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Florentino Pérez y Bartomeu, ni amigos ni ganas de serlo
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RELACIONES ROTAS ENTRE MADRID Y BARCELONA

Florentino Pérez y Bartomeu, ni amigos ni ganas de serlo

Mantendrán la compostura y comerán juntos, pero Florentino y Bartomeu poco tienen en común más allá de compartir presidencia y estudios de ingeniero

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No es lo que era. Los días de vino y rosas que durante un tiempo vivieron las directivas de Real Madrid y Barcelona han pasado a mejor vida. Ni son amigos ni quieren ni pretenden serlo. Mañana mantendrán la compostura e incluso comerán juntos, pero Florentino Pérez y Josep María Bartomeu poco tienen en común más allá de compartir presidencia y estudios de ingeniero. Apenas tienen relación, ni personal ni profesional. Cada uno hace su vida, uno desde la presidencia de ACS y el otro desde su boyante negocio relacionado con los aeropuertos desde la empresa ADELTE. El presidente azulgrana ha heredado una ruptura de relaciones que de continuar Sandro Rosell se le habría dado forma en el Clásico de mañana.

El dimitido máximo mandatario blanco quiso soltar la mano que Florentino Pérez le tendió en sus primeros meses como presidente del Barcelona, esos en los que buscaba el consejo del que entonces era su amigo. Al menos eso creía el jefe de la Casa Blanca. Lo hizo en público, afirmando en la previa de su primer Clásico, en el hotel Palace, que Florentino no estaba entre sus amigos. De pedir consejo a no admitir esa amistad que existía y que se fraguó durante el fichaje de Ronaldo Nazario.

Mourinho abrió más la distancia entre los dos clubes en la guerra que mantuvo con Guardiola que terminó entrando a trapo. Denuncias de por medio a UEFA, la situación se tensó al máximo, pero curiosamente la distancia entre ambas entidades y la ruptura de relaciones más allá de la comida y de la posterior foto en el palco, llega por los movimientos suscitados lejos del terreno de juego. El fichaje de Neymar y los pasos dados por uno y otro club han sido definitivos para que Real Madrid y Barcelona apenas sintonicen en estos momentos.

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Rosell rompió hostilidades. El Real Madrid sacaba pecho en el verano de 2011. El reconocimiento médico y el contrato suscrito por Neymar, que todavía está depositado en una caja fuerte de Sao Paulo, era suficiente argumento para ver al en ese momento jugador del Santos vestido de blanco madridista. El que fuera presidente azulgrana no lo dudó y tiró de influencias en Brasil para dinamitar esa operación. Para ello se subió al bus de la Selección y donde hizo falta. Primero frenó lo que parecía un acuerdo para, meses más tarde, asegurarse el fichaje de Neymar a cambio de pagar 50 millones de euros al jugador y su padre.

En el año y medio siguiente, uno y otro club jugaron sucio con el rival. Unos, los de blanco, lograron encarecer el fichaje. Los otros, los azulgrana, vieron como Neymar adelantaba su llegada por el temor a que el brasileño terminara cambiando de acera. Los primeros se retiraron del asunto porque en caso contrario habrían cometido delito. Los segundos han terminado en el juzgado por eso mismo, por no medir y seguir adelante con una operación que todavía no está nada clara pese al empeño de Bartomeu de aclarar todo, dimisión de Rosell incluida.

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Mientras, desde uno y otro club, se han dedicado a filtrar todos los movimientos que se realizaban a 650 kilómetros de distancia con el objetivo de hacer daño y buscar el mal ajeno. Ahora, además, Real Madrid y Barcelona empiezan a mirar de diferente manera la Ley del deporte profesional que Cardenal pretende sacar adelante. Por el Bernabéu tienen claro que no piensan aceptar un reparto televisivo en el que salgan perdiendo. La entidad madridista quiere sus 130 millones de euros por temporada y si también lo ganan los demás, perfecto. El Barcelona, por el contrario, se ha situado a favor de dicha ley.

Ante este panorama, lo más lógico es que los directivos de uno y otro club comieran con sus amigos, los azulgrana, y en su casa los madridistas. Al menos, gesto que les honra, intentarán mostrar una imagen de cordialidad con una comida que es todo fachada. En la celebrada en el choque de ida estaba Sandro Rosell. Mañana será el gran ausente aunque nadie le echará de menos. Ni los amigos ni los enemigos.

No es lo que era. Los días de vino y rosas que durante un tiempo vivieron las directivas de Real Madrid y Barcelona han pasado a mejor vida. Ni son amigos ni quieren ni pretenden serlo. Mañana mantendrán la compostura e incluso comerán juntos, pero Florentino Pérez y Josep María Bartomeu poco tienen en común más allá de compartir presidencia y estudios de ingeniero. Apenas tienen relación, ni personal ni profesional. Cada uno hace su vida, uno desde la presidencia de ACS y el otro desde su boyante negocio relacionado con los aeropuertos desde la empresa ADELTE. El presidente azulgrana ha heredado una ruptura de relaciones que de continuar Sandro Rosell se le habría dado forma en el Clásico de mañana.

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