya estaba desmejorado por la enfermedad y tanto él como su círculo más íntimo habían asumido que el triple pitido final se hallaba próximo. Luis Aragonés tomaba café el agosto pasado en un bar cercano a su refugio de la costa gaditana donde pasó los últimos 25 veranos de su vida. Bajo un aire acondicionado exagerado pese al calor exterior, ese pedazo de fútbol hecho ser humano balbuceaba socarrón sus ideas sobre la actualidad del deporte que le convirtió en leyenda. Entre todos esos análisis, historias o anécdotas, y aunque tratara de evitarlo, era evidente que la voz se le cambiaba si sus palabras versaban sobre el Atlético de Madrid. Su Atlético de Madrid.

Diego Simeone Luis Aragonés
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