El Sevilla no aprende: repite el experimento de Sampaoli y acaba como el rosario de la aurora

14 partidos, dos victorias (en Copa del Rey ante el Quintanar y el Astorga), cinco empates y siete derrotas. Esos han sido los tristes números de Diego Alonso en el Sevilla. El uruguayo se ha convertido en el primer entrenador, de los 531 que han pasado por los diez grandes del fútbol español, que no ha ganado ningún encuentro tras haber disputado más de siete. El experimento de Víctor Orta ha salido igual de mal que el de Monchi del año pasado con Jorge Sampaoli.

"Con todo el dolor de nuestro corazón, anunciamos la destitución de Diego Alonso. El trabajo realizado no ha sido acorde con los resultados. No queremos hacerle pasar por el mal trago de las entrevistas para esto. Por eso aquí estoy yo y sólo estamos pensando en devolver al equipo a la senda de la victoria", explicó Víctor Orta tras la rotunda derrota ante el Getafe (0-3).

El Sevilla confió en José Luis Mendilibar sin claridad, porque su renovación se demoró más de lo esperado. La victoria en la Europa League, no obstante, dejó sin más excusas a la directiva encabezada por Pepe Castro y José María del Nido Carrasco. Había que renovar al vasco, que consiguió la séptima Europa League de la historia y dejó atrás el fantasma del descenso.

Los sevillistas tenían cerrado un precontrato con Andoni Iraola que se rompió por la continuidad de José Luis Mendilibar. El exentrenador del Rayo era la apuesta de Monchi para empezar un nuevo proyecto a largo plazo con la idea de revolucionar la plantilla y volver al modelo que tantos éxitos le ha dado al club: comprar barato y vender luego al mejor postor.

La apuesta por Víctor Orta

Monchi, sin embargo, abandonó el club por el ademán de Del Nido Carrasco de usurpar sus funciones como director deportivo. "Si no soy Monchi al 100%, mejor no estar", resumió Monchi en la rueda de prensa de su segunda despedida. En su lugar llegó Orta, que no encontró ningún antídoto para los males del Sevilla, una plantilla envejecida, sueldos elevados y una precaria situación económica.

El título les nubló la vista a los directivos, que creyeron que los malos vientos ya se habían marchado. El Sevilla todavía contaba con un equipo que está lejos de las prestaciones de pocas temporadas atrás, cuando se permitía el lujo de competir en tres competiciones sin que eso afectara al rendimiento en Liga. De hecho, con Julen Lopetegui peleó por la 2020/21.

La situación financiera tampoco invita al optimismo, porque el Sevilla tendrá un descuadre en el presupuesto de entre 40 y 50 millones tras su eliminación de las competiciones europeas. Esto agrava todavía más la crisis existente en el club, incapaz de levantar cabeza a pesar de haber efectuado buenas operaciones en los pasados mercados veraniegos. Jules Koundé se fue al Barça por 50 millones, Diego Carlos fue vendido por 31 al Aston Villa y Bono al Al-Hilal previo pago de 21 millones.

El mal nivel de juego

El proyecto no funcionaba con Mendilibar si los objetivos eran entrar en Europa y pasar a octavos de final de la Champions. No hay nada peor que hacer trampas al solitario, porque la realidad es bien distinta. El Sevilla no tiene equipo para llegar a eso y, sin apenas refuerzos este año, tenía que conformarse con la permanencia y estar en mitad de tabla.

El juego ha empeorado mucho de Mendilibar a Diego Alonso, un entrenador sin experiencia europea que fue una apuesta personal de Víctor Orta. El año pasado no funcionó Sampaoli y quizá era suficiente con tener una mirada retrospectiva para evitar nuevas situaciones de dificultad. Ahora suenan Quique Sánchez-Flores y Javi Gracia, técnico nacionales con bagaje como el vasco. Y tal vez sean apuestas fijas para evitar el descenso.