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El orgullo en el Metropolitano transforma al Atlético: el increíble dato tras clasificarse a cuartos de la Champions
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DE LOCAL ES OTRO EQUIPO

El orgullo en el Metropolitano transforma al Atlético: el increíble dato tras clasificarse a cuartos de la Champions

Los del 'Cholo' Simeone vivieron una noche épica llevados en volandas por su afición y lograron levantarle la eliminatoria a un Inter que llegaba en estado de gracia

Foto: Los jugadores del Atlético de Madrid celebran el pase a cuartos (EFE/Mariscal).
Los jugadores del Atlético de Madrid celebran el pase a cuartos (EFE/Mariscal).

El Atleti lo volvió a hacer. Como un perro herido al que sólo le quedaba demostrar que era capaz de plasmar una pizca de orgullo, con todo en contra al verse las caras con el equipo más en forma de Europa y tras haber sumado el enésimo ridículo esta temporada a domicilio. Pero el Atleti lo volvió a hacer. Fue en una noche épica en la que bien merecían un toque de atención de la afición por lo que estaba pasando en las últimas semanas, pero llegaba un Inter en modo locomotora y el Metropolitano tenía que remar una vez más con fuerza. Y ni mucho menos defraudó.

El fútbol tiene estas cosas, y los de Simeone, que venían de perder ante un Cádiz que no había sumado los tres puntos en Liga desde el 1 de septiembre, pasaron por encima del terrible Inter de Milán, que encadenaba 13 victorias seguidas y lo había ganado todo en 2024. "El que no crea que no venga". Porque pese a que el equipo salió a morder (faltaría más), el primer golpe lo volvieron a dar los italianos. De nuevo gol en contra en la primera llegada, pero el Atlético lo asimiló a la perfección, como a sabiendas de que para pasar iba a ser necesario digerir un tanto más de los nerazzurri, y respondió de inmediato con un gol de Griezmann. El francés, medio cojo, sigue siendo de largo el mejor del equipo y enchufó de nuevo a todos los allí presentes para que no dejaran de rugir hasta que Lautaro culminara la fiesta mandándola a las nubes en la última pena máxima.

Foto: Marcos Llorente se queja de una acción en el partido contra el Athletic. (EFE Miguel Toña)

Oblak se disfrazó de héroe en otro particular recordatorio de que probablemente él ha sido y es el mejor portero de la historia de este club. Una reivindicación que llegó después de que Memphis desatara la locura forzando la prórroga cuando se asomaba ya el descuento. Quizás el mayor ejemplo de cómo el Atlético de Madrid pasa de ser un equipo mediocre a uno capaz de ganarle a cualquiera. Un delantero que desespera hasta al más paciente cuando deambula sobre el terreno de juego, pero que ante el Inter fue un cuchillo que la zaga italiana nunca fue capaz de contener. Y que culminó esa característica parsimonia mandando a la red el necesario primer lanzamiento de la tanda.

El orgullo en el Metropolitano transforma al Atlético

El Atlético logró el pase a cuartos en lo que ya ni siquiera parecía ser su objetivo. Este estaba más encaminado a tocar metal vía Copa del Rey, pero la chapuza ante el Athletic le privó de ello. Precisamente los leones han sido el único tachón de los rojiblancos en toda la temporada en el Metropolitano. Una racha de resultados casi impoluta, de 13 victorias y un empate en 14 partidos de Liga, cuatro de cuatro en Champions contando la del Inter, y dos victorias y la mencionada derrota ante el Athletic en Copa del Rey.

Unos números que le colocan como uno de los mejores de toda Europa en casa, probablemente incluso el mejor, pero que se transforman por completo, de la mano de su desganado juego, cuando juegan fuera de casa. Porque si en la competición liguera se fueron acumulando poco a poco pinchazos a domicilio, el culmen ha llegado estas últimas semanas, rozando la vergüenza en más de ocasión mientras revivían a equipos que parecían desahuciados sin una gota de amor propio.

placeholder El entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone (EFE/Mariscal).
El entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone (EFE/Mariscal).

El Atleti cayó en febrero ante un Sevilla que no ganaba en el Pizjuán desde septiembre, empató pese a ponerse dos veces por delante frente a un Almería, último, que no marcaba como local desde noviembre, se superó aún más perdiendo 2-0 contra un Cádiz que no ganaba en Liga desde hacía seis meses. Pero, casi inexplicablemente viendo la actitud a domicilio, ante su público este es otro equipo totalmente diferente.

Aunque sigue lejos del ambiente del todavía añorado Vicente Calderón, el Metropolitano se ha convertido en un fortín casi inexpugnable. Porque el Madrid ha perdido tres partidos esta temporada, y dos los ha perdido ahí. Porque el Inter llegaba asustando a toda Europa, y poco menos que acabó siendo un pelele frente a los colchoneros. Porque el público rojiblanco consigue, partido a partido, que la exigencia a una plantilla cogida con alfileres por su irrebatible falta de calidad en muchas zonas del campo sea la máxima, aunque se empeñen en evidenciar lo contrario en cuanto doblan la esquina. Porque el Atleti lo volvió a hacer. Y cómo no, lo hizo empujado por su afición.

El Atleti lo volvió a hacer. Como un perro herido al que sólo le quedaba demostrar que era capaz de plasmar una pizca de orgullo, con todo en contra al verse las caras con el equipo más en forma de Europa y tras haber sumado el enésimo ridículo esta temporada a domicilio. Pero el Atleti lo volvió a hacer. Fue en una noche épica en la que bien merecían un toque de atención de la afición por lo que estaba pasando en las últimas semanas, pero llegaba un Inter en modo locomotora y el Metropolitano tenía que remar una vez más con fuerza. Y ni mucho menos defraudó.

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