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Un tipo de barrio: por qué José María Gutiérrez sigue siendo simplemente 'Guti'
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"Hoy en el fútbol falta ese punto de locura"

Un tipo de barrio: por qué José María Gutiérrez sigue siendo simplemente 'Guti'

Recientemente destituido como entrenador del Almería, el antiguo 14 del Madrid sigue queriendo vivir de un fútbol en el que escasean tipos como él

Foto: Guti, en noviembre pasado, el día que debutó como primer entrenador del Almería (Efe).
Guti, en noviembre pasado, el día que debutó como primer entrenador del Almería (Efe).

Vicente del Bosque conoció a José María Gutiérrez a los nueve años, allá por 1985. A esa edad, el chaval de Torrejón de Ardoz deslumbraba. Con la pierna izquierda y con las maneras. Un descaro que mantiene a los 43 años, tanto como el rubio de su melena. “Le pregunté un día que por qué no se cortaba ese pelo. Me respondió que cuando me quitara yo el bigote. Y la verdad, tenía razón…”, responde el exseleccionador nacional de fútbol.

Hoy Guti también es un ex. Exfutbolista y exentrenador. Lo que mantiene siempre, desde hace más de dos décadas, es el interés de la prensa, también la rosa, y la pinta de estrella de rock. Pero por encima de todo, es un personaje. Literario. Descarado, pero introvertido. Rebelde, pero no conflictivo. Un tipo singular y libre. Canalla con rostro de Robert Redford. Le hizo los coros a Sabina en ‘Tiramisú de limón’.

Pagó un precio por ello, también vivió mejor que nadie. Exprimió los días de vino y rosas del Madrid de los Galácticos, aunque fuera ese un club al que nunca perteneciera. Quizá funcionara con él eso que decía Jennifer Lopez: que puedes salir del barrio, pero el barrio nunca sale de ti.

Empalmó mañanas de entrenamiento con noches de excesos. “No me veo saliendo a los 60 años”, bromeaba en un Informe Robinson de hace años. En 1997 daba una entrevista a la revista ‘En el fondo hay sitio’, para los Ultrasur. “No creo que sea perjudicial salir por la noche. Puede serlo cuando se sale el día antes del partido, pero cuando este ha finalizado, somos humanos”.

placeholder Guti, en un Madrid - Sevilla de la temporada 2010. (EFE)
Guti, en un Madrid - Sevilla de la temporada 2010. (EFE)

El tacón de Dios que nunca jugó un Mundial

Nadie le aconsejó, al menos que se sepa, que asegurara su pierna izquierda. El tacón de Dios, le dijeron en las portadas. Tan irregular como brillante. Jorge Valdano le recordaba en una entrevista hace pocos meses, recién fichado como entrenador del Almería, que sorprende que uno de los diez jugadores que más partidos jugó en el Real Madrid nunca haya jugado un Mundial con la selección. Tampoco tuvo minutos en ninguna de las tres finales de Champions que ganó su equipo.

“Una espina clavada”, “una puñalada”, en palabras del torrejonero. “Siempre fue un chico con grandes condiciones físicas, una excelente visión de juego, buen compañero, pero había mucha competencia para entrar en la Selección. El podía encajar perfectamente, siempre tuvo mucho reconocimiento, pero claro, también él hizo… Mira, en esa historia no me voy a meter. Sólo puedo tener palabras buenas para él y sobre todo para sus padres, que son buenísimas personas y muy trabajadores. Le tengo mucho cariño a la madre, que también es de Salamanca”, responde Del Bosque, amable pero esquivo durante la entrevista con este periódico.

Para el guionista y madridista Nacho Faerna, Guti es personaje cinematográfico. “Tenía ese duende que tienen los cantantes de flamenco. Que sale poco a jugar pero cuando sale… hace cosas que no hacen los demás. Hoy es un futbolista de culto, pero en su momento gustó solo a cuatro o cinco”, explica. “Siempre prefirió las asistencias a los goles, y creo que no lo hacía por generosidad, sino por picardía”, explica el periodista Antonio Lorenzo, otro ‘gutista’ convencido.

“Todos los días en el Bernabéu eran un examen. Pero me gustaba no pasar desapercibido, crecerme cuando me insultaban”, le explicaba a Valdano. Soportó años las lindezas del “Guti maricón”. Respondía con el juego o con una de sus muestras de chulería: “Al que no le guste, que se vaya a coger amapolas”.

placeholder José María Gutiérrez, Guti, con Arancha de Benito, cuando eran pareja. (Cordon Press)
José María Gutiérrez, Guti, con Arancha de Benito, cuando eran pareja. (Cordon Press)

Cualquier equipo de fútbol debería tener un 14 como José María Gutiérrez. Un centrocampista con maneras de Curro Romero. Que cuando no lo ve, no lo ve. Un jugador capaz de canalizar el macarrismo que otros contenemos por educación o por cobardía. Un zascandil capaz de reírse de sí mismo como en aquel anuncio de la quiniela en el que se jactaba de su fama de vago. Mari Carmen Hernández, su madre, se lo contaba hace años a Xavier Sardá: “Le digo, es que mira tu compañero, que ha corrido no sé cuánto. Y me decía: ya, y para qué”.

La misma madre que le acompañaba desde Torrejón de Ardoz hasta la antigua Ciudad Deportiva de Madrid para entrenar. A diario. En transporte público. Y así durante mucho tiempo. “La de veces que nos han robado”, recuerda ella. “El fútbol nos ha dado mucho, pero nos ha quitado más”, explicaba hace un tiempo sentada en el salón de la casa de su hijo.

Magia y timidez

Javi Guerrero coincidió con Guti en los juveniles del Real Madrid durante dos años. Cumplieron los 17 y los 18 en ese equipo. “Qué talento… es un chaval tocado por una varita mágica. Una personalidad imponente”, cuenta. Guerrero destila ternura hacia su antiguo compañero, con el que hace mucho perdió el contacto, aunque volvieron a coincidir, jugando como rivales.

placeholder 'Guti', en compañía de Jorge Valdano, el día que anunció su despedida del fútbol (Efe, 2010).
'Guti', en compañía de Jorge Valdano, el día que anunció su despedida del fútbol (Efe, 2010).

“Lo recuerdo muy tímido, tenía buenísima relación con sus compañeros, a los que nunca menospreció. Su liderazgo lo demostraba con el balón”, dice. También recuerda lo cariñoso que era. “Me llamaba la atención que siempre despedía y saludaba a sus padres con un beso en la boca… vamos, en mi vida he hecho yo eso, y menos a esa edad”, bromea.

La ternura la mezclaba con la insolencia. Como aquella vez que le pidió a su amigo Richy Castellanos, relaciones públicas y organizador de eventos desde hace casi tres décadas, que le presentara a una rubia de la que se había quedado deslumbrado. Él salía con una hija de Abel Matutes, pero su carácter y jugar en el Madrid le alimentaron la osadía. “Richy, esa chica de ahí me gusta. Me gustan sus tobillos. Me ponen”, le dijo. Y Castellanos fue a hablar con la dueña de los tobillos. A la vuelta, le dijo al jugador: “Me dice que te diga que es del Atleti”.

El entrenador cuarentón que es hoy desliza en sus palabras cierto pesar. Recuerda la frialdad de su despedida en el Bernabéu.

Con 22 años, en una boda organizada por Castellanos, José María Gutiérrez prometió amor eterno a esa rojiblanca, llamada Arantxa de Benito, en el altar de la Iglesia de los Jerónimos. Con ella tuvo dos hijos, Aitor y Zaira. Cuando se separó se fue a jugar a Turquía y se enamoró de Estambul, una ciudad en la que sentía como un dios y en la que revivió algunas de esas noches madrileñas. Esta misma semana acaba de anunciar que será padre de un cuarto hijo, el segundo de su matrimonio con la argentina Romina Belluscio. La misma semana en la que le han destituido como entrenador del Almería. Un cargo en el que debutó pidiéndole a la prensa que ya no le llamaran Guti, sino José María Gutiérrez.

El entrenador cuarentón que es hoy desliza en sus palabras cierto pesar. Recuerda la frialdad de su despedida en el Bernabéu. También cómo las etiquetas, la fama y los prejuicios le siguen pesando para que le tomen en serio. Quiere vivir de un fútbol en el que escasean tipos como él. “Todo ha cambiado, los chavales hoy ganan mucho dinero, tienen contrato de botas, un agente que malmete por detrás… falta ese punto de locura”.

Tan difícil es sacar el barrio de Guti como empezar a llamarle Gutiérrez.

Vicente del Bosque conoció a José María Gutiérrez a los nueve años, allá por 1985. A esa edad, el chaval de Torrejón de Ardoz deslumbraba. Con la pierna izquierda y con las maneras. Un descaro que mantiene a los 43 años, tanto como el rubio de su melena. “Le pregunté un día que por qué no se cortaba ese pelo. Me respondió que cuando me quitara yo el bigote. Y la verdad, tenía razón…”, responde el exseleccionador nacional de fútbol.

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