Colorín, colorado, el cuento de Luis Enrique se ha acabado
“Podríamos haber hecho el pino y habría pasado lo mismo. A ver si el tono de las preguntas es el mismo cuando ganamos que cuando perdemos”, dijo enfurruñado el técnico azulgrana
Hace una semana, después de que el FC Barcelona se clasificara para la final de la Copa de manera angustiosa en el Camp Nou frente al Atlético, con ventaja en la ida y jugando una birria de partido, Luis Enrique salió a rueda de prensa admitiendo que no lo habían hecho bien, pero animando a los culés a ver “el bosque, que es precioso y frondoso”. Pues como en los cuentos infantiles, el bosque frondoso se ha vuelto —para algunos de repente— tenebroso, poblado de fantasmas, de sombras, de ruidos estridentes, de rostros desencajados después de un vergonzoso y humillante 4-0 ante el PSG sin dar siquiera una señal de vida, de esperanza, de luz. Así que, colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Las señales estaban ahí. Frente a la Real Sociedad. Ante el Betis hace solo dos semanas, no dos meses. En la vuelta de Copa. El Barça se había acostumbrado al arte del funambulismo, a las genialidades de Messi y al acierto del tridente como solución para todo, olvidándose del juego, de las esencias, de lo que había hecho que el Barça fuera el Barça, ese equipo al que todos los soñadores intentaban copiar porque contrarrestarle resultaba imposible. Porque además de Messi, había una idea, un plan, una manera, un estilo. Se fue perdiendo poco a poco por el camino. Evolución, lo llamaron al principio. Y funcionó, los trofeos siguieron llenando las vitrinas. “Ocho de 10”, como no se ha cansado de repetir Luis Enrique cada vez que se le discutía algo. Y con las tres pirañas delante, Messi, Neymar y Luis Suárez, la mayoría de los partidos caían al final como cae la fruta madura, por puro efecto de la gravedad, pero sin brillantez, ni épica, ni sobre todo estética en lo que va de temporada, siendo el culé tan quisquilloso y orgulloso de lo que representaba su Barça. No solo era ganar. Era cómo se ganaba. Pero el nivel de exigencia, el listón, se fue bajando.
Después de clasificarse para la final de la Copa, hace solo una semana, los debates y tertulias se poblaron de voces sobre el pérfido Florentino Pérez, que volvía a argüir que el Bernabéu estaba en obras para no dejar el estadio. Tan entretenidos estaban, tan ensimismados, que no hubo apenas murmullo respecto al juego del equipo. Después llegó el incontestable 0-6 frente al Alavés B. “Ahora sí”, pensaron muchos culés acostumbrados a los impresionantes éxitos de los últimos años. Ahora sí que hemos alcanzado el nivel de crucero. Ahora además que vuelven Busquets e Iniesta después de sus lesiones. Ahora que el tridente está enchufado. Ahora que a Ter Stegen no solo se le aplaudía por lo bien que jugaba con los pies, sino por el paradón de portero de balonmano que le hizo a Theo Hernández con el marcador 0-0 en Mendizorroza. ¡Ay, si no hubiera sido por Ter Stegen anoche! Porque le chutaron nada menos que 11 veces entre los tres palos y en la primera parte, que concluyó 2-0: sin él ya habría sido un desastre.
El PSG arrolló al Barcelona. Ni un pero se puede poner. Ni el recurrente del árbitro siquiera. Ni las faltas que les pitan o les dejan de pitar. El equipo de Emery les borró del campo. Punto. Así, sin más. Y entonces quedan las vergüenzas al aire, todos los fallos que se habían pasado por alto como si nada pasara. Terminó el encuentro y Busquets, todavía en el césped, reconoció que el PSG les había sorprendido. Dos minutos después, en TV3 apareció Luis Enrique. Y ante las preguntas del periodista Jordi Grau, tales como si había sido una cuestión de actitud o de fútbol, o qué había buscado con los cambios, soltó de mala manera: “Podríamos haber hecho el pino y habría pasado lo mismo. A ver si el tono de las preguntas es el mismo cuando ganamos que cuando perdemos”. Y se marchó, todo enfurruñado.
Enfado tremendo de Luis Enrique con periodista de TV3 pic.twitter.com/PoMZPc0OCZ
— FCBarcelona Live🔴🔵 (@VidaBlaugrana_) 14 de febrero de 2017
En rueda de prensa, el asturiano, con las pulsaciones ya más lentas, reflexionó: “Ha sido una noche nefasta. El rival ha sido completamente superior y hay pocas cosas que decir. El PSG, con ataques rápidos, al contragolpe, nos ha conseguido desarbolar, pero no pierdo la esperanza de que el equipo haga una machada a la vuelta. ¿Por qué no vamos a soñar en que podemos hacerla?”.
Y sí. Por soñar que no quede. Pero Andrés Iniesta no puso paños calientes y apuntó, directa y en línea recta, dónde está el problema del Barça, ante el mismo periodista y con las mismas preguntas que al técnico le sacaron de sus casillas: “A mí la palabra actitud nunca me ha gustado para explicar una derrota. Es una cuestión de fútbol. De estar bien situados y que no te superen en el campo. Siempre tengo presente que es un juego y ellos nos han superado jugando a fútbol y aprovechando todas sus virtudes, mientras que nosotros durante todo el partido no hemos tenido las cosas claras”.
Iniesta, que fue el único azulgrana que dio luego la cara en zona mixta, concluyó: “Hoy estamos todos muy jodidos. No tiene otra lectura. No hay nada positivo. Duele y hay que pasar la mala noche y toca levantarse. Tenemos la otra competición y a volver a poner todo para acercarnos”.
Por la 'otra competición' hay que entender la Liga, con el Madrid por el momento de líder con dos partidos menos por disputar. La realidad de que el Barça se estaba colgando en la efectividad del tridente y el mago Messi, pero se había olvidado de jugar, ha caído a plomo en París. Y es una cuestión de fútbol, como señaló Iniesta, no de tarjetas ni periodistas, como se empeña en enredarse Luis Enrique. Fútbol. ¿Hay tiempo de aquí a la vuelta para que el Barcelona lo recupere? Cosas más raras se han visto. Pero en algo tiene razón el técnico: hace falta una machada.
Hace una semana, después de que el FC Barcelona se clasificara para la final de la Copa de manera angustiosa en el Camp Nou frente al Atlético, con ventaja en la ida y jugando una birria de partido, Luis Enrique salió a rueda de prensa admitiendo que no lo habían hecho bien, pero animando a los culés a ver “el bosque, que es precioso y frondoso”. Pues como en los cuentos infantiles, el bosque frondoso se ha vuelto —para algunos de repente— tenebroso, poblado de fantasmas, de sombras, de ruidos estridentes, de rostros desencajados después de un vergonzoso y humillante 4-0 ante el PSG sin dar siquiera una señal de vida, de esperanza, de luz. Así que, colorín, colorado, este cuento se ha acabado.